Luis Miguel no siempre ha sido arrogante

Luis Miguel no siempre ha sido arrogante

POR MANUEL EDUARDO SOTO
La imagen que se tiene actualmente de Luis Miguel, el superastro mexicano de la canción romántica que saltó a la fama en grande en 1991, cuando decidió grabar en modernas versiones los boleros del cancionero clásico, es la de un tipo arrogante y despreciativo.

A menudo los programas televisivos de chismes lo muestran acompañado de las más bellas mujeres saliendo de lujosos restaurantes y eludiendo a los periodistas ahora que no los necesita.

Pero, por si usted no lo sabe, existió un Luis Miguel sencillo, amable y dicharachero con el que daba gusto pasar algunos momentos.

Nos tocó la suerte de comprobarlo personalmente un año antes, cuando su álbum “20 años”, producido por Juan Carlos Calderón, hacía estragos en los ránkings disqueros y en las radioemisoras de América Latina, en los centros hispanoparlantes de Estados Unidos y en España, destacándose temas como “Entrégate”, “Tengo todo, excepto a ti”, “Será que no me amas” y “Alguien como tú”.

Era la despedida del Luis Miguel Gallego Basteri, hijo del cantante español Luisito Rey y de la italiana Marcela Basteri, ingenuo y bonachón que conocíamos hasta entonces.

Cenamos en un restaurante de Nueva York con la promotora de su disquera, Warner, la argentina Adriana Iglesias, y a la hora de los postres, cuando entró en confianza, emergió el Luis Miguel que aparte de la música disfrutaba muchísimo contando chistes, con mucha gracia, por cierto. Sus cuentos favoritos eran los de Lepe, el pueblo español de donde provienen las carcajadas en camionadas.

A sus 20 años, era un muchacho sano y bien intencionado con el que daba gusto estar. Al año siguiente, en 1991, sin embargo, caería en las garras del éxito arrollador con el lanzamiento de la primera entrega de sus boleros, titulada “Romance”. Temas como “Inolvidable” y “No sé tú” invadieron las programaciones de todas las radios de habla hispana, y el intérprete cayó víctima de un plan siniestro ideado por sus representantes para convertirlo a toda costa en una superestrella.

Incluso el rey de ese departamento, el español Julio Iglesias, reconoció después de escuchar “Romance” y la imagen que le estaban fabricando a Luis Miguel que “ése va a ser mi sucesor como el cantante más grande de habla hispana”. El distanciamiento de Julio del público es lo que ha generado ese mito de estrella inalcanzable que intriga tanto al público.

De ahí en adelante, desapareció el muchachito simpático que habíamos conocido en la década del 80, vistiendo al estilo de Elvis Presley (con chaqueta y pantalones de cuero) y arreglándose constantemente el mechón rubio que le caía sobre la frente mientras cantaba en un festival de artistas infantiles llevado a cabo en el Madison Square Garden, en el que también participaban Los Chicos de Puerto Rico (con Chayanne entre sus miembros), Los Chamos de Venezuela, Parchís de España y El Chapulín Colorado de México, entre otros.

Si bien la estrategia dio sus frutos en términos de popularidad y venta de discos, su precio fue aislar al ídolo de su público con el fin de que despertara deseos de verlo, llenando estadios y comprando sus discos.

La prensa no tardó en lanzarse con toda su fuerza contra esta imagen prefabricada de Luis Miguel y son innumerables los incidentes en que se vio involucrado el cantante a lo largo de esta etapa, lo que ha sido ignorado por sus admiradoras incondicionales que siguen comprando sus grabaciones, incluso durante etapas de baja en su popularidad, cuando fue reemplazado por Enrique Iglesias, Cristián Castro y el propio Chayanne.

Pero el reloj no se puede echar atrás, por lo que no volveremos a ver al Luis Miguel simpático, ingenuo y dicharachero con el que compartimos una sabrosa cena en 1990, cuando tenía 20 años. ¿Se acordará de ese momento, ahora que tiene su mente concentrada en la presentadora de televisión Myrka de Llanos?

———-

*El autor es periodista chileno, de larga trayectoria internacional, desde hace poco residente en el país.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas