Luces en un túnel que falta recorrer

Luces en un túnel que falta recorrer

En su optimista balance de realizaciones, algunas que la opinión pública encomia como el manejo efectivo y tranquilizador de la pandemia, la libre actuación del Ministerio Público, y la reanimación económica, el presidente Luis Abinader transitó inevitablemente también en su discurso de antier sobre la magnitud de los males que de viejo golpean a la nación y que presionan al propio Estado sometido a precariedades heredadas.

Enumerar obras ya listas o en proceso causaría admiración hasta el momento en que el dominicano promedio mire a su entorno y extrañe calidades de servicios públicos y sienta el alto e imparable costo de la vida. Entonces sobran motivos para tener presente lo mucho que faltaría por hacer. Apreciar lo positivo no quita conocimiento sobre la pérdida de empleos, los jóvenes fuera de acciones productivas, la violencia social, la criminalidad y la inseguridad vial por falta de autoridad.

Si se pone oído al usual coloquio de la gente se sabrá que las más de las veces reacciona cuestionando el papel de los gobiernos a lo largo de la historia y parecería temprano proponerse llegar demasiado lejos en la valoración en sentido general de la actual gestión. Por decenios sus antecesores en la Cosa Pública acumularon pesadas deudas sociales, aunque estuvieran largo tiempo en el poder y no es de ahora que a los gobernados les prometen cambios que nunca llegaron.

El escepticismo es automático, y los logros más significativos a que aspiraría la nación, nunca serían posibles de la noche a la mañana.

El país ha estado largo tiempo bajo criterios y actuaciones de políticos de poca consagración a la búsqueda de soluciones a problemas a veces ancestrales.

No se quiere dejar dicho que este sea el caso, tratándose de un mandatario joven que desborda entusiasmo. Los tantos a favor del cuadrienio 2020-2024, ya mencionados, entre otros, son bienvenidos aunque impacientan notables situaciones como el riesgoso endeudamiento público, la incertidumbre sobre el próximo año escolar y el nudo gordiano que enflaquece los recursos fiscales mientras crecen las urgencias nacionales.

Puesta la atención en la magnitud de los problemas asociados al coronavirus y las agresiones a la economía que llegan desde el conturbado mundo exterior, vale celebrar, con moderado optimismo, el proceso de reactivación de la economía, la estabilidad monetaria, el crecimiento de inversiones y remesas y la reducción de restricciones sanitarias por los aciertos gerenciales en la lucha contra el virus SARS-CoV-2 que sitúan al país en excelente posición.

Sin dejar de entender categóricamente que todo el que va al solio por decisión de los votantes tiene que jugar bien su papel y honrar la palabra empeñada; lograr que impere la justicia y propiciar bienestar a la población como metas ineludibles que no necesitan fanfarrias.

Las hipérboles desde tribunas presidenciales son predecibles en cuanto a defender ejecutorias, justificar yerros y renovar promesas. No se desperdicia la oportunidad que brindan fechas (y faltan unas cuantas más) para imprimir resonancias a todo lo favorable que pueda atribuirse el que manda.

Desde cualquier retórica oficialista, la República aparecerá puesta sobre ruedas. Cuidado al dormir de ese lado.

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