CARMEN MATOS
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La profesora Ana Leonor Pérez ha sobrepasado los 63 años de edad.
Su voz, fuerte pero temblorosa, dista mucho de la enérgica herramienta con que enseñó a leer y escribir a miles de niños de escuelas públicas durante la mayor parte de su vida.
Sus ojos nublados, no le permiten siquiera distinguir con quien intercambia palabras y sus oídos enfermos, aquellos mismos con que percibía hasta el más mínimo murmullo del aula, no le sirven para escuchar nada.
Con una jubilación de RD$2,500 mensuales, efectiva desde el año 1994, la vida le ha dado un golpe que no esperaba cuando decidió estudiar magisterio.
Tengo que ir al médico, comprar mi alimento y miles de cosas y eso no es justo, dice.
Su realidad es la misma de miles de maestros que luego de dedicar su vida a la enseñanza chocan con una pensión que no les sirve siquiera para el sustento y los servicios básicos.
Pérez impartió docencia en la escuela Julia Molina cuando era dirigida por Minetta Roques. Dijo que recibió reconocimientos en tres ocasiones por su labor, una de ellas en el país y las otras en el extranjero.
La maestra, que reside en la calle Josefa Brea 19, se presentó ayer al local de la Asociación Dominicana de profesores (ADP), sólo con el pasaje de llegada, solicitando ayuda para hacerse unos chequeos médicos en los oídos y la vista.
Antes había acudido a la ADP que le ha facilitado algunos ajuares.
Luego de hacer la petición, insistió en que no desea que le regalen el dinero, sino que lo descuenten de su precaria pensión.
Si es que necesitan cobrar, lo pueden hacer de mi mismo sueldo y sacarme mi comida, mi bebida y mis medicinas, porque las cosas están cambiando, declaró Pérez con voz entrecortada.
A pesar de la cruel realidad en que vive, no pudo evitar mostrar su alegría y orgullo al contar que sus dos sobrinas y una nieta también son maestras.