No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey. Claramente, el machismo incluye sentimientos de superioridad, autoridad, poder, y mucho orgullo; sentimientos a los cuales todos podemos acceder, adquirir y disfrutar sin costo y poco riesgo, si se sabe manejar. Produce tanto placer, que se es rey sin tener trono, ni reina, ni súbditos.
Tiene complicaciones: suele ser, como el orgullo, una conducta autista, neurótica, que involucra formas diversas de auto-complacencia y fantasías, como las del Rey de la canción ranchera. Suele asociarse con pornografía, fetichismo sexual y afines. Desde luego, el portador de esa actitud, la obtuvo en su ambiente familiar y cultural desde la niñez, y elementos fundamentales de la estructura de su sociedad lo generan y lo refuerzan sistemáticamente.Una de las consecuencias del machismo es lo que podría llamarse homosociabilidad, esto es, sociabilidad habitual o preferencial con personas del mismo sexo.
Cosa que viene de la antigüedad greco-romana, donde se preguntaban si la mujer tenía alma y, considerada inferior, servía para sexo y procreación, pero excepcionalmente para el amor y la amistad, cosa solamente posible entre iguales. De ahí que muchos filósofos, estadistas y guerreros, preferían la comprensión y la ternura de otros varones. (No por genética). El mundo civilizado siempre ha sido uno de guerreros, políticos, negociantes, científicos y sabios y, en buena medida, de trabajadores, pero siempre de varones.
Todos ellos miembros de fuerzas que, como la política y la economía, constituyen otras formas de hacer la guerra. En diferentes épocas, como miembros de ejércitos, de órdenes de religiosos, de academias (las llamadas instituciones totales), así como de clubes semi-exclusivos, peñas intelectuales, grupos deportivos, de juegos y entretenimientos; los hombres emplean gran cantidad de tiempo entre varones. Parte del mismo, fantaseando acerca de mujeres, cada cual obligado a allantar, creándose así un juego simbólico de poder-estatus, especie de mitología urbana.Predominan los temas de negocios y de política, y el culto a la gastronomía y a la enológica, formas en boga de idolatría.
Exquisitos manjares y delicados vinos se comparten entre varones, no sólo porque muchas mujeres no están interesadas en esos asuntos, sino también con la esposa -aducen- se gasta el doble y se goza la mitad. Así, pues, el machismo propende a la homosociabilidad. Por lo cual un verdadero varón deberá estar muy agradecido de que la evolución de la mujer y los valores cristianos, nos permitan compartir con ellas, amarlas en igualdad, y no tener que lamentarnos como el Profesor Higgins, el personaje de Bernard Shaw en Pigmalión: Why cant a woman be more like a man? (¿Por qué no pueden las mujeres parecerse más a los hombres?).