M. Darío Contreras – Sangre, sudor y lágrimas

M. Darío Contreras – Sangre, sudor y lágrimas

El 13 de mayo de 1940, el recién designado Primer Ministro inglés, Winston Churchill, pronunció un discurso ante el Parlamento Británico, en el que dijo: «No tengo para ofreceros otra cosa que sangre, sudor y lágrimas». En ese momento decisivo de la historia moderna, se cernía sobre las democracias europeas el dominio por parte de un trastornado megalómano, Adolfo Hitler, quién en esos instantes arrollaba a Europa Occidental mediante un avance «blizkrieg» que parecía incontenible.

La Cámara de los Comunes había repudiado al Primer Ministro, Neville Chamberlain por considerarlo ineficaz frente a los continuos avances de los alemanes, y éste optó por renunciar.

La República Dominicana se encuentra en estos momentos en una situación de crisis económica, social y política, complicada por la situación de ingobernabilidad en el vecino país de Haitó. Aunque no estamos en inminente peligro de zozobrar por el avance de una maquinaria bélica, sí nos encontramos ante la posibilidad de caer en una situación también de ingobernabilidad, en caso de que nuestros principales actores políticos actúen imprudentemente, de espaldas a las grandes mayorías que anhelan brisas más auspiciosas en el litoral nacional.

Estos tiempos ameritan realizar un serio diagnóstico de nuestra situación nacional y proceder a implementar los correctivos necesarios, y no ofrecerle a la enferma sociedad dominicana paliativos que no darán resultado. Son momentos de ofrecer a la ciudadanía una ponderada visión del futuro y cómo se ha de lograr, con «sangre, sudor y lágrimas», recuperarnos de los errores y omisiones del pasado, y del presente, que nos han colocado en el mismo borde del abismo. ¿Actuarán nuestros líderes políticos con la valentía y la visión de Winston Churchill?

Traigo a colación una anécdota que se le atribuye al Mariscal de Campo alemán, Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, quién al ser cuestionado sobre su opinión respecto a cuál soldado, entre los que había cometido, era al que más admiraba, respondió: «En mi opinión, el soldado inglés, pues nunca se da por aludido cuando están perdido». En una palabra, no sabe cuando rendirse. Anotamos que Rommel llegó a conocer, además de sus compatriotas, a los soldados franceses, a los italianos, a los canadienses, a los australianos, a los norteamericanos y, por supuesto, a los ingleses. Los dominicanos también debemos fortalecernos y no rendirnos a los cantos de sirena o a las promesas, por tentadoras que sean, de aquellos cuya visión se encuentra nublada por la ambición del poder y del protagonismo.

Debemos recordar las grandes expectativas que embargaba a la población dominicana con la muerte del dictador Rafael Trujillo: muerto el tirano, la democracia se daba por descontado. Tenemos más de 40 años después de la muerte del Generalísimo, y aún no hemos logrado disfrutar de la democracia que anhelábamos durante la dictadura. La respuesta es sencilla: todavía no hemos creado al Homor democrático dominicano. Esta lección de nuestra historia nos debe servir de ejemplo para no crear falsas expectativas en cuanto a una bonanza económica, como producto de un cambio de gobierno. El gran reto del próximo gobierno será el de restituir la confianza perdida mediante planes concretos con visión de futuro de nación que vaya más allá de los cuatro años del período presidencial. Somos de la opinión que la gran mayoría del país está ansiosa para abordar y apoyar un Pacto Decenal para el Desarrollo Sostenible. ¿Están los partidos políticos y sus líderes preparados para tal Pacto? ¡Estamos hartos de seguir escuchando las quejas y acusaciones irresponsables que constantemente prefieren los gobernantes de turno, achacándole todos los males a las administraciones anteriores!

Como colofón a estas líneas, los que hoy gozan de mayor simpatía en las encuestas no deben dejarse llevar por las apariencias y creerse que su repunte se debe a una verdadera aprobación por el electorado de sus ideas o actuaciones pasadas. Detrás de esta simpatía se encuentra el deseo del pueblo de castigar a los que hoy se culpan de haber defraudado la confianza depositada en ellos. Y para que no se olviden, basta mencionar las elecciones de los años 2000 y 2002.

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