Luchan con  gran contracción; no se sabe cuánto durará   la recesión

Luchan con  gran contracción; no se sabe cuánto durará   la recesión

Martin Wolf
Qué nos está diciendo la crisis del mercado que se ha observado en agosto? La respuesta, yo supongo, que lo que nos está diciendo son tres grandes cosas: primero, las altamente endeudadas economías de los países de altos ingresos siguen estando extremadamente frágiles; segundo, los inversionistas no tienen confianza en la habilidad de los legisladores en resolver la dificultades, y tercero, en un momento de gran ansiedad, los inversionistas prefieren los que al menos son vistos como activos riesgosos, junto con el oro.

Los que temen a la deflación compran bonos; los que temen a la inflación compran oro; los que no pueden decidirse compran ambos. Pero pocos inversionistas o directores corporativos desean asumir ningún riesgo de inversión a largo plazo.

Bienvenido entonces a lo que Carmen Reinhart, miembro superior del Instituto Peterson para Economías Internacionales ubicado en Washington, y Kenneth Rogoff de Harvard llaman “la segunda gran contracción” (la Gran Depresión de los años 30 es la primera). Los que son menos apocalípticos pueden llamarla la “enfermedad japonesa”.

Muchos preguntan si los países de altos ingresos están en riesgo de una recesión “doblemente profunda”. Mi respuesta es: no, debido a que la primera ni siquiera ha terminado. La pregunta, más bien, es cuán profunda y duradera puede volverse esta recesión o “contracción”.

El punto es que, por el segundo trimestre de 2011, ninguna de las seis mayores economías de altos ingresos habían sobrepasado los niveles de producción alcanzados antes de que la crisis llegara en el 2008. EEUU y Alemania están cerca de sus puntos de inicio, con Francia un poco detrás. Reino Unido, Italia y Japón están languideciendo  detrás.

El autoritario Buró Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos define una recesión como un “declive significativo en la actividad económica que se extiende a lo largo de la economía, durando más de unos pocos meses”.

Esto es para enfocarse en el cambio en la producción, antes que en su nivel. Normalmente, esto tiene sentido, pero, esta recesión no es normal. Cuando las economías sufren un colapso tan profundo, igual que en la peor de las crisis (el pico hasta la caída en el producto interno bruto habiendo variado entre 3.9% en Francia y un 9.9% en Japón), una expansión que falla en retornar la producción al punto de inicio no se sentirá como una recuperación.

Esto es especialmente cierto si el desempleo queda alto, el empleo bajo y la capacidad ociosamente elevada. En EEUU, el desempleo es todavía el doble de sus tasas precrisis.

La profundidad de la contracción y la debilidad de la recuperación son el resultado y la causa de la  fragilidad económica.

Asimismo, se puede decir que son el resultado, ya que la deuda excesiva del sector privado interactúa con los débiles precios de los activos, particularmente del sector inmobiliario, para deprimir la demanda.

Ellos son la causa, ya que mientras más débil sea el esperado crecimiento en la demanda, más pequeño es el deseo de las compañías de invertir,  o más moderado será el impulso para prestar. Esto, entonces, es una economía que falla en lograr una “velocidad de escape”y así está en peligro de caer de regreso a la tierra.

Ahora considere, en contra de este panorama de continua fragilidad, cómo la gente ve la escena política. Ni en Estados Unidos ni en la eurozona, los políticos supuestamente a cargo, Barack Obama, presidente de EEUU, y Angela Merkel, canciller de Alemania, parecen ser más que espectadores del desarrollo de los eventos, como recientemente denotó mi colega Phillip Stephens. Ambos son, y, hasta un grado, operan como intrusos. Obama desea ser presidente de un país que no existe. En su fantasía los políticos de EEUU entierran las diferencias en la armonía bipartidista.

 De hecho, enfrentan una oposición que preferirían que su país falle antes que su presidente tenga éxito. Merkel, similarmente, busca un término medio no existente entre el deseo alemán, para que sus socios cumplan con sus disciplinas y su amabilidad para hacer cualquier cosa.

 La consideración de que ni EEUU, ni la eurozona, pueden crear condiciones para una restauración acelerada del crecimiento, verdaderamente los desacuerdos paralizantes sobre lo que esas condiciones deben ser, da miedo.

Esto nos dirige al tercer gran punto: las graves consecuencias de la creciente aversión de riesgo, contra el panorama de tal fragilidad económica.

En el largo camino a convertirse cada vez más como Japón, los rendimientos a diez años de los bonos gubernamentales de EEUU y Alemania están ahora por debajo a donde los de Japón habían caído en octubre de 1997, cerca de un 2%. ¿La deflación nos espera en estos países también? Una gran recesión podría seguramente traer justamente eso. Eso me parece ser un peligro más plausible que la hiperinflación que ellos fijaron sobre los déficits fiscales y el balance general del banco central que encuentran tan terrorífico.

Una crisis causada por la enorme lucha sobre la política fiscal, el debate de los términos sobre los cuales aumentar el límite de deuda, ha causado un fuerte movimiento dentro y fuera de los bonos gubernamentales de Estados Unidos.

 Esto no es sorprendente por dos razones: primero, estos son siempre el primer puerto seguro en una tormenta; segundo, el resultado será una fuerte contracción de la política fiscal. Los inversionistas creen que el resultado será una economía todavía más débil, dado el estado de debilidad del sector privado. Nuevamente, en una eurozona todavía más débil, los inversionistas se han movido en el refugio seguro de los bonos del gobierno alemán.

Mientras tanto, los mercados de acciones se han llevado una paliza. Sin embargo, es difícil argumentar que ellos han alcanzado un punto de capitulación. De acuerdo a Robert Shiller de Yale, la proporción de ganancias/precio ajustada cíclicamente para EEUU (basada en el S&P 500) es casi un cuarto por encima de su promedio a largo plazo.

En 1982, la evaluación fue un tercio de los niveles actuales. ¿Evitarán los mercados un colapso así? Eso debe depender de cuándo y cómo la gran contracción termine.

Nouriel Roubini, también conocido como “Dr. Doom”, predice una depresión. “un reloj parado” algunos murmurarán.

Sin embargo, él está seguramente correcto de que los amortiguadores en su  mayoría se han ido: las tasas de interés son bajas, los déficits fiscales son enormes y la eurozona está  estresada.

Los riesgos de un espiral vicioso desde los malos fundamentos hasta los errores políticos, el pánico y el regreso a los malos fundamentos son más grandes, con una contracción económica adicional por delante.

Todavía no está todo perdido. En particular, los gobiernos de Estados Unidos y Alemania tienen un sustancial espacio fiscal para maniobrar, y pudieran usarlo. Pero, por desgracia, los gobiernos que pueden gastar más, no lo harán, y los que quieren gastar más ahora no pueden. Los bancos centrales pueden atreverse a usar sus municiones. Podría hacerse mucho más para acelerar el desapalancamiento del sector privado y fortalecer el sistema financiero.

Zoom

Sería desastre

1.  Otra depresión ahora seguramente sería un desastre. La clave, seguramente, no es llegar a una situación tan peligrosa como sería dentro de los límites del pensamiento convencional.

2. Lo que puede implicar ser más audaz y lo que por lo tanto podría hacerse, será el tópico para la columna de la semana próxima.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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