Luces y sombras

Luces y sombras

RAFAEL TORIBIO
Cuando concluye el año y el que viene abre las compuertas a las expectativas, repasamos y evaluamos los acontecimientos ocurridos en búsqueda de comprenderlos y razones para mantener la esperanza y las ilusiones. Nos aferramos a creer que el nuevo año tendrá que ser mejor mucho que el que termina. En el recuento y evaluación de lo sucedido encontramos luces y sombras: motivos para la esperanza, pero también para la frustración y la desilusión. Disponemos de un sistema de seguridad social que llega con muchos años de retrasos.

 Después de haber pospuesto su inicio en más de diez oportunidades, se decidió empezar, aunque no estuvieran dadas todas las condiciones y tratar de arreglar la carga en el camino, con la posibilidad de que parte de la misma se pueda caer en el trayecto.

Retomamos y mantenemos un crecimiento económico, pero sin desarrollo. Y demostramos con ello que los problemas fundamentales del país no se resuelven por falta de recursos, sino de voluntad política para invertirlos donde deben ser invertidos. Lo más importante parece ser la estabilidad de las magnitudes macro-económicas, no el bienestar de las personas.

Si todo ocurre conforme a la aspiración del Presidente de la República, dentro de poco la modernidad estará acompañada de los problemas pre-modernos que aún afectan a la mayoría  de la población. Viajará en el Metro desnutrida, con un bajo nivel educativo y devastada por las enfermedades, no solamente curables, sino prevenibles.

La precariedad y la debilidad institucional evidenciadas por las tormentas Noel y Olga permitieron comprobar, una vez más, la solidaridad de la sociedad dominicana. También  la pobreza y la vulnerabilidad de la mayoría de la población. Además, nos hizo vernos tal como somos, no como nos dicen que somos. Vimos nuestra extrema desnudez.

Frente a avances logrados en muchos aspectos, magnificados por la publicidad gubernamental, cerca de diez informes de organismos internacionales han sido adversos para el país. Nos señalan, al compararnos con otros países, el largo camino que nos falta por recorrer. Adelantamos con relación a la situación que teníamos, pero los esfuerzos realizados y los recursos invertidos han sido para salir de donde estábamos, no para estar donde debiéramos.

La lucha contra la corrupción ha sido más sostenida en el discurso que en la realidad. Se produjeron algunas condenas, tan benignas y discriminatorias que las consecuencias de la culpabilidad probada se hacen difusas, hasta prácticamente desaparecer. Por otro lado, el no ha lugar en algunos casos mantiene la percepción de la impunidad.

En lo político tenemos una sólida democracia, fundamentalmente electoral, que nos permite elegir legítimamente a nuestras autoridades, sin poder impedir que se sucedan los gobiernos mientras los problemas permanecen si ser solucionados. Además no siempre podemos escoger al mejor entre los buenos, sino sólo al menos malo.

Sin embargo, frente a la reiteración de comportamientos personales e institucionales contrarios a los esperados conformes al ordenamiento ético y jurídico, no podemos, ni debemos, perder la capacidad de asombro para no aceptar lo que no debe ser aceptado. Tampoco la del cuestionamiento para mantener una posición crítica  frente a lo que tiene que ser criticado.

Pero, pese a todo, debemos mantener la esperanza, aunque la ilusión esté un poco marchita. La necesidad de no renunciar a la esperanza nos obliga a reparar más en las luces, pero sin olvidar las sombras. Debemos esperar tiempos mejores y trabajar para que así sea, exigiendo a los demás lo que debemos exigirnos, primero, a nosotros mismos.

 

rtoribio@intec.edu.do

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