M. Darío Contreras – La responsabilidad

M. Darío Contreras – La responsabilidad

Según la Biblia, el primer encuentro entre Jehová Dios y los padres de la raza humana, Adán y Eva, entraña un asunto de importancia fundamental para el homo sapiens: la pérdida de la inocencia significa la muerte.

Así lo advirtió Dios a Adán en el Jardín del Edén, Génesis 2:16 17: «De todo árbol del huerto podrás comer; más del ╡rbol de la Ciencia del Bien y del Mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». ¿Por qué Jehová quería mantener a su máxima creación en un estado de ignorancia, amenazándolo de muerte en caso del incumplimiento de su mandato?

La explicación más socorrida es que Dios castigó a Adán y a Eva por haberle desobedecido. Otros consideran que más que una desobediencia, lo que aconteció fue un acto de irresponsabilidad: Adán culpó a Eva y Eva culpó a la serpiente por haberla seducido, es decir, ambos culparon al otro por su acción. O significa el castigo de Dios que la única opción válida para los inocentes es ser obedientes. Sin embargo, existe una pregunta más profunda sobre la motivación de Jehová para no querer que Adán y su mujer adquirieran conciencia (discernimiento entre del bien y el mal y sus consecuencias). ¿Qué implicaba para el hombre perder su inocencia, poder distinguir entre el Bien y el Mal? Simplemente que tendría que ser responsable por sus actos. Quizás lo que más nos distingue de los animales es nuestra capacidad para evaluar nuestros pensamientos y acciones como buenos o malos, es decir, hacer uso de lo que comúnmente llamamos conciencia. Más que nuestra capacidad mental, lo que nos hace más humanos es que somos seres conscientes pues, aunque en menor grado, los animales también tienen inteligencia, razón y sentimientos. Y actuar conscientemente significa sentir, pensar, querer y obrar con pleno conocimiento de lo que se hace.

Para pecar se necesita tener conciencia. Los niños pequeños, los locos y los animales no pueden pecar, por lo tanto, no son responsables de sus actos. Así lo reconocen las legislaciones de los distintos países. Uno de los peores insultos que se le puede enrostrar a una persona es tildarla de «inconsciente». Las religiones han creado sus cielos e infiernos para impartir justicia con relación a nuestros actos pecaminosos. De la misma manera, los actos irresponsables merecen nuestro repudio por la falta de compromiso con las consecuencias de nuestros actos libres, voluntarios y conscientes. La irresponsabilidad, como lo han esgrimido otros, es un mal que carcome las bases fundamentales de una sociedad, como son la confianza y el sentido de la solidaridad. ¡Cuántos atropellos e injusticias no se han cometido en nuestro país escudándose en la obediencia a «órdenes superiores» o en «llamados del destino»!

El valor de la responsabilidad es vital para que un país o una empresa funcionen adecuadamente. Asimismo, a nivel mundial necesitamos una ética de la responsabilidad, si es que queremos conservar el planeta Tierra. Los conocimientos acumulados por el ser humano lo han convertido en un Creador o Destructor de la naturaleza, una especie de semidiós. Somos la punta de lanza del proceso evolutivo que se inició hace millones de años, pues tenemos en nuestro poder la capacidad para alterar el curso evolutivo del planeta que habitamos, ya sea para bien o para mal. El conocimiento, sin estar acompañado de un sentido ético de la responsabilidad, puede conducirnos a la destrucción de ese mundo puesto a nuestra disposición por el Gran Arquitecto del Universo. Parece como si el ser humano estuviera impedido, según la versión bíblica del Génesis, de alcanzar el ╡rbol de la Vida, sembrado también en el huerto del Edén. El comer de este árbol le permitiría vivir para siempre, pero el precio que pagó el hombre por su gran curiosidad fue lograr su expulsión y ser impedido de llegar al mismo por los querubines que fueron apostados por Dios (Génesis 2:22 24).

Sabemos que la misma Biblia también habla de cómo el ser humano puede alcanzar la vida eterna. No nos adentraremos en este tema, pero sí queremos señalar que el valor de la responsabilidad es parte constituyente de las fórmulas salvadoras planteadas por los distintos credos religiosos, ya que la liberación y el desarrollo humano dependen del compromiso con que asumimos las consecuencias y las lecciones de nuestros yerros y aciertos. Resumiendo, si es que existe salvación eterna, el ser humano consciente es el que labra su propia liberación mediante la responsabilidad.

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