Lutero y el poder

Lutero y el poder

Hoy existe una enorme cantidad de libros dedicados a describir cómo debe ser el líder dentro de las estructuras de mando.

Los planteamientos modernos presentan el poder desde una perspectiva de lujo, autoridad y casi de endiosamiento.

Sin embargo, esta visión no va a tono con las ideas de un pensador clásico y conservador como Martín Lutero.

Dentro de la iglesia él luchó contra el establecimiento de diferencias y privilegios entre el clericalismo y el común de los creyentes.

“¿Y qué más autoridad puede haber si todos son iguales y tienen el mismo derecho, poder, bienes y honor? Además, nadie anhela ser superior al otro sino que cada uno quiere ser inferior al otro”, escribió.

Para él, donde existen tales hombres no se podría establecer ninguna autoridad, aunque se quisiera, porque su naturaleza e índole no tolera tener superiores, ya que nadie quiere ni puede ser superior.

Entonces, con relación a los obispos y sacerdotes decía que su gobierno no es autoridad o poder sino un servicio o ministerio y que no debían reclamar más autoridad que la de predicar el evangelio y cuidar a los fieles con afecto pastoral.

Estos fueron planteamientos revolucionarios para los cuales exhortaba fuertemente a los líderes de la iglesia escucharlos y respetarlos si querían actuar conforme al verdadero espíritu del evangelio de Cristo.

Pidió, además, tomar en cuenta cuatro principios básicos.

Primero, estimar a los súbditos y preocuparse empeñadamente por ellos.

Segundo, valorar la opinión de todos, incluyendo a los humildes sin pensar que nada tienen que decir.

Tercero, ser cauto a la hora de impartir la justicia. Para él era mejor liberar al culpable antes que condenar al inocente.

Cuarto, que en las tomas de decisiones difíciles el amor fuera la motivación fundamental.

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