Macondo en Santo Domingo o la filosofía de la voladura de seso de García Márquez y José Cestero

Macondo en Santo Domingo o la filosofía de la voladura de seso de García Márquez y José Cestero

“Una obra es eterna, no porque imponga un sentido único a hombres diferentes, sino porque sugiere sentidos diferentes a un hombre único” …

Roland Barthes (1915-1980). Crítica y verdad (1966).

El diálogo acrónico y extasiado de José Cestero (1937) con célebres escritores de procedencias, épocas y géneros tan disímiles como Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), Erasmo de Rotterdam (1466-1536), Federico García Lorca (1898-1936), Alejo Carpentier (1904-1980), Juan Bosch (1909-2001) y Gabriel García Márquez (1927-2014), florece como especie de reino facticius y/o mágico raudal de cifras y presagios encarnados a través de varias colecciones de pinturas y dibujos, producidas por este genial, prolífico y consagrado artista dominicano durante las últimas cuatro décadas.

La temática que suma la cartografía literaria universal a la obra global de José Cestero, registra unos niveles óptimos de desarrollo creativo y productivo en varias series de obras sobre tela y papel, basadas en la célebre obra de Miguel de Cervantes Saavedra El ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha (1605), texto fictivo cumbre de la lengua española, uno de los clásicos más influyente de la literatura hispánica hasta el grado de seguir inspirando diversas manifestaciones artísticas y humanísticas de repercusiones trascendentales.

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Desde luego, la osadía de una tentativa invocatoria de las pulsiones etiológicas del diálogo inefable de José Cestero y Miguel de Cervantes, precisa el rastreo de su unanimidad sensible, ontológica, telúrica y discursiva con Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez, baquianos prodigiosos y tutelares de la cosmovisión recontextualizadora y rizomática de América Latina y el Caribe desde sus poéticas surrealistas del realismo mágico y lo real maravilloso, “donde lo insólito es cotidiano”, tal como estalla y se consuma en la trama totalizante de Cien años de soledad (1967), prueba suprema del “Boom literario latinoamericano” del siglo XX y cuyo influjo sería clave para la concesión del Premio Nobel de Literatura a García Márquez en 1982.

Carlos Fuentes definiría Cien años de soledad como “El Quijote americano”. Y ciertamente, estas dos apoteosis literarias universales, separadas por más de tres siglos, contienen tantas analogías que en esta breve nota sería imposible subrayar. Mas he aquí algunas que se imponen ipso facto. Los inicios, evocando las fugacidades y ráfagas mundológicas de sus héroes: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. …/Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…

Asimismo, la presencia del destino como eje vital y temporal de sus personajes; el lugar erigido sobre la ficción: La Mancha/Macondo; el idealismo característico de sus dos héroes guerreros: Alonso Quijano/Aureliano Buendía; su febril relación con las mujeres y la mirada perpetuamente irónica sobre el poder político: Sancho Panza, gobernador de la Ínsula Barataria/Apolinar Moscote, primer corregidor de Macondo.

Macondo es la comarca espectral y fascinante de Cien años de soledad, novela en la que Gabriel García Márquez representa la constelación del árbol genealógico engendrado por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, patriarca y protectora de “una familia de locos” y una estirpe maldita de siete generaciones que se repiten y mueren en el ciclo profetizado de un siglo de soledad. Macondo es el territorio del hechizo; espacio originario de todas las paradojas del tiempo memorial. Macondo es la más arrebatada y plena heterotopia de América Latina y el Caribe, lugar donde la magia, el sueño y la realidad se fusionan perfectamente.

“Macondo en Santo Domingo” es el título de una genial y cautivadora colección de obras pictóricas de José Cestero que constituye prueba axiomática, tanto de su pacto lúdico con el Premio Nobel colombiano, como de su infusa celebración de sus episodios, escenarios, pasajes, personajes, trances y asombros favoritos en la historia fictiva de Cien años de soledad.

