“Un final oscuro para un brillante iluminador.”
De la película “El nombre de la rosa”
El nombre que llevamos nos identifica y nos da identidad. La primera muestra de que alguien nos interesa es preguntar su nombre. Del mismo modo, cuando conectamos con una persona recordamos como se llama. El nombre responde a la necesidad -y también el deseo- de “ser” y ser designado, por lo que se originó junto al ser humano.
El nombre ha estado desde el principio de los tiempos conocidos, en cambio, en algunas culturas el apellido no existía. Llevar apellidos es algo relativamente nuevo, y viene como destino por el hecho de llegar a la vida en una determinada familia.
La escogencia de la denominación para un hijo es uno de los regalos más hermosos que se le puede realizar. Los padres que se toman la tarea en serio, pasan por un proceso arduo para elegir el nombre propio del hijo, given name en inglés, prénom en francés o nombre de pila como se conoce dentro de las sociedades hispanoparlantes.
Cuando tuve mis hijos, el padre escogió el nombre para el primogénito, Julio Agustín. Yo elegí el nombre de nuestra segunda hija, Chantal Marcelle, y cada uno puso un nombre a la última de nuestros vástagos, Jenny Shalima.
Reconciliarnos con el nombre que llevamos es parte de nuestro proceso de sanación. Hay personas que no se sienten totalmente a gusto con la manera en que han sido nombradas, aunque tal como dijo Lord Byron, “siempre es agradable ver estampado el propio nombre; un libro es siempre un libro, aunque no contenga nada”.
Por otra parte, cuando nos relacionamos con algo que amamos, que ha sido nombrado con anterioridad, solemos ponerle un nombre característico para que nos responda de manera exclusiva. Nicanor Parra escribió al respecto: “El poeta no cumple su palabra si no cambia los nombres de las cosas”. Lo mismo hacen los enamorados.
En mi caso, nunca he tenido sobrenombres o apodos. Una vez, alguien empezó a llamarme cariñosamente “K”. En condiciones especiales, surgió dentro de un grupo el llamarme “Anaka”. Una chamana amiga me llamó “Warachi”, que significa “la que tiene protección de las estrellas”. En un retiro de chamanismo que realicé hace algunos años, inspirada en la tradición nativa americana, me llegó el nombre “Luz Centelleante”.
Durante muchos años usé con mucho orgullo el nombre “Luz Centelleante”. Luego, al pasar el tiempo empecé a tener sentimientos encontrados con relación a lo que interpretaba como significado. La imagen de una luz que prende y apaga no era lo que deseaba, para representar mi trabajo en el espíritu.
Desde el año 1992 he dedicado mi vida, sin interrupciones, al despertar y la expansión de la consciencia. Creí que «centelleante» era sinónimo de «inestable», y dejé de usar el nombre. Jamás sospeché que una importante parte de la sanación de mi historia profesional vendría a partir de hacer las paces con etse nombre.
En la película “The others” (los otros), el personaje de la protagonista Nicole Kidman dice: “Lo único que se mueve aquí es la luz, pero lo cambia todo.”Hace unos días, navegando por la web me encontré con la historia de las luciérnagas, ¡y quedé maravillada!
Allí supe que en muchas tradiciones, la luciérnaga es el símbolo del despertar de la conciencia, ya que mientras otros insectos se comunican por sonidos o contactos, las luciérnagas expresan sus emociones por relumbres. ¡Las luciérnagas hablan en un lenguaje de luz!
Por muchos años me dediqué a la comunicación social. Fue muy llamativo el hecho de que mi primer programa de radio se llamó “Despertando Consciencias”. Al cabo de unos años, mi padre falleció, y abrí un blog para desahogar los sentimientos del duelo. Como ya no tenía el show radial, y me gustaba mucho el nombre, lo denominé del mismo modo.
Las luciérnagas(una forma de escarabajo), suelen ser el animal de poder de las personas que guían las almas cuando salen del cuerpo, por una muerte física o un importante duelo emocional. Mi familia espiritual son los “barqueros”, que proviene de una división de la familia de los “sanadores”, cuya misión es ayudar a las almas a transitar de mejor modo las experiencias de cambio (matrimonios, divorcios, migraciones, cambios de empleos, quiebras, emprender proyectos, etc).
Las más de 2,000 especies de luciérnagas se encuentran en regiones templadas y húmedas, igual que las mariposasy laslibélulas, otros de los insectos asociados a mi trayectoria. Quise llamar al primer grupo de formación que creé “el vuelo de las mariposas”, pero como mi amiga Adalgisa me comunicó que le pondría a sus galletas “butterfly cookies”, Maya me dijo que las libélulas también eran bonitas y lo llamé “el club de las libélulas”.
Además de mi estrecha relación con las libélulas desde el año 2003, de mis tres animales de poder ¡dos son insectos!, la mosca y la hormiga. La cadena de sincronicidades alrededor de las luciérnagas me hizo sintonizar con una inmensa alegría. ¡Me sentía como si hubiese descubierto un continente!
De repente, el nombre “Luz Centelleante” se llenó de significado y me aportó mucha claridad acerca del momento en que lo recibí, y los acontecimientos que he vivido. La cereza del pastel fue conocer el misterio de la intermitencia lumínica de las luciérnagas.
Ells llevan en sus entrañas una substancia llamada luciferina que reacciona con el oxígeno produciendo luz, sin apenas generar calor. La luz brilla de un modo específico en cada especie, y la utilizan para encontrar pareja.
Los científicos desconocen cómo estos insectos regulan el proceso de encender y apagar su luz. Se cree que además de medio de comunicación, usan la intermitencia como mecanismo de defensa, ya que algo que emite luz no es un bocado apetitoso.
No pude resistir el compartir contigo la alegría de reconocer que TODO tiene siempre sentido. Me reconozco como una “Luz Centelleante” que comunica sus emociones en forma de relumbres, igual que las luciérnagas.
A propósito de Love Vision, un programa que creé para acompañarnos a transformarnos desde el amor, econtré una frase del poeta ítalo-argentinoAntonio Porchiaque relaciona a los insectos con la capacidad de amar: “Si amas al sol que te alumbra, tal vez amas y si amas a un insecto, ¡amas!”.
Sumo las luciérnagas a mi colección de insectos amados, al mismo tiempo que les agradezco su medicina.