Lucecita Benítez: Una dama por donde se le mire

Lucecita Benítez: Una dama por donde se le mire

POR MANUEL EDUARDO SOTO
Puerto Rico se ha caracterizado por llamar por el diminutivo a sus cantantes más queridas. Así, la llamada Isla del Encanto nos ha traído a Ednita (Nazario), a Yolandita (Monge) y a Lucecita (Benítez). A través de los años he tenido oportunidad de conocer de cerca a cada una de estas hijas preferidas de Puerto Rico, pero en esta ocasión quiero destacar la amabilidad y fineza de Lucecita, una versátil intérprete que, desafortunadamente, no ha recibido el reconocimiento internacional que se merece por la calidad de su voz.

Aunque ha llevado su arte fuera de la isla, tanto en actuaciones individuales como en festivales, su nombre no ha logrado convertirse en sinónimo de éxito más allá de su hábitat, pero allí es, ha sido y sigue siendo una diosa de la canción.

Fue a fines de la década de 1980 que tuve la oportunidad de disfrutar de su hospitalidad y distinción, cuando era editor de Espectáculos de la agencia United Press International (UPI) y me invitó a Puerto Rico a presenciar su espectáculo «Nostalgia» en la sala de fiestas del entonces recién remozado hotel San Juan.

Para comenzar, el vuelo fue en la cómoda y elegante primera clase desde Estados Unidos, algo que casi ningún artista hace. Siempre tratan de ahorrar lo más que pueden, usando por lo general la clase turista, donde el boleto es más barato.

La segunda sorpresa fue cuando al llegar al hotel San Juan me aguardaba una espaciosa suite, con televisor hasta en el baño, y una fría botella de Dom Perignon, el mejor y más caro de los champañas franceses.

Y Lucecita no estaba siquiera ocupando los primeros lugares de los ránkings disqueros de Billboard, lo que demostraba que la estrella simplemente sabía cómo tratar a sus invitados y que conocía lo que era una fineza.

Luego, en el Cocoroco, si mal no recuerdo se llamada el club nocturno del hotel con paredes recubiertas de elegantes maderas oscuras que le proporcionaban un ambiente de club inglés, su espectáculo fue memorable.

Acompañada de una orquesta completa, al estilo de los años 50, Lucecita se lució cantando los temas de su nueva producción discográfica, la que incluía piezas clásicas como «Amor perdido», «De mujer a mujer», «Salomé», «Arráncame la vida» y «Palabras de mujer», entre otros temas.

La escenografía y la distribución de la numerosa orquesta sobre el escenario me trasladaron automáticamente a una época que no viví, pero que había visto en películas, donde el sonido en vivo de las trompetas, los saxofones, el bongó y las congas producían un efecto embriagador, el que se intensificaba con la voz maravillosa voz de Lucecita, una dama tanto dentro como fuera del escenario.

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