Luciano Castillo – El olor del poder

Luciano Castillo – El olor del poder

El poder político tiene un olor embrujante como la flor más olorosa y delicada que existe en la madre naturaleza.

El poder huele a política porque la política huele a dinero; hay en estos aspectos una relación de causa a efecto.

En los tiempos eleccionarios, los partidos políticos con olor a poder atraen grupos humanos en avalancha; se forman movimientos reales a irreales; se conforman alianzas políticas inverosímiles y hasta los grupos cívicos autoproclamados árbitros se inclinan emocionalmente hacia el partido más oloroso de poder, porque el olor del poder es una fuente inagotable de prebendas inapreciables y de esperanzas inasibles.

Es lastimero observar como los electores permutan sus ideales y corren tras el partido que más huele a poder.

El olor del poder acerca a los opositores hacia los diferentes estamentos del Estado, mientras los que lo detentan se alejan, sin querer alejarse, de ese olor enervante y caprichoso.

Mientras los primeros están abajo, el olor del poder es compartido por todos de una manera igualitaria y fraternal, cuando se accede al poder, el equilibrio del olor del poder se rompe y los más aptos se quedan con su disfrute y sus beneficios.

Cuando el disfrute del olor posible del poder se convierte en olor real, y se llenan los espacios públicos de los cargos y puestos deseados, comienzan a aparecer de inmediato las maldiciones, los golpes de pecho por las equivocaciones, los ataques frontales a sus antiguos de depredadores del erario público tradicionales aspiran y respiran con fruición el olor del poder real.

Por otro lado, los que disfrutan del olor real del poder no tienen espacios que ofrecer ni donde colocar a los que quieren ascender al poder, y por eso su permanencia en el mismo se aleja rápidamente, aunque el manejo del poder económico los mantiene en la lid por el olor del poder.

En la actualidad, en el partido político con más fuerte olor del poder ya se están repartiendo los cargos y puestos a todos los niveles y hasta es un secreto a voces de que la administración pública debe ser limpiada y ocupada por los militantes de ese partido.

Sin embargo, el olor profundo del poder puede emborrachar y obnubilar a quienes se creen ya en el poder porque huelen a él, y como la realidad es, muchas veces, tentadora y traicionera, puede ser que despiertan de su estado letárgico en un mundo muy distante del poder apetecido.

El olor del poder solamente llega, desgraciadamente, a los grandes grupos políticos, mientras que los grupos más honestos y responsables no lo pueden disfrutar, con el fin de proyectarse en los grupos humanos más necesitados.

¿Podremos, los electores conscientes, en las actuales circunstancias romper ese sortilegio hechizante y discriminatorio del olor del poder?

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