Compuesta por 22 pinturas en acrílica sobre tela de exquisita factura estética, “Macondo en Santo Domingo” es una colección concebida originalmente en el año 2007 y en el marco de la celebración de los cincuenta años de la primera edición de Cien años de soledad. La colección nos revela un especial momento de plenitud creativa que se intensifica a partir de la estrecha y fructífera colaboración de José Cestero con su amiga y admiradora Verónica Sención, editora, productora y gestora cultural de amplia trayectoria, vinculada durante décadas a las áreas de la literatura, la industria editorial, el teatro, la música clásica, las artes visuales y la televisión cultural. (1).

Precisamente, en 2005, José Cestero y Verónica Sención combinaron pasión y dedicación para celebrar el 400 aniversario de la primera edición de El Quijote, produciendo una espectacular exposición itinerante, compuesta por más de 60 obras, entre pinturas sobre tela y dibujos sobre papel, inspiradas en los capítulos y pasajes más famosos de la obra. Titulada “Andanzas de El Quijote”, aquella gran muestra se presentó con éxito rotundo en varias instituciones culturales de República Dominicana, incluyendo el Museo de Arte Moderno y la Universidad Autónoma de Santo Domingo, escalando luego de manera impactante en prestigiosos museos y espacios culturales de los Estados Unidos (Washington, DC, 2005); Italia (2006) y España (2007).

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Avisada de la adictiva aplicación de José Cestero a las elaboraciones desquiciantes de la imaginación creadora y ante la esplendorosa efectividad de su entrañable y cuántica dialéctica con El Príncipe de los Ingenios, ¿acaso no era previsible que Verónica Sención confiara al más genial imaginero dominicano del delirio y lo real maravilloso, el trabajo límite de invocar y resucitar las almas desatadas de los fundadores, héroes, matriarcas, vírgenes, gitanos, agonistas, amadores, figurines, alquimistas, milagreros, cartógrafos y relatores más radicales de Macondo, para celebrar en Santo Domingo el primer medio siglo de Cien años de soledad?

Con puntería imaginativa y expresiva impresionante, José Cestero traspasa otra vez los umbrales del exceso y la sorpresa con una demostración tope y fulminante de su genialidad creadora al reedificar, transfigurar y redimir a Macondo como lugar otro; espacio heterotópico, híbrido y encaprichado, situando las aventuras, proezas y otredades de los macondianos en una teatralidad portátil, reversible y arreciadora de la suspensión de incredulidad y el mismo potencial placentero de sus territorios de la ficción y el delirio.

Esto se aprecia especialmente en obras como “Vista panorámica de la comarca de Macondo”; “La llegada de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán a Macondo, comarca rodeada de agua y de fantasías”; “Melquíades llegando a Macondo con la gran idea del hielo”; “Retrato de Úrsula Iguarán, la gran matriarca de la familia Buendía” y “Pietro Crespi, instalando la pianola en la casa de los Buendía”, así como en varias representaciones conceptuales de Remedios la bella, Úrsula Iguarán, Rebeca, Sofía de la Piedad, Amaranta, el Coronel Aureliano Buendía y Aureliano Triste.

Gabriel García Márquez definiría a Macondo como “un estado mental”. Y José Cestero lo prueba de forma incontrastable, regocijado como solo él puede hacerlo al precisar de forma paroxística esta certeza absoluta en obras como “Melquíades en Macondo con su carreta de bolas de vidrio para el dolor de cabeza y el imán”, “Fusilamiento de José Arcadio en Macondo”, “El Gabo y Úrsula Iguarán, caminando por las calles de Macondo”, “Primer encuentro del Gabo con Carlos Fuentes” y “Aureliano Triste, llevando el ferrocarril a Macondo”.

La filosofía volátil y alucinatoria del propio García Márquez sobre Macondo como reino deseante, deviene unánime para José Cestero, quien prosigue intrigándola con ardor implacable al componer, colorear y airear a Macondo más como clima que como lugar que está en todas partes y en ninguna parte. Un estado espiritual y una topología mítica producto de la pasión, la voladura de seso, la insolación y la febrilidad imaginativas, tal como estalla en conceptualizaciones de delirantes y de deliciosas picardías evocadoras como las tituladas “El Gabo y Úrsula Iguarán en la biblioteca del sabio catalán en Macondo”, “Retrato del Gabo y sus mariposas amarillas”, “Primer encuentro del Gabo y Carlos Fuentes”, “Úrsula en Macondo”;, “El Gabo visita la ciudad de Santo Domingo en una guagua de dos pisos” y “Autorretrato con el Gabo en el Parque de Macondo o Canca la Rana”.

