La sala de exposiciones de la Embajada de Francia nos presenta una exposición que convoca a los artistas dominicanos para expresarse a través de un proyecto innovador y multidisciplinario, en el que la luz y el ritmo son los ingredientes. En una primera etapa se trata de reflexionar sobre la luz y el ritmo que identifican el Caribe en toda su geografía insular. Esto es, sin dudas, una excelente opción para crear un diálogo estético entre la diversidad multidisciplinaria de los soportes y medios de expresión artísticos.
En la exhibición participan pintores como Wali Vidal, que con una obra escenifica la visión más inmediata del Caribe musical y danzante, en un ambiente de combo enloquecido, en el que la composición de la imagen despierta el ritmo por los colores encendidos de los trajes de las bailarinas del frente de tarima que imponen sus movimientos en sus cuerpos envueltos en el color amarillo azafrán y que marcan una secuencia visual donde el gesto de las piernas y brazos de las mujeres animan la tela.
Fausto Ruiz, fotógrafo, se caracteriza por la sugestión de la imagen siempre discreta y anónima con unos efectos de sombras que nos invitan a adivinar el sitio y el lugar donde la imagen fue tomada. Ortiz es un maestro en la poética de la imagen en blanco y negro, evitando que el color se imponga e impida romper un mensaje que siempre es confidencial. Si el color se mantiene, es justamente para servir el mensaje. En su obra Sombras del silencio nos presenta una pared ocre y blanca, que recibe la proyección de la sombra del cuerpo de una mujer bailando en la esquina de una acera; la mujer no la vemos, pero sí la adivinamos, en esa pared que recibe su esbozo en sombras como si el muro fuera una pantalla, la fotografía es la sombra resultado de la luz, cuando intenta enfocar el objeto.
Es obvio que aquí tenemos más que una fotografía, un concepto visual donde luz y sombra van de la mano en una propuesta dialéctica de la imagen que también sirve en dualidad la convivencia de elementos contrarios, opuestos, pero al servicio de una totalidad que propone una idea, una visión, en este caso no hay sombra sin luz…
La poeta Ángela Hernández participa con una reflexión que referimos porque acompaña las obras mencionadas. Esa luz lame nuestra sangre y filtra nuestra memoria. Esa luz es follaje terrestre y espejo marino. Esa luz ha formado nuestra piel espiritual y se ha colado a nuestras emociones
Con la obra de Amaury Suárez Un nuevo amanecer entramos en una sensación que se conjuga se inmediato con el cielo y la tierra. La tierra y el agua; el aire y el sol.
Aquí, el blanco y negro sirven una geometría de perspectiva horizontal con un sol levante que se ofrece al hombre como ánimo espiritual por la vida. Todos los surcos del arrozal inundados ofrecen espacios plomizos que reflejan toda la fuerza del trabajo del peón agrícola arrocero, en un amanecer de vida donde el hombre está en el centro cargando el resultado de su trabajo en una trayectoria hacia el infinito que puede tener por lectura un trabajo opresor que nunca se termina, un trabajo que es la única posibilidad de vida. Obteniendo un gran equilibrio en la composición donde todos los matices del blanco y el negro conviven para evocar la llegada de la luz del sol en un espacio invadido por las aguas de la condición humana dentro de su realidad social.
El artista Amaury Suárez expresa con precisión que el Caribe es contraste dual que se manifiesta en luz y sombra
La luz y la sombra para un artista visual es el ingrediente existencial que nutre sus obras en cuanto a los matices y contrastes de la composición. Nuestro planeta Tierra recibe el mismo sol, la misma luna, en toda su geografía planetaria; sin embargo, en cada espacio terrestre las luces y las sombras tienen lenguajes visuales diferentes y se manifiestan en un gran abanico de horarios opuestos, que cuando en un lugar se acuesta el sol en otro se levanta, y estos fenómenos contribuyen a una mística que se manifiesta en las obras de arte. Los impresionistas franceses fueron a buscar la luz del mediterráneo, lo que significó grandes revoluciones en el color y la composición que podemos analizar en las obras de Cézanne y Van Gogh.
La luz influye en el tratamiento y evidencia del color hasta convertirse en una obsesión de investigación que el maestro Cézanne trató con la variedad de composición cromática de la montagne Sainte Victoire. Así como hablamos de la luz del mediterráneo, el Caribe tiene su propia luz, y los maestros han conducido sus obras tomando en cuenta todas las posibilidades de matices cromáticas a través del sol caribeño.
El maestro Plutarco Andújar supo manejar una luz anunciadora de vida en una perfecta armonía de tonos blancos y apenas verdosos para proyectar en la tela la dulzura del amanecer sobre las aguas de un mar Caribe en descanso. Es una luz de paz que arranca el día. El maestro Yoryi Morel toma una dimensión secreta en los atardeceres en las parejas que bailan merengue bajo un bombillo que apenas permite divisar a los bailarines. Esta relación del día y de la noche se enriquece en el Caribe por la potencialidad de vida que se complementa y se matiza entre revelación y clandestinidad, ruido y silencio.
La exposición Luz y ritmo en el Caribe, concebida bajo una reflexión de la Alianza Francesa de Santo Domingo, compartida con los artistas dominicanos Manuel Llibre, Amaury Suárez y Fausto Ortiz, nació en noviembre del 2011 en Santiago de los Caballeros durante una misión de la Delegación General de la Alianza Francesa de París. Hoy día, se concretiza con una dinámica integradora con artistas como el maestro Rafael Mirabal, músico joven y valeroso, que creó y escribió una música inédita, que tituló Rirmontir, con percusiones que evocan los sonidos del viento y del mar. Maricarmen Rodríguez se destacó con una danza performance Dembow inagotable.
Ángel Urrely confirma su sentido crítico y del humor con un Mapa de la locura urbana, en el que este excelente artista plástico maneja el dibujo y el espacio con una factura muy propia que evidencia una gran poética visual en la percepción del espacio.
Raúl Morilla instala un proyecto que escenifica y dramatiza el espacio urbano a través del lenguaje femenino en una semántica de desnudez y geometrías como sugerencia de ruptura de los mitos y tabúes. Joan Padilla con su video Frontera y Manuel Llibre con la fotografía presentan Memorias del Sol, logrando romper todos los estereotipos del Caribe en unas propuestas visuales que lo integran al mundo.
La exposición será itinerante durante un año por el Caribe, y se presentará en la isla Guadalupe, enriqueciéndose de artistas guadalupanos; llevando las mismas perspectivas con Haití y otros lugares, anchando así una visión compartida desde su idea inicial. Están invitados a visitarla en la Sala de Exposiciones de la Embajada de Francia en Santo Domingo, de la calle Las Damas, en el corazón de la Ciudad Colonial, durante el mes de noviembre en curso. Esta visita representa una oportunidad para reflexionar y compartir la estética del Caribe.