Luchy Vicioso en el recuerdo…

Luchy Vicioso en el recuerdo…

He despedido en lágrimas el dolor sin alientos de Luchy Vicioso, su inesperado adiós sin retorno… desbocado entre sollozos…; recuerdos inolvidables; el asombro infinito del “Sonido de su voz” eterna, apenas recién nacida… su infantil pollinita escolar, el pelito chorreando estrellas y su voz inmensa de cascabel de cielos… Sin ella… nunca volveremos a ser los mismos…
He escuchado lloroso la música de Manuel Troncoso… he vuelto a recordar con asombro aquel instante en el tiempo. Pienso… que alguien muy generoso, decidió por nosotros en un momento mágico, un lugar y un espacio feliz en esta tierra, coincidiendo como “pueblo escogido” en aquella isla flotante, acogedora, simple teatro de barrio, donde día a día nacíamos como en un óleo maravilloso de sirenas de barco, flotando entre neblinas de puerto, levando anclas, soltando amarras, zarpando, hinchando velas y al fin navegando la ilusión en mar abierto, incierto y borrascoso. Marineros de horizontes y gaviotas con alas de papel. Quijotes conquistando una gran sinfonía de sol y gloria. Niños… tomados de manos jugueteando la ilusión, arrobados, en aquel templo escogido por el gran hacedor de belleza inalcanzable… cual rivera ignota donde despierta el ramaje en silbidos audaces, estridencias inocentes floreciendo en colores atrevidos y perfumes estrenando olores… cual destellos espontáneos del grano parpadeante, el arenal de fantasías que arrastrara aquella suave corriente de sueños sin oleajes: …RAHINTEL… y el remar de ilusiones de: …RAFAEL SOLANO Y PEPE BONILLA.
Crecimos como en un bosque de belleza primera y luz inconocida y compartimos la tormenta de tronar afiebrado que desencadenara como relámpago estremecedor el genio rotundo de aquellos soñadores de manos y versos encantados. Algo… nos hizo ser dueños por siempre de la parte más pura y primigenia de aquella creación, como en el Génesis de un mundo que nos uniera en edénico abrazo, eterno e inevitable.
No hablo solo de canciones. Nuestras fueron… la gracia innata y las lágrimas de Freddy Beras, cuando aún no había descubierto que era el dueño de la alegría de todos, no menos niño que siempre en su alma traviesa de aquellos años, cuando solíamos robarle a carcajadas la herencia inmensamente creadora del afectuoso “Tio Picho”; el desbordado talento, feliz y abrumador de Nandy Rivas; nuestros fueron para siempre… el incomparable humorismo de Babín Echavarría, junto al tesoro enamorado de sus canciones y su auténtico cantar, incubando un duendecillo sonero único, creador genial y sin fronteras llamado… FERNANDITO! Los prodigios al piano y las canciones profundamente hermosas de Nelson Lugo, siempre más cerca del cielo que del brillante cirujano; la bohemia de voz grave de Tito Saldaña y el eco acariciante de voz única en Horacio y Rafael, quien se escondió el primero, haciéndonos la última broma, dejándonos copia de su imagen de “mellizo pobre”; Arístides Incháustegui, con más notas en el alma que en su atlética voz, quien nos dejó pequeños en Rahintel y se plantó como hermano mayor en escenarios fabulosos de Las Vegas, cuando nosotros apenas amanecíamos al mundo;Julio César Defilló, con su figura desgarbada tratando de alcanzar las nubes y Tito Delgado, a quien no importó esclavizar la inocencia cortejando Margaritas; las angustias de Aníbal de Peña… su voz más hermosa y alta, luego de su espalda en carne viva, las torturas y las garras tenebrosas de Trujillo; Niní Cáffaro, quien con su tesitura de niño virgen, descubrió, mirándose al espejo, que alguien pudo, “Por Amor”… regalar una Estrella”; José Lacay, quien empezó allí una huella profunda y sólida, pisando continentes; Ivette Pereyra, quien nos dejó en los labios la interrogación de lo que hubiera sido su destino cortado de “Gran Estrella”; Damaris Defilló, “Pituka”, aquella zanahoria flaca y bien torneada, con pecas luminosas en el alma y una “Diosa