A los 14 años no sabía de letra. Analfabeta como su madre y su abuela y probablemente como todas sus ascendientes, siguió la ruta marcada por la cultura de la zona: casarse por la ventana, embarazarse de inmediato y sin proponérselo, ensanchar el círculo de miseria.
Ahora, con 54 años y cinco hijos, María Ramírez inculca en sus siete nietos el valor de la educación y la importancia de postergar la primera relación sexual. En adición, acude a escuelas a ofrecer su testimonio. No sé leer ni escribir, dice con marcado acento sureño, pero mis hijos saben y aunque no son profesionales, luchan para que mis nietos lo sean y les explican que con el sexo antes de tiempo vienen los problemas.
Lamenta que no tuvo la oportunidad de alfabetizarse y de ser alguien porque en su campo no había escuelas cercanas. Quizás no me hubiese alocado tan pronto. En la zona rural, a diferencia de la urbana, la mayoría de los adolescentes que se involucra temprano en la vida sexual lo hace después de que se va a vivir en pareja, aunque los aires de modernidad han variado esa realidad.