RAFAEL TORIBIO
Ante un mismo hecho suelen aparecer distintas interpretaciones, que dependen, fundamentalmente, de la ubicación en la estructura social, connotaciones ideológicas e intereses particulares de las personas que lo realiza o analiza. Así las cosas, frente a un hecho idéntico observamos lecturas diferentes y, en la mayoría de las ocasiones, hasta contradictorias.
En el proceso de alianzas electorales, donde ha primado la distribución de los cargos electivos y la mudanza de candidatos en busca de una candidatura en el partido que se la ofrezca, hemos podido observar que ante hechos iguales practicados por todos los actores, pero esgrimiendo distintos argumentos para explicarlos y justificarlos, hay diferentes interpretaciones.
De lo ocurrido en este proceso tienen mérito para ser destacados los siguientes hechos: alianzas entre fuerzas políticas que han descansado más en la lucha por la distribución de los cargos electivos que en los esfuerzos por compartir un proyecto de Nación o, al menos, unas agendas Congresional y Municipal compartidas; ofertas y contra ofertas diversas entre partidos y candidatos para quedarse con la que ofrezca mejores beneficios; negociación de candidaturas que se entendían ganadas por resultados de encuestas, primarias o convenciones internas; reservas de candidaturas por la cúpula partidaria para designación posterior por el dedo o ser materia de negociación; renuncias de dirigentes por compensación esperada o negociada con otro partido; y captación de descontentos sin otra consideración que la anterior pertenencia a otro litoral político.
Para algunos, estos son hechos positivos, que apuntan hacia avances en nuestro sistema político y de partidos. Entienden que representan la superación de antagonismos que consideraban como enemigo al simple adversario; que es una muestra de tolerancia y aceptación del otro con sus diferencias; una muestra de que se está haciendo más énfasis en las cosas que unen en vez de las que separan. Son evidencias, además, de que las diferencias no deben impedir trabajar juntos y compartir, por lo menos, una parte del camino; que representan una oportunidad de impedir que la autocracia partidaria imponga sus candidatos y la oportunidad de que las minorías puedan rechazar la imposición de las estructuras partidarias. En fin, que son signos de madurez política.
Para otros, sin embargo, la interpretación en muy distinta. La renuncia a la diferencia ideológica se entiende como la falta de compromiso y responsabilidad políticas al asumir como posición y comportamiento lo que conviene en cada momento, evidenciando con ello la primacía de un pragmatismo salvaje. La búsqueda desenfrenada de la mejor oferta, por parte de partidos y de candidatos, no importa donde la ofrezcan, se considera como renuncia a valores y principios antes defendidos, una forma de tranfugismo y la utilización de la política como un instrumento de promoción y logro de benéficos particulares. Antes que signos de madurez, estos hechos los son de degradación política y desfachatez personal.
Estamos frente a unos hechos que, de alguna manera, nos afectan y nos conciernen. Son realizados por actores considerados fundamentales en el proceso de construcción de la democracia y por quienes, con nuestros votos, obtienen el mandato de gobernar en nuestro nombre. Frente a esos hechos y comportamientos se han expresado distintas interpretaciones y valoraciones. ¿Cuáles son las de los lectores de esta columna? Agradeceré que me las hagan saber. Gracias. 28/02/2006