Luperón propina retreta de garrotazos a Eulogio Buenamoza

Luperón propina retreta de garrotazos a Eulogio Buenamoza

Las componendas, los conciliábulos y los aquelarres arrastrapancista lograron sus malvados propósitos. Los santanistas realizaron la anexión a España. Para anunciar el crimen de lesa patria, iban a utilizar un balcón, pero lo mismo les daba un templete, una tribuna o una balaustrada. Para los vende patria, el “sancta-sanctorum” de su infamia fue un balcón del Palacio de Gobierno frente a la Plaza de la Catedral.

El 18 de marzo de l861, los nefandos sepultureros de la libertad rodearon a Pedro Santana.

Entre los corifeos de la infamia sobresa- lían Antonio Abad Alfáu, Felipe Alfáu, Tomás Bobadilla, José Caminero y Manuel de Regla Mota.

Se impuso el cambio de bandera. La de la cruz armiñada fue reemplazada por la española. La que era República se convirtió en colonia. San Francisco de Macorís hizo resistencia para que de su asta no fuera arriado nuestro tricolor pabellón. En Baní lo mismo hizo, con mucha valentía, la bella señorita Canela Mota que hija era, ¡oh irrisión!  ¡oh, ironía! del anexionista Manuel de Regla Mota.

 Cuando estas cosas ocurren hay que decir que en Sabaneta de Yásica se encontraba establecido como comerciante un joven de 22 años que por nombre llevaba el de Gregorio Luperón. El joven Luperón hacía tiempo que en su comercio no perdía la ocasión para predicarles a los campesinos lo peligroso que era el régimen santanista. El joven Luperón veía que por encima de la patria se cernía la ocasión, la grave amenaza de la anexión a España.

Como comerciante tenía él, el diario trato con muchas personas, y no perdía para desacreditar la anexión y predicar los males que ella traería a la nación dominicana. Luperón ignoraba que el 18 de marzo de 1861 su patria se había convertido en una triste y lánguida colonia española.

Fue el 25 de marzo de 1861 cuando recibió en su comercio de Sabaneta de Yásica una mala noticia. Portadora de esa inquietante noticia fue una carta que recibió de su natal Puerto Plata. Esa carta se la remitieron sus amigos Baldomero Regalado y Federico Sheffember. Entre las cosas que aparecían en la misiva refulgían estas frases de angustia y dolor. “Al fin se ha quitado la máscara el general Santana. Ya la anexión está consumada. Te esperamos para que juntos todos los hijos de este pueblo, nos esforcemos en despertar a los que todavía están aletargados y nos lancemos a la lucha sin mirar los peligros que nos aguardan”.

Enseguida tomó Luperón el camino de su pueblo. Había llovido mucho, los caminos estaban difíciles y los ríos desbordados no daban paso sin grandes riesgos.

Tres días tuvo que emplear para realizar el trayecto de Sabaneta de Yásica a Puerto Plata. Llegó y cuando vio que en la Fortaleza de San Felipe ondeaba airoso el pabellón español, afloraron a sus ojos lágrimas que al deslizarse por su rostro, las sentía como si de lava volcánica se trataran. Fue conminado a presentarse a la Gobernación para que estampara su firma en un acta de adhesión a su Majestad, la reina Isabel Segunda de España. Él se presentó y declaró con valentía, que jamás firmaría para con su apoyo cargar para siempre con lo que constituía “un patricidio”.

Inmediatamente se convirtió en agitador y propagandista, todo en contra de los españoles y sus paniaguados, los anexionistas o españolizados. Fletó una goleta que por nombre tenía “La Esperanza”, la abarrotó de baratas mercaderías y salió para Monte Cristy, más que a vender, a indagar el estado de ánimo de los hombres de esas comarcas, que eran hombres de legendario valor. Se entrevistó con el general Ezequiel Guerrero, quien le aconsejó que no se presentara al pueblo de Guayubín, porqué  porque ahí se encontraba el general Fernando Valerio, quien enseguida lo apresaría. Este Fernando Valerio es el mismo de la famosa “Carga de los Andulleros”, el 30 de Marzo en Santiago, que ahora era autoridad española, y por ende, anexionista de tomo y lomo.

Luperón regresó a Puerto Plata y fatalmente cayó preso. La causa fue un individuo trota-calles, deslenguado y pendenciero, un tipejo lengua suelta y deslenguado, de nombre Eulogio Buenarnoza, un día comenzó a recorrer las calles del pueblo lanzándoles encendidos elogios a los españoles y lo anda también a los españolizados y anexionistas. 

Quiso “El Pájaro Malo” que se pechara frente a frente con Luperón y entonces subió el tono de su voz para desgañitarse pregonando las bondades que esos ilustres blancos que habían llegado representaban en buena hora y en buena ley, para el adecentamiento de la comunidad.

Luperón no pudo soportar los ultrajantes pregones de ese adulón, agarró un garrote y le propinó una verdadera retreta de garrotazos al españolizado Eugenio Buenamoza, el cual quedó idiotizado para el resto de su vida, a consecuencia de los severos machucones. El general Juan Suero (cuyo verdadero nombre era (Ceferino Carmona) intervino a favor de Luperón para que no fuera encerrado en La Fortaleza, sino en la Comandancia de Armas, donde se enteró Luperón que sería enviado como preso de cuidado al “Morro de La Habana”. Con esa noticia decidió escaparse y lo logró, se fue a Haití y de ahí pasó a Nueva York y luego a México. Hasta retornar a su subyugada patria disfrazado de “El Doctor Eugenio”.

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