Luis Acosta Moreta

<p>Luis Acosta Moreta</p>

UBI RIVAS
Luis Acosta Moreta, mejor conocido como El Gallo, por aquel ejemplar gallináceo macho enorme de cartón que colocó frente a la residencia rectora del país por 22 años de la avenida Máximo Gómez 25 de la capital dominicana, es un político sui generéis, que se diferencia de muchos otros, no de todos, porque además de su gestión política, labora incansable, con o sin una poltrona.

Luis El Gallo, como se le conoce en todos los lugares recónditos del país, hasta en zonas “extrajudiciales”, donde no llegan los alguaciles, estampó su gerencia política desde antaño, haciendo labor social en las barriadas carenciadas, repartiendo mosquiteros, fumigando insecticidas para los mosquitos y raticidas, aunque entendió que resultaba más permanente que los raticidas, repartir gatos, que compraba en pequeñas granjitas donde los crían en Haina y Baní a $74 cada uno, que resultó más pingüe que engullirlos, como hacen con fruición un club de comedores de mininos azuano.

La Esquina Joven de Hoy del 17 de febrero último, intentó una excelente reseña de Luis El Gallo, y lo consiguió, pero como en un famoso programa de Tv, hay mucho más sobre este personaje singularísimo, avaro para la sonrisa, pero prolífico para las ejecutorias con gracejo y encanto de terapia social.

Como director ejecutivo de la Oficina de Desarrollo de la Comunidad (ODC), un organismo preterido de todos los gobiernos con un presupuestico de $138 millones anual, con 120 oficinas de extensión de labores en la geografía nacional, Luis El Gallo no grita por aumento presupuestario, como en intentos multiplicados de Niños Cantores de Viena hacen coros todos los organismos estatales. ¿O no es así?.

Luis El Gallo se trepa en un tractor, aplana o nivela terrenos, pero también impulsa un arado tirado por un caballo, es el símbolo de su partido Unión Democrática Cristiana, porque él, en verdad, es un caballo trabajando, empalma tuberías en un acueducto rural pequeño, pega blocks en una escuelita.

Todo ese barruntar no solamente es original, sino demostración de eficiencia, de culto al trabajo, sobre todo, cuando es social, que es el reto permanente y sin treguas de Luis El Gallo, sin exhibir pedanterías ni extenuación, no obstante su elevada alzada y su corpachón de luchador de sumo.

Son decenas las comunidades beneficiadas por la acción “directa y en vivo” de este personaje oriundo del remoto Las Matas de Farfán, enclavado en el Sur Profundo, de donde han provenido personajes tan señeros como José Ramírez Conde (Condesito), el más aventajado discípulo de la plástica del inmenso Jaime Colson, o el mayor general E.N. Rafael Radhamés Ramírez Ferreira, con credenciales innecesarias de mencionar, porque caminan solas, airosas y sin miedo.

Luis El Gallo no podrá ser un émulo de nadie, pero sí un ejemplo para muchos, dentro y fuera del trepidar de la política, como lo fuera en su tiempo Rogelio Delgado Bogaert y sus 600 conejas madres en Cabayona, o el doctor Luis Bautista con su granja de pollos mocana, estandartes gratos de políticos que trabajan y producen, como en su tiempo lo fuera Hipólito Mejía con su hortaliza y floristería jarabacoense.

El ejemplo de Rogelio Delgado Bogaert podría asumir su relevo positivo Luis El Gallo impulsando la cría de conejos, que en el espacio de una habitación pequeña, puede albergar un centenar de ellos, con una proporción pasmosa de reproducción que ha debido interesar profundamente a los que dieron con el cialis como energético sexual, por demás, la carne con mayor poder nutritivo, y blanco, sin los percances de la roja. (Cáncer de colon).

Ambulancias para transportar urgencias, juguetes a muchachitos (niños son los acomodados de jardín y piano), cursos de capacitación para beneficiar 35 mil dominicanos de ambos sexos, y si existiera un tercero, Luis El Gallo no se amilanaría yendo en procura de su asistencia social, facilitar obtener la cédula de identidad y electoral.

Son las referencias de un político excepcional que ruego por la profusión de sus ejecutorias. Sólo eso. No más. ¿Sería mucho pedir?…

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