griega” llamada Sonya que nos arrodillaba a todos; Luis Newman, y su novia misteriosa que nunca conocimos, con sus ansias artísticas incontenibles; Gladis Leigthon y Taty García, cantando en impecable inglés; Nery González, Elba Corazón, Marilú y Kilo, Milton Peláez, alma chisporroteante de la canción de humor, capaz de escribir una comedia loca el día del juicio final y conquistar la gloria; Jorge Taveras y Mac Cordero, gateando una existencia entre sueños; Sonia Silvestre y Cecilia García, trinando el ramaje en Sánchez Acosta; la sapiencia y el humor, siempre joven, de Fidencio Garris, las fiestas de Max Reynoso, las resacas de Hugo Gómez Batista, la humildad, al fin premiada, de César Bobadilla; Manuel, nuestro cuidador nocturno, quien desde la obscuridad de sus ojos sin luz, parecía iluminar siempre con su tea de alegrías, deslumbrando con su gran espíritu y su ejemplo, nuestras almas inconformes; nuestras fueron… las mejores horas de Tutín Beras, cuando la vida le preparaba para enfrentar un día la tragedia, las luchas de Homero León Díaz, El Chino, Herodes, Juan Salazar, Yoyo Rodríguez, Sotico, Dany Hernández y Eligio Peña, sembrando, este último, las primaveras del talento en Nany para engañar los dolores; nuestras fueron… con todo el egoísmo… Mariíta Montez y Aida Lucía. Allí nos dejó Piera sus rugidos y acunaba el futuro, una niñita bañada en lágrimas llamada NURIA. Nuestros fueron… en fin, los Lechhorn, Julito Senior, Fernández Caminero, Clara Troncoso, Emmanuel Ramos y su coral de afectos inolvidables persiguiéndonos en procesión pagana, cuando Solano inventó “la Rondalla” e inundamos la ciudad de canciones navideñas y barrios trasnochados de alegría, aguardándonos con jengibre calentado apenas con el corazón, quemando el pecho abrasador, un bosque alborotado de sonrisas de nieve, ojos color diciembre y aleteos de palomas blancas escapando de su espíritu.
Allí nacieron, en nuestras voces atrevidas, las alas vírgenes de un balcón de canciones y con ellas, como tesoro en las alforjas, salimos a repartirlas por el mundo; así se forjaron para siempre grandes himnos, profundos y eternos lazos y afectos, con la nostalgia fiel e inevitable de una pequeña tribu de raza primitiva. Hay algo de todos guardado en cada uno, un trozo de hermandad imperceptible que no ha podido quebrantar el tiempo; recóndita, como orgullo de abuelo manso… envaneciendo la consentida sonrisa.
Se nos quedó en el alma la trompeta en cuarto creciente de Guillo Carías, el bajo de dedos de raqueta de Marino Care’ Caballo y sus chistes ininteligibles, el cigarrillo trágico de Pepito Ramírez… un corazón de notas graves en el instrumento, tan rebeldes como su alma despertando al pie del Bahoruco; se nos fugó sin prisas… el talento desbocado de Carmelo García, a quien el New York Times calificara como “El hombre de la Cara Plástica” en actuaciones del fastuoso Mongo Santamaría en Lincoln Center, con su güira enorme guayando la carcajada ajena en “La Hora del Moro”… y ¡A mí me da’ mi concón!…
Gracias, maestro Solano y Pepe Bonilla por su inspiración elevada más allá del alma de las partituras, vuestra es la gloria. Ustedes construyeron esa historia desde el génesis, con el empeño laborioso de un apostolado bíblico. Gracias, Pepe… aquella sonrisa noble y bondadoso encanto florecen desde tu tumba… Gracias, maestro Solano, sin ustedes, el destino de todos nosotros no hubiese sido el mismo. Jamás hubiésemos encontrado el disfraz. El pensamiento de un Dios solitario, creando un mundo ajeno con el número 7, como los bíblicos días, les pertenece; desde aquel nido volamos ambiciosos donde la nota adulta nos fue posando.
Discúlpenme… me detuve a sollozar la dulzura de una lágrima y retorné lloroso a recoger un recuerdo de acordes… muy mío… un hermoso pedazo de vida… esta gran carga de sueños sembrados en el alma, que en un momento irrepetible… todos compartimos.

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