Luchar valió la pena

Luchar valió la pena

Angela Peña
A estas alturas, don Pipí Ortiz, el decidido revolucionario que se enfrentó al régimen de Trujillo en el país y desde el exilio, debe estar recibiendo alimentación y atención médica. Tal vez duerma en una cama confortable. Es probable que su vieja vivienda abandonada haya sido acondicionada para que este soldado de la lucha por la libertad termine sus días con la dignidad que merece su ejemplo de entrega desinteresada por la Patria. Los gobiernos se han mostrado indiferentes a su suerte a pesar de las reiteradas denuncias en torno a las precarias condiciones en que pasa su existencia esa reserva de moralidad. Ninguno se motivó a asignarle una pensión y el desdichado militante antitrujillista que regresó al país ya viejo, enfermo, casi ciego, sobrevivía dando clases particulares para comer un pedazo de pan. Pero los años y la enfermedad lo vencieron y si está en pie ha sido por la generosidad de dos jóvenes esposos que al menos lo reciben en su humilde hogar y comparten con él un bocado.

            Sin embargo, no han sido pocos los dominicanos que se compadecieron de su patético cuadro de miserias y se interesaron por ayudarlo. Algunos viajaron a San Pedro de Macorís a reconocer su pasado digno y a mitigar de alguna manera sus necesidades.

La semana pasada, empero, don Pípí seguramente se sintió más feliz porque un reconocido empresario decidió auxiliarlo de forma permanente, con un aporte fijo cada mes. El industrial, que pidió reservas de su nombre, asumió la misma disposición con la infortunada familia de la mártir de abril Yolanda Guzmán.  No actúa en nombre de la firma que representa, una de las más acreditadas del país. Su aporte es personal, voluntario, motivado por su sensibilidad social y por la admiración que le merecen las actuaciones de este hombre y esta mujer sumidos en el olvido.

            Por otro lado, la casa de Jorge Puello Soriano (El Men) ha vivido como en fiesta interminable después que se hizo público su estado de soledad, su casi falta de visión. Camaradas, empresarios, intelectuales, políticos, han desfilado por la modesta vivienda del golpeado dirigente sindical y obrero que está preparándose para viajar a Cuba a terminar su convalecencia después de la cirugía que generosamente le practicó el doctor Arnulfo Reyes.

            Estos símbolos del decoro no salieron en busca de prensa. No pidieron ni pasaron factura por sus desinteresados servicios al país.  Como ellos, hay cientos de dominicanos meritorios que viven aislados, en la pobreza extrema, seguramente decepcionados y frustrados ante la indiferencia general. A pocos les interesa conocer sus pasadas hazañas heroicas, mucho menos acompañarlos en su abandono. En esta República generalmente los homenajes  hay que cabildearlos si no se cuenta con apellidos altisonantes o con enllaves en el oficialismo.  El presupuesto nacional no alcanza para asignar pensiones aunque abunden millones para derroches innecesarios y para cumplir compromisos políticos ajenos a las necesidades  de este pueblo desventurado.

            Cuentan amigos comunes, que al intachable e incorruptible “Men” le preocupaba el que se diera a la publicidad su caso porque los pocos jóvenes que todavía tienen un interés patriótico se iban a desalentar y no iban a emprender ninguna acción de protesta por el bienestar común.  Las reacciones  de estos dominicanos que se han preocupado por él, por don Pipí, por la familia de Yolanda Guzmán, deberán tranquilizar su inquieto y rebelde espíritu, siempre dispuesto al sacrificio por los  humildes y desposeídos.  El edificante gesto de estas personas que se han animado a ayudarlos y reconocerlos demuestra que valió la pena luchar.

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