Brasil, el colorido gigante sudamericano de samba, fútbol y carnaval, escoge mañana un nuevo presidente. Y aunque corren once candidatos, dos centran la contienda: el actual mandatario Jair Bolsonaro, tras su reelección, y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien trata por tercera vez regresar al Planalto.

Brasil, de 8 millones y medio de kilómetros cuadrados, tiene 213 millones de habitantes, y 156 pueden votar.

Bolsonaro, exoficial de la Academia Militar Agujas Negras (AMAN), y en el poder desde 2018, se vende en campaña como un derechista, acérrimo enemigo de la izquierda, defensor del porte de armas, admirador de Trump, amante de la lectura de la Biblia y, quien de vez en cuando, suelta sus anhelo por dictaduras como la de Augusto Pinochet. Un verdadero amasijo de cosas.

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La otra carta, Lula, el antiguo obrero metalúrgico izquierdista, en el poder entre 2003 y 2010, es una figura resonante a nivel internacional. Estableció reformas como el “Hambre Cero”, subsidios a sectores pobres, y resalta haber sacado 30 millones de brasileños de la pobreza. Hoy Lula, favorito para ganar, trata que lo de izquierda no suene mucho, se ha acercado a sectores evangélicos, un poder en Brasil, y evita referirse a las acusaciones que le hicieron pasar año y medio en prisión. El hombre se ha ganado la confianza de sectores que le adversaban, y trata de alejarse del pasado. El último sondeo del Instituto Datafolha le daba a Lula 48% y a Bolsonaro, 34%. De Lula no lograr el 50% más un voto habrá segunda vuelta el 30 de octubre. Pero Lula irse en primera vuelta.