MAESTRÍA Y DESASOSIEGO EN  “LA MANIPULACIÓN DE LOS ESPEJOS” ROBERTO MARCALLÉ

MAESTRÍA Y DESASOSIEGO EN  “LA MANIPULACIÓN DE LOS ESPEJOS” ROBERTO MARCALLÉ

La manipulación de los espejos, obra narrativa de Roberto Marcallé Abreu, corona el tercer tomo de la trilogía de novelas que empezó con Contrariedades y tribulaciones en la mezquina existencia del señor Manfredo Pemberton (2007), seguida por No verán mis ojos esta horrible ciudad (2009). El contexto de esta novela, que involucra el desvalimiento del individuo en la persona del señor Manfredo Pemberton, es el  descalabro de la sociedad dominicana.

            A diferencia de otros autores que han tratado el mismo tema, Marcallé Abreu explora y luego penetra de manera profunda en el tejido de semejante  situación. El escritor sabe colocar los problemas en su justa perspectiva. Los descarnados signos de la corrupción en nuestras instituciones, de la delincuencia de cuello blanco y común, el narcotráfico, los turbios manejos del poder así como otros flagelos sociales, son objeto de una disección quirúrgica de quien procura rastrearlos  hasta sus interioridades más sutiles e imperceptibles.

            Como expusimos, la trama en esta trilogía gira mayormente alrededor del personaje de Manfredo Pemberton, que de pronto se ve atrapado en el ojo del huracán de lo que significan los aspectos concretos e hirientes para el ciudadano de la descomposición social que experimenta la República Dominicana. Es el modelo del dominicano formal y decente, orientado por valores morales y espirituales tradicionales, y al que asombran y repugnan estos aires neoliberales y posmodernos predominantes de manera universal.

            En No verán mis ojos esta horrible ciudad vemos al novelista construir su segunda obra de la trilogía desde las piezas del engranaje sobre el cual se levanta la más brutal maquinaria de corrupción, impunidad y de violencia sociales que registre la historia dominicana. Le toma el pulso a cuanta expresión evidencia  la degradación y encanallamiento de la sociedad. Nada queda fuera  del radio de acción en la cruzada eticomoral  que ha emprendido contra los que entiende como responsables directos e indirectos de esta tragedia. Los mismos que siempre han estado al acecho para torcer la suerte del país en los momentos decisivos de su historia.

            El escritor es implacable cuando cuestiona los actores nacionales que han hecho causa común con estos personeros. Pero donde se torna más lapidario aún es cuando le toca enjuiciar la falta de firmeza y decisión, la ausencia del principio de autoridad, en medio del desgobierno. Y es aquí donde alcanzamos a ese personaje incierto que responde el nombre de Moronta. Su caracterización es el estudio de la simulación, la hipocresía, la mentira.

            En La manipulación de los espejos salta a la vista un mejor manejo de la lengua, del estilo y de la retórica de la ficción en Marcallé Abreu que, súbito, se torna más lírico y más depurado. Como dijimos en otra ocasión, el novelista conoce muy bien las herramientas de su oficio. No inventa. Mucho menos se entrega a onanismos literarios, por el mero hábito de experimentar por experimentar.

            El conocimiento profundo y abarcador de la naturaleza humana en Marcallé Abreu nos obliga a pensar en su seguimiento de los grandes escritores. Es un autor de largo aliento. Examina el tema o los temas que trata en su narrativa desde ángulos, dimensiones y perspectivas, creemos que jamás logrados por escritor dominicano alguno ni antes, ni durante, ni después de él. No se ha estancado en el tratamiento que le da al tema de la cuestión nacional en la narrativa dominicana, sino que se ha dado en explorarlo desde otras vertientes y con otros alcances a una escala totalizadora. Es lo que intenta hacer en esta última obra de su trilogía.

            Otro de los personajes que ocupa el centro de atención en La manipulación… lo es el Dr. Aníbal Mejía, digno representante, junto a Buenaventura Terrero, de lo que debería ser una prensa independiente y comprometida. Su estatura sobria, austera y de altos relieves éticos, nos trae a la mente la de Orlando Martínez. En todo rigor, el autor se identifica con la postura frontal que tuvo el malogrado periodista frente a los males nacionales.

            En esta nueva obra Marcallé Abreu vuelve y reitera su rebelión contra el caos social, político e institucional en que nos encontramos. Página tras página seguimos el discurrir de un escritor que proyecta la construcción de una sociedad más digna y más justa para sus compatriotas, tal cual la había ideado Duarte. Ya que no le es dable en la realidad, busca hacerse justicia poética a través de su obra imaginativa.

            Se advierte al punto en el novelista su interés porque establezcamos una diferencia entre lo que fue el país bajo el caos (claro, el actual) y lo que se presume es en el ahora de la novela donde ya ha superado sus vicisitudes. Utiliza a menudo la técnica de la narración retrospectiva para indicarnos que se libró una lucha feroz, con ribetes apocalípticos, entre las fuerzas del bien y las del “Poder de las Tinieblas”, representadas las primeras por el “nuevo orden” y las segundas por el pasado encabezado por el espíritu maligno, que en la novela lo simboliza Casimiro Vargas, un personaje misterioso y desalmado, cuyo rostro humano nunca se visualiza con claridad. Pareja figura tiene por dominio la “Ciudad Oscura”, lugar enigmático y alegórico del poder del mal. Vargas hace sus primeros asomos en No verán mis ojos esta horrible ciudad.

            La cuestión nacional define el grosor de la narrativa de Marcallé Abreu. Sin embargo, está consciente de las rémoras que se han interpuesto en la evolución histórica de la República. De ahí el porqué no hemos logrado su plenitud como nación. Constantemente ha habido fuerzas poderosas tanto dentro como fuera de su esfera que conspiran contra su desarrollo definitivo. Conocemos entonces la entidad nombrada “La Hermandad”, personificación del poder demoníaco con alcance global.

            Cabe resaltar otra dimensión simbólica en La manipulación… Encarna en el instante en que Casimiro Vargas le presenta a Dianne Benavent la “Ciudad Oscura” desde las alturas. La escena evoca el momento en que el Demonio le muestra al Cristo todos los reinos del mundo. Solo que a la periodista norteamericana le falta el carácter y la fuerza moral y espiritual para vencer la prueba. En otras palabras, se puede entrever una maniobra retórica del novelista para meter en la misma horma a uno que otro personaje, como lo apunta el dato de que jamás sabemos del final de la periodista, que poco antes había sido secuestrada. Subsumida también en ese mismo plano simbólico, toma cuerpo la imagen de la destrucción de la “Ciudad Oscura” inmediatamente después.

            Ciertamente, con esta trilogía de novelas Roberto Marcallé Abreu resulta ser tributario de la preocupación social de nuestros grandes pensadores del pasado, a quienes cierta corriente ideológica les ha despachado como los artífices del pensamiento aristocrático en la sociedad dominicana. Y para decirlo con Di Pietro en su libro La narrativa de Roberto Marcallé Abreu, a Marcallé no le basta con denunciar los problemas de su sociedad, lo que es común en los demás narradores; quiere ir sinceramente al fondo de esos problemas, averiguar el porqué,  y así entender la razón por la cual todavía quedan sin solución”.

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