En su serie “Macondo en Santo Domingo”, José Cestero celebra gestas, perfiles, peripecias y desplazamientos clave de la vasta trama del deseo de Cien años de soledad, plasmando espacios pictóricos fictivos y pasionales que nos revelan su insólita capacidad recursiva para atravesar mitologías subjetivas, dislocar lugares, trasegar signos y efigies de la intriga y despintar imágenes inefables. Y es que José Cestero nos muestra con gracia imposible que lo imaginario requiere genialidad imaginativa, un espacio fantasmatizado para su augural y matérico “aparecer” y, sobre todo, que el espacio imaginario no implica solo el espacio imaginado, sino también el espacio de la imaginación.

En este sentido, vale anotar que la frescura de la solución factural de cada una de las obras de esta colección es la misma que impregna la paleta de José Cestero: la admirable economía formal y conceptual; los palpitantes juegos de texturas y transparencias, enfatizando tonalidades azules, verdes, amarillas, y arreboladas; matizando toques y retoques encalados, grisáceos, ocres, soleados y asombrados, a la manera neoimpresionista, mediante una asombrosa síntesis expresiva que nos revela su vital y productivo “Diálogo de taller” con ilustres maestros de la pintura europea y latinoamericana de la modernidad.

Así, “Macondo en Santo Domingo” nos enfrenta a un José Cestero abismado, con pasmosa fluidez y gracia creadoras, en el infinito océano inventivo de Gabriel García Marque, admitiendo cada una de las obras de esta colección su lectura como cristalinos adagios del nonsense: confesiones radicales y primorosas de que sus obsesiones por el viraje ficcional, lo dislocado, los horizontes hiperbólicos y las tensiones del absurdo cotidiano, son absolutamente similares a las hojarascas, pulsiones, voladuras de juicio, escaladas excesivas y euforias taumatúrgicas del más prodigioso, “novelero” y mentado hijo de Aracataca…

(1) Durante las últimas cuatro décadas, Verónica Sención desarrolla una notable trayectoria como gestora cultural, editora y productora a través de prestigiosas empresas, instituciones educativas, fundaciones, federaciones y asociaciones de mujeres emprendedoras, proyectándose además como uno de los grandes referentes de la gestión cultural independiente en República Dominicana, desde espacios culturales proactivos como su Tertulia Literaria del Hostal Nicolás de Ovando (1989-1995); el Fórum Pedro Mir de Librería Cuesta y el Café Literario de Verónica Sención, iniciativa esta última que, desde hace más de una década, se establece como plataforma privilegiada de proyección para la literatura, las bellas artes, las humanidades y la intelectualidad dominicanas contemporáneas. En el catálogo de proyectos editoriales de Verónica Sención, destacan valiosas publicaciones como “El Quijote en las luces de Cestero” (2001), “Tesis Doctoral del Poeta Nacional Pedro Mir” (2005), “Tres Leyendas de Colores” (2020), auspiciada por la Comisión Permanente de Efemérides Patria; “Agenda Banco de Reservas” (2003), “Agenda Pinturas Tropical” (2004), “Agenda y directorio telefónico de Pinturas Tropical” (2005), “Directorio Telefónico/Homenaje a Don Quijote de la Mancha” (2005), “Agenda Pinturas Tropical”, dedicada a la Artesanía Nacional, con Elsa Núñez como artista invitada (2010); “Agenda Pinturas Tropical” (2012), dedicada a la actriz dominicana y del cine hollywoodense María Montez (1912-1951), en ocasión del centenario de su nacimiento y “Textos Selectos de Pedro Mir”, obra que ya cuenta con cuatro ediciones entre 2009 y 2023.

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