Luto y dolor

Luto y dolor

En las comparaciones internacionales, República Dominicana aparece con baja calidad en la educación, poca transparencia gubernamental y mucho despilfarro público; y además, con muchos accidentes de tránsito. Estos accidentes son una pandemia dominicana, causada no por un virus ni una bacteria, sino por la irresponsabilidad de muchos dominicanos y del Estado.

La mayoría de los accidentes en el país se deben a las imprudencias de los conductores y a la falta de medidas públicas adecuadas para organizar el buen flujo del tránsito. Unos conducen a alta velocidad y también embriagados, otros en motores temerarios sin cascos y hasta con varios familiares montados.

El país es también líder internacional en el número de yipetas por habitantes que circulan en las calles. Estos vehículos dan la sensación de poder al conductor, que con facilidad presiona el acelerador sin pensar que los de debajo, que son la mayoría, corren el riesgo de ser arrasados. Vuelan como si estuvieran en naves espaciales, y lo hacen en carreteras, avenidas, y hasta en calles estrechas.

Como muchos dominicanos son temerarios en el guía, se necesita un Estado que con eficacia organice el tránsito. No en base a la arbitrariedad de un AMET que un día más que otro pone multas, sino con sanciones regulares a todo el que viole las reglas establecidas. Cómo evitar el soborno a los agentes es siempre una interrogante, pero mientras exista el cohecho, es difícil aplicar las leyes o hacer que la ciudadanía las cumpla. Ahí tiene un reto el Estado.

Las autoridades de Obras Públicas y municipales tienen también que tomar medidas para hacer el sistema vial dominicano más seguro y reducir el número de accidentes.

Por ejemplo, se sabe desde hace mucho tiempo que el Malecón es peligroso y hay determinadas curvas donde un vehículo a alta velocidad puede volcarse; y la probabilidad de descarrilarse es aún mayor cuando la avenida está húmeda. ¿Por qué entonces no se han tomado medidas correctivas con semáforos, divisiones lumínicas de carriles, y señalamientos claros para alertar mejor a los conductores?

O tomemos el caso de la carretera nueva Santo Domingo-Samaná. No hay que ser ingeniero para darse cuenta que esa carretera es un peligro de cabo a rabo. Hay elevaciones repentinas conjuntamente con curvas, y profundas zanjas a ambos lados de los carriles. Es un cuadro para que se produzcan muchos accidentes. De hecho, la última vez que hice ese viaje vi cuatro accidentes en el regreso a Santo Domingo. Increíble ese alto número para un trayecto relativamente corto.

Tenemos también la proliferación de motores para usos múltiples. Muchos motoristas son imprudentes e irresponsables. Rebasan de cualquier lado, no usan casco, y además, montan toda su familia en la cola. He visto un padre, la madre y dos hijos pequeños en un motor tranquilamente transitando. Todos sin casco. Se dirá que por falta de dinero es su única forma de transportación, pero aun así, los padres deberían pensar en el impacto negativo que tendría para la familia si se produce un accidente. Y si no se percatan, las autoridades deben restringir esa práctica con campañas de educación y multas.

Es tiempo de que el gobierno dominicano tome en serio el problema de los accidentes de tránsito y adopte medidas preventivas eficaces. No es tan complicado ni costoso hacerlo, pero se necesita empeño, preocupación por la seguridad ciudadana, y entender que son muchas las personas que pierden su vida o quedan incapacitadas por esos accidentes que traen luto y dolor a muchas familias, y grandes pérdidas económicas a la sociedad.

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