A dos semanas de aquel 8 de abril que marcó por siempre al pueblo dominicano, las afueras de la discoteca Jet Set, escenario del colapso que cobró la vida de 232 personas, ha sido transformado en un santuario improvisado en donde el silencio, el arte y la tristeza conviven.
A diario, decenas de personas que transitan por la avenida Independencia se detienen ante las ruinas del lugar. Algunos para encender velones o dejar flores, mientras que otros lo hacen para hacer videos o tomarse fotografías frente al lugar.
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Entre tanto, en el parqueo reposa la obra de arte titulada “Color de Rosa”, realizada por el artista plástico de origen mexicano, Roberto Márquez. Con tonalidades frías, la pieza ilustra la fiesta que se celebraba a cabo aquella noche y rinde tributo a las víctimas.
En las afueras del Jet Set, las conversaciones entre los espectadores son escasas, pero la tristeza y el dolor es colectivo.