M. Darío Contreras – «Y conoceréis la verdad….»

M. Darío Contreras – «Y conoceréis la verdad….»

Pocos versículos de la Biblia han sido citado tantas veces, y también mal interpretados, como el número 8:32 del Evangelio de San Juan. En este versículo, Jesús de Nazaret les dice a los fariseos que «conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».

Los judíos, especialmente los denominados fariseos, creían que con la lectura de las Escrituras, la observancia de los rituales y el exteriorizar su conformidad con los preceptos religiosos judíos, era suficiente para cumplir con los mandamientos de su religión y así garantizarse la salvación eterna. Quizás algo parecido a lo que ocurre aquí, y en otras partes, con todo aquellos «devotos» que consideran que el ir a una misa semanal les garantiza un boleto de entrada al reino de los cielos, aunque durante la semana sean puros «rambos» con un cuchillo atravesado en la boca después de todo, ellos también son padres de familia.

Decía el excelso filósofo y pensador alemán, Immanuel Kant, que «la felicidad no se busca, se merece». Podríamos decir algo parecido con relación a la verdad: «la verdad no se busca, ella nos encuentra». Hay muchos que han buscado un tesoro toda la vida y no han podido encontrarlo, y aún encontrándolo, no han sabido apreciarlo. Todo lo que se rige por la verdad obedece a una ley de causa y efecto. Muchos conocen las leyes, pero no todos las respetan o aplican. Para poder integrar la Verdad a nuestras vidas, se necesita algo más que el conocimiento o la astucia. Ante todo, se necesita humildad para reconocer lo poco que sabemos. Con razón nos decía el filósofo Sócrates hace 2,500 años que «Yo sólo sé que no sé nada». Y sin embargo, el oráculo de Delfos, al preguntársele quién era el hombre más sabio de Grecia, respondió que era Sócrates.

La verdad, según lo afirmó Jesús, tiene el poder de la liberación. La verdad nunca puede conducir a la esclavitud, ya sea la que se refiere a la que nos imponen los otros o, más aún, la que nos imponemos a nosotros mismos. El hombre puede sentirse libre aún dentro de un calabozo, ya que el pensamiento no puede ser aprisionado, a menos que así lo consintamos. Aunque muchos no lo sepan, la peor esclavitud es la que el ser humano se auto impone por carecer de espíritu crítico, pues resulta ser un rehén de sus pasiones y presunciones. El que se dice enamorado de la verdad debe disponer de ciertos atributos, como son: la tolerancia, la indagación, el buen juicio, el análisis y la sistematización, entre otros.

El modo como percibimos la verdad puede transformarse con el tiempo, debido a factores biológicos, psicológicos, de experiencia y de aprendizaje. El abanico de posibilidades puede abrirse o cerrarse, dependiendo de los cambios en nuestras actitudes. Lo importante es mantener vigentes los recién mencionados atributos y, sobre todo, convertirnos en seres más humildes mientras mayor conocimiento acumulemos. Nuestras mentes finitas jamás podrán aprehender todo lo que hay que conocer. Para aquellos que viven vanagloriándose de estrujarle la «verdad» a los otros, recordémosle lo que el gran periodista don Rafael Herrera repetía con frecuencia: «Tú me dices tú verdad, que yo te responderé con la mía».

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