Madres condenadas a criar tras las rejas 

Madres condenadas a criar tras las rejas 

Ser mamá es descrito por algunas mujeres como una de las experiencias más hermosas y enriquecedoras en la vida de la mujer en la que, a través del desarrollo de los hijos, las madres experimentan una montaña rusa de emociones y sentimientos que se manifiestan desde el miedo más profundo, la angustia y el dolor hasta la alegría y euforia capaces de volver lo imposible en posible por proteger el fruto de su vientre.

En una familia socialmente “normal” hay circunstancias -sobre todo en la era tecnológica actual- por las cuáles la crianza es todo un reto y que empeora cuando las madres están cumpliendo condena por transgredir la ley.

Sin embargo, las madres recluidas en el Centro de Corrección y Rehabilitación Najayo Mujeres, pese a estar privadas de su libertad, han podido mantener una buena relación con sus hijos. Empero, se les ha dificultado cumplir su tradicional rol de guía y cuidadora completamente por sus condiciones actuales.

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Fuente externa / Archivo.

La comunicación a través de pantallas digitales controlada por el sistema penitenciario, es la opción para acortar la distancia entre sus vástagos y los familiares que en algunos de los casos no solo están separados por barrotes sino también por las fronteras.   

A Dominga Pérez, condenada a 30 años por supuesto homicidio, se le quiebra la voz cuando relata lo difícil que ha sido estar a miles de kilómetros de sus hijas  y nietos, pero asegura que ellos son la fortaleza por la que resiste su condena. 

“Cuando llegan las 10:00 de la noche tengo que acostarme y no puedo besar a mis hijos antes de dormir … no poder ir en la mañana a verlos es algo que me derriba” dijo entre lágrimas. 

Luz Divina, una mujer que irradia tranquilidad y paz pero en sus ojos es evidente la tristeza que siente al estar doblemente condenada: como madre e hija, por el distanciamiento de su familia; por lo social, por supuesta complicidad en un crimen que involucra a su esposo y padre de sus hijos, y por lo que lleva 7 de  20 años de condena. 

Nos cuenta lo doloroso que fue para ella ver a través de videollamadas a su hijo de 19 años hospitalizado tras un accidente de tránsito que casi termina con su vida.

 “Estuvo grave… Yo lo vi vendado por videollamada, lo vi bien y yo quería estar con él. Esas son cosas que le llegan a uno pero yo le pido al señor que me de mansedumbre para seguir aguantando.  

 Estas mujeres que han encontrado sabiduría y fortaleza espiritual en este recinto carcelario, no pueden vivir momentos únicos y especiales con sus hijos como y cuando quisieran. La impotencia de no estar presentes y ser útil cuando más les necesitan, abren una herida que es muy difícil curar.

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No obstante, la Dirección General de Servicios Penitenciarios y Correccionales, conscientes de la importancia de la familia para la rehabilitación de las internas, hacen posible que estas mujeres de buen comportamiento puedan participar, aunque de manera supervisada en momentos trascendentales en la vida de sus hijos.

Tal es el caso de Evelin Valdespino, que antes de estar recluida estudiaba diseño gráfico, y que pudo diseñar, crear y decorar la fiesta de 15 años de su hija, así como también, estar presente.

“Yo ni me lo creía, ella tampoco. Ella sabía que le iba a elaborar su vestido y su decoración pero  fue una sorpresa para ella”, nos cuenta entre lágrimas y sonrisas,  Evelin quien muestra arrepentimiento por cegarle la vida a una mujer hace 11 años.

Distintas historias hay detrás de cada rostro que tienen en común una evidente debilidad por sus progenitoras por las que no están dispuestas a contener las lágrimas para expresar su amor por ellas, quienes, sin juzgarlas, han sido un soporte importante para resistir a este encierro involuntario. 

A pesar de los barrotes de la cárcel que se interponen entre estas mujeres y sus hijos, el amor de madre se impone y fluye pese a la reclusión de estas damas que solo cuentan los días para reunirse y celebrar el Día de las Madres en familia.