Lucas ya tiene un año

Lucas ya tiene un año

Qué fácil se me ha hecho amarte,
Eres prueba de que el amor existe,
Es un don, un sentir, es un arte
Que tiene a Dios como su autor,
Mis sueños todos tienen color
Desde aquel día en que naciste.

Qué sencillo ha sido quererte,
Escuchar tu nombre en la brisa,
Me hace muy feliz el verte,
Oírte llorar en la madrugada,
Captar lo hermoso de tu mirada
Y lo bella que es tu sonrisa.

Qué increíble es la experiencia
Que día a día sin saber nos das,
Es tan única y dulce tu esencia
Y tan rápido han pasado los días,
Que hace poco supimos que venías
Y ahora, mira… ya existes, ya estás.

Y nosotros muy felices de que estés,
Vamos presenciando tus progresos,
Acariciamos tus manos, tus pies…
Y hasta cuidamos de tu sueño,
Porque cuando despiertes, pequeño,
Te vamos a comer a besos.

Porque ya eres una gran realidad,
Vuelves mágico nuestro presente,
Eres pureza, eres luz, eres verdad,
Eres poema que tu abuelo escribe,
Eres un sueño muy feliz que se vive,
Eres el amor bendito que se siente.

Todos te vemos y podemos entender
Que tu amor en tu mamá se concentre,
Porque estando a punto de nacer,
Después de nueve meses esperando,
Tú muy feliz le estabas dedicando
Un “te amo mamá” en su vientre, Álvaro J. Márquez
Lucas ya tiene un año. Parece increíble que ya transcurrieran 365 días de aquella mañana sorpresiva. La mañana del martes 20 de septiembre salí temprano a mi acostumbrada caminata. Al finalizar, entré a mi auto para retornar a la casa e iniciar mi faena, vi tres llamadas perdidas. El corazón me dio un vuelco: Lucas estaba por nacer.
El parto fue rápido. La emoción nos embargaba a todos. Lucas apareció tras el cristal hermoso. Dormía plácidamente. No se percató que un grupo lo contemplaba con emoción. Su abuela Milqueya, el abuelo Toli y yo nos abrazábamos mientras describíamos y descubríamos su pequeño rostro. Su madre, Arancha estaba en recuperación. Su padre Héctor estaba con ella. A partir de ese momento Lucas pasó a formar parte de nuestras vidas. Y esa cosa tan pequeñita se apoderó de nuestros corazones.
Desde aquel hermoso episodio han transcurrido 365 días. Lucas ya tiene un año. Es un niño hermoso, sano, alegre, tranquilo. Es capaz de gatear, pararse, comer con sus propias manos y distinguir cuando están sus primos, sus abuelos y sus tíos.
No sé cómo es posible que el corazón sea tan grande para amar a tanta gente. Pensé que con Rafael Eduardo, mi primer nieto, me sentía completa. Con él aprendí a ser abuela. Y nuestros lazos son tan fuertes que somos capaces de estar juntos durante muchas horas sin hablarnos. Siete años después llegó Andrés quien con su alegría y energía inagotable (¡¡¡verdaderamente inagotable!!!), mi corazón se ensanchó para amarlo también. Jugamos a la compra de favores a cambio de besos. Y en este juego es capaz de pagarme cualquier cosa con decenas de besitos. Ahora llegó Lucas y me doy cuenta que puedo ser capaz de amarlos intensamente a los tres.
He visto crecer a Lucas en estos 365 días de existencia. La primera vez que me reconoció, mi corazón latió rápidamente de felicidad. No olvido su sonrisa cuando me ve, cuando me tiende sus brazos para que abuela Mu lo cargue, cuando llora porque tiene que abandonarme. A su lado volví aprenderme las letras y las canciones infantiles. Cuando ve que tomo el IPAD sus piecitos y bracitos se mueven de la emoción. Al son de la “Gallina Turuleca”, nos sentamos abrazados para verla. Después llega “La vaca Lola” que tiene cabeza y cola. A seguidas el patito que llora porque no quiere nadar y la mamá Pata le quiere pegar. Llega un momento que se emociona tanto, que toma el aparato y quisiera entrar a la pantalla. Para evitar que lo rompa tengo que quitárselo.
Ya gatea por toda la casa, se para en las mesas, se ríe con cualquier cosa. Y cuando lo llamo por teléfono, le digo: “Hola Lucas, Lucalucalin Lucalucalan”, él sabe que soy yo y se sonríe. No me importa tirarme al suelo con él y llegar hasta donde quiere. Juega con todo, menos con los juguetes. Una botella vacía de agua puede ser un juguete interesante. Los pequeños escobillones que son residuos de los pinos, pueden ser juegos para hacer cosquillas. En fin, cualquier cosa puede ser objeto de estudio o de juego.
Lucas es observador, parecería que en el futuro será un investigador. A veces se queda mirando, observando a su alrededor, como si quisiera entender el medio que lo rodea. Una nube puede ser objeto de su preocupación. Lo mismo ocurre con un árbol, o un animal, una mariposa. Cuando voy a verlo a su casa, nos sentamos en el balcón y le cuento y describo todo lo que vemos. Sé que no me entiende, pero cuando le señalo algo con el dedo, él usa su dedito y también lo señala. A veces nos quedamos mirando el horizonte sin yo decir palabras. Lucas simplemente se queda a mi lado en silencio. Su abuelo Toli tiene también sus señas particulares con su nieto.
Soy una mujer dichosa que ha conocido todos los niveles y formas del amor y la ternura. He sido hija, hermana, novia, esposa, madre por amor y abuela. Creo que ser abuela es un regalo del cielo. Con los nietos volvemos a creer en la esperanza y la redención.
Somos abuelos después de haber vivido, soñado, trabajado, llorado y reído. Ver esas vidas nuevas que descubren el mundo, nos ayudan a recuperar la risa y reencontrar el niño que llevamos dentro, pero que se oculta con la cotidianidad y los problemas. Abrazar esas vidas que te reciben con la mayor de las sonrisas, es olvidar las tristezas y los problemas. A sus lados, las situaciones se relativizan y se miran desde perspectivas diferentes.
Amar a los nietos sin condiciones. Solo por el simple hecho de amar por amar. Recibir sus abrazos, sus besos mojados y torpes, sus miradas de alegría, sus lenguajes interminables e inteligibles es la mejor música para nuestros oídos.
Gracias a Rocío y Rafael por regalarme a Rafael Eduardo y a Andrés; mis primeros amores. Y gracias a Arancha y Héctor por el regalo de Lucas, el niño hermoso que acaba de cumplir un año.
Si me preguntan cuál de mis roles es mi favorito, respondo sin dudas: ser abuela. Aquí no hay cuestionamientos, ni problemas, solo amor, mucho amor, mucha alegría y algún pequeño regaño.
Gracias le doy a Rafael por haberme regalado ese trío de ángeles que han completado mi vida y me han hecho descubrir la sincera incondicionalidad del amor.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas