Ante el incremento de la delincuencia y la violencia social algunos líderes políticos, religiosos y comunicadores sociales tienden a ofrecer una mirada conservadora y discriminatoria sobre las causas y dirigen su mirada inquisidora hacia la mujer.
En el pasado evento de Agora el candidato presidencial Danilo Medina responsabilizó a las familias dirigidas por madres solteras de la proliferación de la delincuencia y la corrupción, Hipólito Mejía estableció que es la familia la que fabrica delincuentes y corruptos.
Estas afirmaciones reflejan un desconocimiento de la realidad social y la exclusión del Estado como responsable de la inseguridad ciudadana y la criminalidad por su ineficacia en la aplicación de políticas públicas dirigidas a su erradicación. Igualmente el sostenimiento de estructuras de permisividad e impunidad ante la corrupción, incumplimiento de la ley y el delito.
Existe una fuerte presión social hacia las mujeres y a su capacidad de dirigir las familias. Se muestra una fuerte resistencia a que la mujer asuma el ejercicio de poder en la familia y la sociedad negando su capacidad para encabezar las familias o estigmatizándolas.
La lógica del poder en nuestra sociedad es netamente patriarcal y masculino. La posibilidad de que la mujer lidere la familia se enjuicia como una crisis del modelo familiar, rompe con los patrones de roles tradicionales que se le asigna. La inserción laboral de la mujer se convierte en un referente de crisis juzgándole como abandono o descuido de sus hijos e hijas. Este fenómeno no ocurre con los hombres.
Las familias dominicanas independientemente de que sean o no encabezadas por un hombre o una mujer no son responsables per-se de la reproducción de patrones delictivos. En una misma familia conviven personas insertas en redes delictivas y otras que viven de su esfuerzo. Los patrones delictivos trascienden a la familia y permean la vida política y social.
Las mujeres en la sociedad dominicana son el eje principal sobre el que descansa la cultura en cuanto a: reproducción de valores, normas, prácticas y creencias de cada grupo social y localidad. A las mujeres se les exige roles colectivos y familiares y se les niega sus derechos sexuales y reproductivos. Esta negación está cargada de estigmatización y discriminación hacia la mujer que asuma estos derechos.
La visión de la mujer reducida a su rol de maternidad es parte de un sistema de control social que se ejerce para que la mujer dé respuesta a los modelos socio-culturales que niegan sus derechos y su individualidad. Los discursos políticos que culpabilizan a la mujer de los males sociales niegan así sus derechos, sus libertades y excluyen al hombre de su responsabilidad social.