Madrid.- Lisvette tenía 16 años cuando alguien que conocía la mató en su casa de Madrid. Dos años después hay varios imputados pero ninguno en prisión, por lo que su madre pide que los amigos hablen y advierte “No voy a descansar hasta que sepa qué ha pasado. La dejé en mi casa, donde nunca pensé que le ocurriría nada”.
El 1 de noviembre de 2017 Lisvette, que hacía cuatro años que había llegado a España desde la República Dominicana, se quedó sola en su casa de la calle Panizo del barrio madrileño de Tetuán mientras sus padres salieron a pasear sobre las seis de la tarde.
Durante la hora siguiente debió de abrir a algún o algunos conocidos, ya que la puerta no estaba forzada. La mataron a golpes en la cabeza y la dejaron desnuda sobre su cama, sin abusar de ella sexualmente.
A las siete un inquilino que vivía con la familia entró en el piso, no vio ni oyó nada raro y se metió en su cuarto, por lo que no fue hasta pasadas las nueve de la noche cuando los padres volvieron y descubrieron el cadáver. Aún no se lo creen, asegura a Efe la madre, rota hoy “al igual que ese día”.
En marzo de 2018 la Policía arrestó a un joven dominicano de 20 años como presunto autor material del homicidio y el juzgado encargado del caso lo envió a prisión al constatar que incurrió en contradicciones y que su teléfono móvil estuvo en la zona del crimen en la hora en la que se cometió, a pesar de que él lo negó.
Tras más de un año en prisión la Audiencia Provincial permitió el pasado mes de julio que este joven saliera de la cárcel al valorar que no tiene antecedentes y no existe riesgo de ocultación o destrucción de pruebas.
Le mantiene imputado en relación el crimen, con el pasaporte retirado, prohibición de salir de España y la obligación de ir una vez por semana al juzgado.
Mientras tanto la titular del Juzgado de Instrucción 52 de Madrid, encargada de la investigación, ha imputado a varios menores por su posible implicación en la muerte de Lisvette, pero todos están por ahora en libertad.
Se acerca el 1 de noviembre, día en el que la familia oficiará una misa en la parroquia de Santa María la Mayor y San Julián para recordar a la joven, y su madre, Jovanny Ramírez, se viene abajo- “La familia nos encontramos como el primer día, muy mal. Yo solo quiero justicia” .
“Sé que sus amistades, las personas con las que se juntaba, saben algo… por favor si tienen piedad, si tenían una amistad con ella realmente, que digan algo. Yo no voy a decir quién lo ha dicho”, pide mientras sujeta entre sus manos una carta manuscrita en la que ha plasmado es misma idea. Jovanny se recompone para dejar claro que la motivación de su vida ahora es aclarar lo ocurrido- “No voy a descansar hasta saber qué ha pasado con mi hija.
Creo que tengo derecho a saber qué pasado. La dejé en mi casa, donde pensé que nunca le iba a pasar nada”. La letrada de la familia, Elena Sanz Vega, entiende que la madre “querría que todo fuese más rápido y hubiera una solución ya”, pero asegura que tanto la Policía como la Justicia siguen trabajando bien, con varias personas imputadas los últimos meses en el caso sobre las que no puede dar detalles.
Explica a Efe que la Audiencia Provincial permitió que el joven imputado saliese porque la cárcel porque estar en prisión “es una medida muy excepcional”, y subraya que tiene que ir al juzgado continuamente y que le retiraron el pasaporte.
“Tanto el Juzgado como la Policía están haciendo un trabajo magnífico pero en ocasiones los resultados no son tan rápidos como queremos y a veces las pruebas cuesta más conseguirlas. Pero estoy segura de que se va a hacer justicia con esa niña”, sostiene la letrada.
Jovanny llora mientras escucha a la abogada, pero luego se seca las lágrimas y enseña la carta en la que, con boli azul sobre una hoja de cuadros, resume- “Escribo esta carta para pedir ayuda. Dejé de vivir el día que unos desalmados quitaron la vida a mi hija”.