Río de Janeiro. EFE. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, acorralado ayer por acusaciones de corrupción tras haber sido considerado el líder más carismático de Brasil, regresa a la oposición tras haber transformado al país en 13 años y medio de Gobierno del socialista Partido de Trabajadores (PT).
La destitución de la presidenta Dilma Rousseff aprobada ayer por el Senado convirtió a Lula en la cabeza más visible de la oposición en Brasil, función que desempeñó también durante trece años, entre 1989 y 2002, en los que perdió tres elecciones antes de ser elegido jefe de Estado.
El obrero de origen humilde que huyó de la miseria en la región más pobre de Brasil y vivió todas las penurias antes de destacar como líder sindical y fundar un partido, encabezó los casi 14 años de gobiernos del PT, primero como presidente en dos mandatos (2003-2010) y después con el cerebro gris en la gestión de Rousseff, su ahijada política, en los que Brasil vivió grandes transformaciones.
Pero sus esfuerzos para sacar a los brasileños de la pobreza y convertir a Brasil en un protagonista en el escenario internacional al frente del otrora mayor partido de izquierda de Latinoamérica fueron opacados por la mayor recesión económica, por una crisis política sin precedentes y por escándalos de corrupción que le salpicaron junto a muchos dirigentes del PT.
Ahora Lula tendrá que volver a usar sus dotes de “camaleón” y “animal político” para, en la oposición y desgastado por la percha de corrupto que amenaza con barrer al PT de la política brasileña, resurgir de las cenizas.
A diferencia del enérgico líder opositor que demolía gobernantes con sus críticas y generaba terror en la elite, Lula regresa a oposición como dirigente desgastado.