Luis Scheker Ortiz – Lealtad y militancia

Luis Scheker Ortiz – Lealtad y militancia

La lealtad es una virtud. Una de las más valiosa que tiene el individuo. Se es leal a la familia a la que se pertenece; al amigo que se tiene; al credo, religioso o político, que se profesa; a la patria que nos vio nacer, a la empresa u organización que nos contrata, y sobretodo a sí mismo. A lo que nos ordena nuestra conciencia.

Quien no es leal, es traidor. Admito que el término es muy duro, como advierte el amigo. Traiciona quien reniega de su conciencia, de su credo, o de la confianza en él depositada por egoísmo personal o intereses bastardos. La lealtad no sólo es un instinto natural y humano. Existe en los animales, en seres no pensantes.

Soy leal instintivamente a quien me protege, a quien me cuida, a quien me beneficia con sus acciones, a quien me quiere. Odio o rechazo y combato, por igual, a quien me hiere, me ofende o me perjudica. Es el doble mecanismo instintivo del que nos habla Bertrand Russel en las sociedades primitivas: «Amistad dentro de su propia tribu, hostilidad hacia todas las demás». Ese doble sentimiento persiste en la modernidad. El enemigo alienta la lealtad entre los iguales.

El niño experimenta ese tipo de lealtad instintiva, que suele confundirse con el amor. La lealtad del adulto es más compleja. Sin negar la instintiva, es diferente.

Entra en ella la razón práctica o si se quiere, la conveniencia, que puede estar lejos de lo afectivo. Se es leal por temor, por miedo al castigo o a la pérdida de los favores y ventajas que mi lealtad declarada-no necesariamente sentida- me proporciona o garantiza.

En los partidos políticos, como en toda organización burocrática, incluyendo claro está, la militar o la religiosa, la lealtad es fundamental. Se basa en principios de obediencia al credo, a la autoridad, a la jerarquía. Pero existen niveles de lealtades.

El militante partidista, el soldado o el religioso es, debe ser, obediente a la jerarquía institucional. Sin una cuota mínima de obediencia, de disciplina, toda organización se viene a pique.

No se le falta a ella, sin embargo, cuando ésta misma se traiciona. Cuando, abusando de su autoridad, la dirigencia actúa indebidamente. Manda, ordena, pacta lo prohibido, lo que es contrario a la filosofía y naturaleza de la organización a la que voluntariamente se pertenece. La Lealtad artificial crea un conflicto de intereses o de conciencia.

Nadie está obligado a traicionar su propia conciencia.

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