Maestros extranjeros

Maestros extranjeros

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El 3 de marzo de 1865, la reina Isabel Segunda de España firmó un decreto derogando la anexión de la República Dominicana a España. Tres meses después, comenzó la evacuación de las tropas imperiales de nuestro territorio. En cuestión de días, no quedó un solo efectivo del Ejército español en la Isla de Santo Domingo. La Guerra de la Restauración había llegado a su fin con una victoria militar de las tropas restauradoras sobre la soldadesca ibérica y sus aliados nativos. Fue proclamada una nueva Constitución y electo el general Pedro Antonio Pimentel como Presidente de la República. Así, con sus principales ciudades destruidas, sus campos abandonados, su agricultura devastada,  arruinada su economía, y frente al drama de un país sin escuelas, la República Dominicana inició otro período de su historia, el comprendido entre el fin de la Guerra de la Restauración y el inicio de la Ocupación Militar Norteamericana de 1916.

Finalizada la Guerra de la Restauración, los dominicanos (utilizamos la palabra dominicanos en su aceptación genérica) comenzaron a replantearse  un nuevo sistema de instrucción pública contando con la cooperación solidaria  de maestros venidos de otras tierras. Pero, no fue hasta el gobierno restaurador del general José María Cabral cuando la educación pública experimentó algunas transformaciones de consideración. Durante su efímera administración se creó una Junta Directiva de Estudios presidida por el Ministro de Justicia e Instrucción Pública y  se puso en vigencia un nuevo Estatuto llamado a normar las actividades escolares en todo el país. En la ciudad de Santo Domingo se fundó un Instituto Profesional cuyos gastos deberían cubrirse con las rentas del Estado. El Seminario Conciliar, que había permanecido cerrado durante la anexión, reabrió sus puertas. Se fundaron colegios privados de cierto renombre como el San Luis Gonzaga del Padre Billini de donde egresaron los intelectuales que habrían de difundir los valores culturales de la nación, entre los que vale la pena mencionar a Federico Henríquez  Carvajal, Francisco Gregorio Billini, Juan Tomás Mejía, entre otros. 

En la madrugada del 30 de mayo de 1875, el buque mercante de bandera norteamericana Tybee tiró sus anclas en la ensenada de Puerto Plata. A bordo de esa embarcación se encontraba un hombre de estatura regular y de frente ancha coronada con cabellos grises llamado Eugenio María de Hostos. ¿Quién era, de dónde venía, cuáles planes traía? Se trataba de un personaje excepcional, de un pedagogo empedernido, cuyas vivencias y acciones  estuvieron estrechamente vinculadas al desarrollo de nuestro sistema de instrucción pública. Todavía las influencias de Hostos se hacen sentir en el quehacer docente de algunas de nuestras instituciones de enseñanza. A los valiosos aportes a la enseñanza pública de nuestro país de parte de este educador y patriota puertorriqueño nos referiremos en próximas  entregas.   

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