Lula reta a los dudosos con un revivir popular

Lula reta a los dudosos con un revivir popular

Febrero le ha traído unas cuantas cosas buenas a Luis Ignacio Lula da Silva, hasta hace muy poco, el asediado presidente de Brasil.

Una encuesta de opinión publicada durante el fin de semana reveló que el apoyo a su gobierno está regresando a los niveles previos a la crisis por corrupción que estalló en mayo pasado.

Están las cifras de la producción industrial en diciembre, que aparentemente muestran que el año pasado terminó, no con el lloriqueo que algunos esperaban, sino con lo que pudiera ser el comienzo de una recuperación.

Añádese un desempleo y tasas de interés en descenso, un importante incremento en el salario mínimo nacional, recortes en impuestos para la industria de la construcción, una fuerte cosecha en perspectiva, y no menos importante, una oposición aparentemente incapaz de aprovechar al máximo el escándalo de corrupción que rodea al gobierno, y el señor Lula da Silva parece estar en camino de una firme recuperación hacia las elecciones generales de octubre.

En verdad, el presidente retomó sus viejos hábitos esta semana al bajarse de su carro en Brasilia, para palpar la masa de las multitudes, algo que no se veía desde que surgieron por primera vez las acusaciones de que líderes del Partido de los Trabajadores (PT) le habían pagado a los partidarios del gobierno en el Congreso sus votos y que habían sistematizado el uso del financiamiento ilegal de la campaña.

Sin embargo, el señor Lula se equivocaría si esperara que lo fueran a sacar del Planalto en octubre.

Primero, como se sabe, una encuesta positiva no constituye una tendencia. David Fleischer, un politólogo, dice que el resultado positivo de la semana pasada puede haber estado influído por el incremento en el salario mínimo, anunciado previo al sondeo. El señor Lula da Silva tiene que recuperar mucho terreno en su carrera por la Presidencia. Redujo el liderazgo de la principal esperanza de la oposición más popular, José Sierra, pero esta sigue siendo de un considerable 8%, y la tasa de rechazo del presidente de 34% sigue siendo muy elevada. La recuperación del señor Lula puede que también le deba algo a una creciente percepción en el público de que los pecados del PT lo comparten casi todos los partidos políticos, partidarios del gobierno y de la oposición por igual. Si es así, la estrategia de la oposición de dejar que el escándalo “desangre” lentamente al presidente, en lugar de usarlo para atacarlo de frente, puede haber tenido el resultado contrario. Sin embargo, una vez que la campaña empieza en serio, esa estrategia cambiará y el apoyo del presidente será sometido a duras pruebas.

Tampoco el señor Lula está enfrentando un camino cómodo en la economía. Las cifras de la industria en diciembre, si bien mejores a lo que se esperaba, indican que la economía puede haber crecido cerca de 2.5%, en lugar del esperado 2.2%. Muchos economistas que esperaban un crecimiento en 2006 entre 2.5% y 3.5%, han subido sus pronósticos cerca de ese mismo margen, aunque otros comentan que el aumento en diciembre bien se pudiera ignorar porque estuvo motivado exclusivamente porque los detallistas colocaron sus pedidos más tarde de lo habitual.

Es cierto que el empleo ha bajado y que las tasas de interés deberían ayudar a la recuperación del consumo interno; el crecimiento reciente ha estado impulsado principalmente por las exportaciones. El señor Lula Da Silva puede contar con un creciente respaldo popular, no solo por el aumento en el salario mínimo, sino por la amplia recuperación en el poder adquisitivo entre los pobres y la expansión de los programas de alivio a la pobreza.

Pero aún si el crecimiento levanta, está destinado a no llegar al nivel de las necesidades de Brasil o de su potencial. Ninguna ayuda a la pobreza, al margen de su cantidad, puede resolver el problema fundamental del país: que el gobierno gasta en exceso sus recursos, y que gasta mal. En todo caso, el alivio a la pobreza tiende a exacerbar este hecho.

El gasto no discrecional, en particular, en la deuda, las pensiones y la nómina, y un incremento sostenido en otros gastos corrientes, le deja al gobierno solo 2.% de sus ingresos para invertir en infraestructura y otros impulsores del crecimiento.

El ministro de Finanzas ha luchado por evitar que la deuda pública se infle como porcentaje del producto interno bruto, con éxito limitado. Pero el ajuste fiscal necesario se ha realizado casi por completo en el lado de los ingresos. Como dice Raúl Velloso, un especialista en finanzas públicas, el incremento sostenido en el gasto no discrecional como porcentaje del PIB, ha sido posible solo porque ha sido superado cada año por un incremento en la recaudación de impuestos.

Con la carga tributaria cerca de 37% del PIB, los ejes están rechinando. Marcelo Salomón, jefe económico de UNIBANCO, un gran banco local, dice que esto está llevando cada vez más negocios al sector informal. Enfrentar el problema significa reducir el gasto donde duele políticamente: en la nómina del sector público y las pensiones.

Los avances tentativos que se alcanzaron en la última década solo se produjeron en momentos de crisis financieras. Con una fuerte demanda global, altos precios para las materias primas de Brasil y otras exportaciones y océanos de liquidez en los mercados internacionales, Brasil no tiene un estímulo inmediato para actuar.

En realidad, no puede esperarse ningún cambio doloroso en un año de elecciones. Los electores brasileños, desilusionados de las promesas anteriores de un crecimiento espectacular y un gobierno limpio, no parece probable que le otorguen el mandato necesario a ninguno.

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