Como dijimos en el artículo anterior, la Reforma Protestante fue un hecho social, cultural y religioso, principalmente, y como tal se gestó en el tiempo y en medio de circunstancias que la favorecieron. Su trascendencia, sin embargo, sobrepasó esas tres capas de lo que podríamos llamar la sociedad universal. Max Weber, por ejemplo, estudió la Reforma en función de los cambios que indujo en lo que él llama la formación del capitalismo. Los cristianos lo ven casi de manera exclusiva como un acto o fase en la historia de la salvación. Ahora queremos centrarnos en la persona que encarnó la Reforma Protestante, el monje católico Martín Lutero. Ni remotamente puede decirse que Lutero fue la Reforma, pero sí su principal exponente en la fase de la explosión del hecho. En esta fase, incluso, tuvo su equipo, conocido en la historia de la Iglesia como los “amigos de Martín Lutero”, quienes solían participar en las célebres conversaciones de sobremesa.
Lutero nació el 10 de noviembre de 1483, en Eisleben, en el condado de Mansfeld, Turingia, en Alemania. Formaba parte de un hogar pobre en el que su madre se dedicaba a los quehaceres domésticos y su padre trabajaba como obrero minero. Pero no se trataba de una pobreza indigente, pues Lutero pudo desde temprano dedicarse a sus estudios con metas de llegar a la universidad, como en efecto ocurrió. Sus padres eran religiosos, muy austeros y severos en cuanto a la educación de sus hijos, como era lo usual entonces. Después de concluir su formación que hoy llamaríamos secundaria o del bachillerato, Lutero ingresó a la universidad cuando tenía 22 años, a estudiar Derecho, el gran deseo de su progenitor. Muy pronto, sin embargo, estos estudios legales fueron suspendidos ante la decisión del joven universitario de ingresar a un convento, el de los padres agustinos, específicamente el 17 de julio de 1505. Este cambio tan repentino obedeció a rasgos muy específicos de la personalidad de Lutero, un joven que ya mostraba una vocación hacia el misticismo y también empezaba a sentir una curiosidad muy particular hacia el ámbito de lo divino, del sentido de la vida y el destino de la humanidad. Los historiadores y biógrafos de Lutero resaltan que en sus estudios bíblicos, filosóficos y teológicos fue brillante y su comportamiento en el monasterio fue ejemplar. Precisamente, esta vocación por los estudios lo llevó a escudriñar los textos eclesiásticos y a comparar las enseñanzas y la vida de los hombres de la Iglesia con el contenido de las Sagradas Escrituras, por ejemplo. Estos rasgos le ayudarán cuando, sin buscarlo de manera expresa, tenga que enfrentarse a la sabiduría y al poder político de la Iglesia.
Más de un biógrafo ha dicho que Lutero era una persona apasionada, erudito, un religioso que actuaba de buena fe y que buscaba y amaba a Dios de manera sincera, quizás con un alto sentimiento de culpa. Las tensiones que ocupaban su mente por lo que veía a su alrededor lo fueron convirtiendo en un religioso severo e irascible. Lutero estudió en la Universidad de Wittenberg, donde alcanzó un doctorado. En las aulas de esta academia mantuvo por muchos años la cátedra de Sagradas Escrituras. Originalmente enseñaba los salmos, los cuales sabía de memoria. Cuando enseñaba la epístola del apóstol Pablo a los romanos sus tensiones fueron mayores, sus dudas y sus críticas a la Iglesia. A partir de octubre de 1517, cuando hizo pública su crítica puntual a la Iglesia, resumida en las llamadas 95 tesis, el convento, la universidad y su parroquia conocieron a otro Lutero. Se mostró tenaz, combatiente, desafiante, a ratos grosero, con una impresionante capacidad de trabajo y una erudición que le hizo ganar la buena fama de hombre sabio y gran polemista. En su lucha, no estuvo solo. Lucero contó con sus “amigos”, quienes permanecieron a su lado hasta su muerte. Estos fueron Federico el Sabio, su gran apoyo político; Philipp Melanchthon, Johannes Bugenhagen, Georg Spalatin, Justus Jonas, Lukas Cranach y, por supuesto, su esposa Margarita de Bora, con quien procreó seis hijos, tres hombres y tres mujeres. Cada uno de los miembros de este grupo se ocupaba de asuntos relacionados con la Reforma, incluyendo los traslados geográficos de Lutero, su protección y su cuidado porque sufría de insomnio. Impresiona la cantidad de publicaciones, entre folletos y libros, escritos por Lutero para defender sus posiciones y responder los ataques que recibía. Más de 35 obras publicó, incluyendo la traducción de la Biblia del griego al alemán, catecismos, comentarios a libros del Nuevo Testamento, himnos y sermones. Lutero murió a los 63 años, el 18 de febrero de 1546. Seis años después falleció su esposa Catalina.