Cuando el maestro Luis Rivera trabajaba en la preparación de la Antología Musical de la Era de Trujillo 1930-1960, le llegó tal cantidad de composiciones dedicadas al dictador que programó una segunda publicación de otros cinco tomos. Ese trabajo le causó una situación de estrés que lo obligó a suspenderlo y guardar cama durante quince días.
Había una fuerte presión por entregarlo en una fecha específica y papá tuvo que emplearse a fondo, lo que le causó inconvenientes porque hubo gente que llegó tarde con la música, y por la depuración, pues había muchas cosas que se le escribieron a Trujillo que no tenían calidad musical y papá la desestimó, refiere José Eliseo Rivera Damirón, hijo del artista, quien aclaró versiones ofrecidas en el reportaje sobre esta colección, lanzada a la basura junto a otros valiosos documentos del Archivo General de Música.
La familia del distinguido músico conserva cuidadosamente encuadernados, estampados con letras doradas, los primeros cinco volúmenes que llegaron al país desde España, donde se imprimieron. Les fueron enviados a don Luis para su aprobación. El segundo juego fue para Trujillo, con encuadernación superior y literatura en pan de oro. Yo la vi en mi casa. Se la entregó a Trujillo el secretario de Bellas Artes, José de Jesús Álvarez. Después, todas las colecciones vinieron directamente a Bellas Artes, afirma.
-¿Hubo músicos que se acercaron a él, mientras trabajaba, para ofrecerle su producción trujillista?-
Pero todos. El problema era la cantidad. Todos los músicos dominicanos que habían escrito algo al régimen se acercaron y llevaron sus obras. No se pudieron incluir todas, sino las más relevantes desde el punto de vista musical, no era lo mismo un merengue de Luis Alberti, de Toño Abreu, que el de un desconocido. Pero esa labor la realizó papá bajo la óptica de que vendría una segunda colección, explicó.
José Eliseo Damirón tenía apenas diez años cuando la casa del laureado director de orquesta se llenaba de personalidades como Pancho García, Julio Alberto Hernández, José Dolores Cerón, Rafael Ignacio, Manuel Rueda y otros que trabajaron en las transcripciones. Vivió el agotamiento de su padre, sabe cual fue su remuneración por esta tarea y recuerda, tras caer el régimen, cómo se recibió en el hogar la noticia de la destrucción de ese acervo, en la cual, asegura, no estuvo envuelto su padre.
No mandó a quemar
Yo no tuviera ningún inconveniente en aceptar que papá hubiese mandado a quemar esas obras para proteger a los músicos dominicanos, te lo hubiese dicho si lo hubiese hecho por esa razón que es, hasta cierto punto loable, pero el que conoció a papá sabe que él era incapaz de dañar algo que él mismo hizo, manifestó Rivera.
Agregó que los libros llegaron directamente a Bellas Artes donde todavía estaban en un furgón cuando ajusticiaron a Trujillo y los quemó una horda de gentes que irrumpió en Bellas Artes. Recuerdo cuando nos llegó la noticia de que habían quemado la colección de música, como quemaron muchas cosas en el Palacio Nacional y en otros sitios.
Algunas colecciones se salvaron, añade. Los Trujillo nunca llegaron a tenerla. Rafael Trujillo Molina sí, y debe estar en manos de una persona muy cercana a él en esa época, era una colección muy vistosa. Tras el tiranicidio, don Luis no ocultó la suya. La mantuvo en su mismo lugar. Nunca hemos ocultado nuestros afectos por la gente que queremos y nuestras simpatías políticas, es una característica de la familia, dijo.
-¿Don Luis tenía simpatías trujillistas?-
No. A pesar de que ahí hay composiciones de papá a Trujillo, nunca le oí hablar bien o mal del régimen, pero fue una persona que contribuyó a hacer su trabajo en beneficio de la sociedad, una persona a la que Trujillo respetó y distinguió, responde. Contó, sin embargo, que Luis Rivera González vivió el trujillato embargado por la amargura y con arrebatos de melancolía. Residía en Cuba desde antes de los años 30, desarrollando una activa carrera musical que aún todavía se le reconoce. Algunas de sus piezas se exhiben en el Museo de la Música de la hermana antilla.
En un viaje que hacía junto al maestro Ernesto Lecuona, hacia Barcelona, hizo escala en Santo Domingo para ver a su abuela, Victoriana González, que estaba enferma, y cuando volvió al barco le dijeron que el Estado había retenido su pasaporte. Eso le cortó las alas, papá iba camino de ser un músico latinoamericano notable, a lo mejor mundialista, como lo fue Lecuona. Dejó de tomar tragos y de asistir a eventos públicos y pienso que se debió a que no quería pasarse de bebida y proferir alguna expresión en contra del régimen, no tal vez porque fuera opositor, sino porque le castró su vida artística internacional, narra.
