Madre del conflicto racial de E.U. (1 de 2)

Madre del conflicto racial de E.U. (1 de 2)

JOSÉ B. GAUTIER
El pueblo dominicano, su gobierno deben estar vigilantes. Deben entender cuál es la meta que buscan naciones ricas como los Estados Unidos de América, Canadá y el conglomerado que forma la Unión Europea, especialmente Francia y Bélgica al querer destruir la nacionalidad dominicana, su identidad como nación libre, soberana e independiente de todo poder extranjero. Conociendo sus intenciones, observando sus debilidades, sabremos defendernos y enfrentarlas.

Empecemos con el coloso del Norte. Los Estados Unidos de América, desde su formación como colonias inglesas independientes, 13 en total, saltando a su unificación e independencia, culminando con su guerra de secesión, siguiendo con su violenta anexión de más de la mitad del territorio mexicana, tomando a Texas, comprando a Alaska, negociando el territorio de Louisiana y Florida, venciendo a España en Cuba, apropiándose de Puerto Rico y las Filipinas, abriendo el canal de Panamá –con su política del Destino Manifiesto, con su doctrina Monroe–, arrastra graves perjuicios raciales de su élite gobernante. Esta debilidad –el racismo en todas sus manifestaciones–, es el “talón de Aquiles” del gigante americano.

Ya convertida en República, como gran nación, el primer paso de su clase dominante al abrir nuevos territorios fue deshacerse de la población indígena exterminándola en masa hasta obligar a los sobrevivientes de las masacres a refugiarse en terrenos marginados llamados Reservaciones indígenas. Luego viene el problema de los negros libertos de las grandes plantaciones de los Estados del Sur, una vez abolida la esclavitud. Eran muchos; con los del Norte, constituían casi mayoría étnica de la nación americana. ¿Qué hacer con esa población de raza negra? ¿Devolverlos a Africa? (Liberia) ¿Mandarlos a colonias agrícolas en Haití? (Samaná) ¿Eran los derechos de los negros iguales a la de los blancos? ¿Qué hacer con los mexicanos desalojados de sus territorios que no fuera trabajar como peones en grandes plantaciones agrícolas o limpiando retretes en pueblos y ciudades? Con razón tronó recientemente con sarcasmo el Presidente Fox cuando dijo “que quieren que los mejicanos hagan trabajos que ni los negros quieren hacer”. Los puertorriqueños todavía son víctimas coloniales, ciudadanos de segunda clase, sin derecho al voto. Ladran pero no muerden. Para que el negro americano no fuera mayoría se establecieron políticas al final del Siglo XIX de puertas abiertas a una gran migración europea caucásica judaica cristiana.

No es una casualidad lo que sucede en la Base Naval de Guantánamo como cárcel y campo de concentración de “prisioneros de guerra” de creencias musulmanas en pleno Siglo XXI, las torturas, la profanación del libro sagrado de El Corán usado como papel sanitario en sus celdas de detenidos sin juicios ni procesos legales. Esta es la gota de irrespeto a los derechos humanos consagrados en la carta de las Naciones Unidas que rebosa la copa en un mundo globalizado por los medios de comunicación instantáneos. ¿Cuál es la diferencia de las atrocidades que se cometen hoy en Guantánamo con el campo de concentración de Auschwtiz, de Buchenwald o de Ravenbruk durante la Alemania Nazi, donde fueron exterminados millones de judíos por sus creencias religiosas? La burla a religiones no cristianas, la mofa a sus creyentes, la exhibición de prisioneros torturados desnudos o en ropa interior genera conflictos. La Mesopotamia es cuna de civilización. Hoy la metodología utilizada para la Santa Inquisición medieval para destruir la herejía le queda pequeña al American System para controlar lo que ellos llaman “terrorismo”. Siempre nos olvidamos de la sentencia de Lenin cuando afirmaba que “la religión es el opio de los pueblos”. Ahí vemos ahora las víctimas de Palestina, en Afganistán, en Pakistán y en Irak inmolándose convertidos sus cuerpos en bombas explosivas suicidas por su fe y sus creencias religiosas.

Hasta 1945, concluida la Segunda Guerra Mundial, la discriminación racial en los Estados Unidos de América fue tan grosera y severa como el “aparthaid” en Africa del sur. No había clemencia para el negro americano. La escuela, el transporte, las viviendas, el trabajo, la diversión, el ejército, la política estaban todos separados entre el negro y el blanco. Resulta que a partir del asesinato de Martín Luther King en 1968 con su sueño de igualdad y otros prohombres abanderados de los derechos humanos de la raza negra, los Estados Unidos de América se ha dividido en dos naciones muy diferentes una de otra. Por un lado surge la nación de los African American integrada por la población de raza negra con sus derechos todavía conculcados y restringidos en muchas áreas sociales y económicas, y por otro lado, se mantiene el resto de la población norteamericana blanca, anglo sajón y caucásico, con pleno disfrute de derechos divinos, cristianos. El negro canta su tragedia en un sincretismo religioso cristiano mientras que el blanco baila el boggie-boggie y el charleston.

Observa. Ha existido por años en grandes naciones ricas y desarrolladas como los Estados Unidos de América, Canadá y Francia, verdaderos imperios territoriales, una política migratoria discriminatoria y selectiva, completamente racista, donde se rechaza la migración a esos países de personas de la raza negra. Su preocupación primaria es no ser negros. Por otra parte, pequeños países como la República de Haití (para no hablar de toda Africa, recordando el holocausto negro de Ruanda), desvastadas sus riquezas desde la época colonial, tiene desde comienzos del siglo XX una población de raza negra en continuo crecimiento geométrico que desborda sus posibilidades de subsistencia como seres humanos. Esta población haitiana empobrecida, explotada, analfabeta quiere mejorar su condición de vida emigrando a los países ricos, pero por ser de raza negra, no es aceptada en los Estados Unidos de América, el Canadá o dentro de los países de la Unión Europea especialmente en su antigua metrópolis de Francia.

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