Manifiesta que a partir de entonces dejó de escribir temas alegres y empezó a ponerse nostálgico porque, efectivamente, no pudo volver a salir, le cortaron las alitas. Eso lo frustró convirtiéndolo en parco, retraído. Ese sentimiento se acentuó, refiere, cuando debió lucir un uniforme militar. El presidente del Consejo Administrativo de Santo Domingo, don Luis Amiama Tió, un gran hombre, serio, decidió que la Banda de Música de ese organismo fuera adscrita a la Policía Nacional y le metieron el uniforme a Luis Rivera, así que papá pasó a llevar un uniforme militar. Entones se volvió más parco.
La antología
José Eliseo no cree que fuera Trujillo quien encargara esa Antología. Me luce que fue un proyecto que se le ocurrió a alguien para agradarlo. No fue un gesto espontáneo de don Luis, quien tuvo a su cargo coleccionar, seleccionar y arreglar para piano toda la música compuesta en honor del Ilustre Benefactor y Padre de la Patria Nueva, desde el periodo que se inicia en 1930, época que los dominicanos agradecidos llamamos con su nombre: Era de Trujillo, escriben los editores. La colección está conformada por 300 merengues de diferentes autores, cien himnos, pasodobles y marchas, y cien composiciones de diversos estilos.
Hace unas semanas, HOY publicó que se dijo que los tomos fueron quemados por instrucciones de Luis Rivera a pocos meses de la eliminación del tirano, para proteger a los autores. No se debió destruir, ese es un patrimonio de República Dominicana donde se invirtió dinero del Estado, mucho tiempo, mucha gente compuso obras para ese libro. Independientemente de las circunstancias políticas que había en ese momento, es algo que debió ser guardado para hacer posible la evaluación de la Era de Trujillo en un momento en que ese periodo y el personaje Trujillo fuesen analizados con menos pasión y más objetividad. Nadie cuestiona que en la época de Trujillo se cometieron tropelías, asesinatos, pero también hubo cosas positivas que debieron haber sido ponderadas, razona Rivera.
Niega que su padre fuese un artista al servicio de la tiranía y que la Antología es obra de adulonería. Tengo esta confidencia: ese trabajo le dejó a mi papá la suma de 35 mil pesos y con eso y un préstamo del Banco Agrícola hicimos nuestra casa en la José Contreras, que costó 50 mil pesos. Ese fue un trabajo ordenado por el Estado, papá lo hizo, eso no quiere decir que tuviéramos o no simpatías por el régimen.
Ángel Miolán, reconocido exiliado antitrujillista, tenía esta colección y en 1981 la donó al Archivo Nacional de Música. Ésta fue arrojada recientemente al zafacón. Se pregunta a José Eliseo cómo pudo obtenerla el legendario político.
Posiblemente del furgón bajaron algunas colecciones para verlas, chequearlas, y no me extraña que don Ángel Miolán tuviese una porque pudo haber tenido acceso a ese tipo de cosas siendo de las personas que en ese momento tuvieron que ver con el usufructo del poder, y esos son tesoros que no llegan a la mano de uno si uno no está en el sitio adecuado. Siendo una persona enemiga del régimen, llegó a buenas manos si la conservaba, y la donó, quiere decir que él, siendo antagónico al régimen de Trujillo, en el que posiblemente debió haber sufrido, supo valorar el trabajo que había ahí y lo preservó. Ese es el ejemplo que debimos seguir: ese tenía toda la autoridad para destruirla y lo que hizo fue conservarla.
Con quemarlas y ahora tirarlas a la basura, señala Rivera Damirón, no se borraron los 30 años de Trujillo. Eso fue un acto de barbarie. A Trujillo lo mataron en 1961 y no hay una sola persona de esa familia en capacidad de ser una posibilidad de vuelta al régimen.
Comenta que para la familia Rivera Damirón esta Antología tiene, además del valor histórico, un valor sentimental, eso significó mucho para mi padre, le costó un surmenage que por poco se muere. Es un legado, una muestra de calidad musical que había en esa época y que hoy, lamentablemente, se ha perdido. No digo que extrañe Salve San Cristóbal ni loas a Trujillo, pero todos los grandes maestros que nos quedan, como Fello Solano, por ejemplo, dicen que la música de este país se quedó atrás….