Mágica Flauta protagonista cuarto concierto temporada sinfónica

Mágica Flauta protagonista cuarto concierto temporada sinfónica

Congregado el público en la Sala Carlos Piantini, con esa muestra de felicidad que embarga a los amantes de la música, se inició el cuarto concierto de la Temporada Sinfónica. Hace su entrada el director Santy Rodríguez, y luego de los aplausos de bienvenida, levanta la batuta, inicia la Obertura de la emblemática ópera “Nabucco”, de Giuseppe Verdi.

Los primeros acordes de carácter lento, solemne, van creando un ambiente dramático. La Obertura compendia las melodías de la ópera, es el trasfondo, escuchamos un esbozo de el “Va pensiero”, el “Bello canto de libertad”. Los metales predominan sobre el resto de los instrumentos. La ópera “Nabucco”, de carácter nacionalista, se asocia al movimiento político del Risorgimento; Verdi, como todo gran artista, es “espejo de su tiempo”. El tutti orquestal se escucha perfectamente unificado por la atinada dirección de Santy Rodríguez. Exquisito inicio de la noche musical.

Cuando oímos hablar de Flauta y de Mozart, inevitablemente pensamos en la famosa ópera “La Flauta Mágica”, de este insigne compositor, pero no, esta noche escucharíamos el concierto No.1 en Sol Mayor K.313 para flauta y orquesta de Wolfgang Amadeus Mozart, compuesto de tres movimientos contrastantes, e interpretado por Alaima González, flautista principal de la Orquesta Sinfónica Nacional.

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El primer movimiento Allegro maestoso, animado, dinámico, en forma de sonata, es introducido por las cuerdas, luego el hermoso sonido de la flauta acompaña la orquesta. El Adagio ma non troppo, es calmado, serenidad y lirismo caracterizan este movimiento, por unos instantes, algunas notas nos remiten al vals El Danubio Azul, compuesto décadas después por Johann Strauss. Más animado, en el tercer movimiento Rondo: Tempo di Menuetto, una melodía hermosa se repite a lo largo del movimiento. La solista con su pulso magistral, asume los diversos pasajes cromáticos, su sonido va coloreando cada nota. Alaima González posee una excelente técnica labial y digital, que la conduce al virtuosismo. Definitivamente el sonido de su flauta se convirtió en pura magia, en la que nos envolvió a todos.

El director logra la perfecta armonía, solista orquesta. Los prolongados aplausos recibidos, llevan a la solista a un encore, en el que se une el tutti orquestal. Escuchamos el primer movimiento de la suite “Baroque & Blue”, del compositor francés Claude Bolling. La atmósfera cambia, los aires del jazz dan una nueva oportunidad a la solista, para mostrar su versatilidad, la magia continúa.

Cierra la noche musical con una visita imaginaria a una exposición, a la que nos conduce el compositor ruso Modest Mussorgsky, en su suite descriptiva “Cuadros de una exposición”, inspirada en cuadros del pintor ruso Víctor Hartmann, exhibidas en una exposición póstuma en 1874, a la que acudió Mussorgsky, despertando en él su vena creadora.

El compositor convierte los cuadros pictóricos en cuadros sonoros, y los une mediante un corto motivo llamado “paseo”. La descripción magistral de cada cuadro produce una emoción singular. Así a través de un periplo fascinante conocemos al enano “Gnono”, aquí la música se torna moderna, Mussorgsky se adelanta a los tiempos; visitamos “El viejo Castillo” cargado de romanticismo, nos remite posiblemente a un castillo medieval, el saxofón ejecuta la bella melodía principal. Caminamos por el paseo de “Las Tullerias”, disfrutamos con “Bydlo” una melodía un poco melancólica, que se eleva sobre el monótono movimiento del rústico vehículo.

“El baile de los pollitos en sus cascarones” es encantador. “Dos judíos polacos” -Samuel Goldenberg y Schmuyle- es una página irónica, escuchamos el diálogo hilarante, caricaturesco en su realismo, entre un judío pobre y uno rico. En “El mercado de Limoges”, percibimos los gritos de las vendedoras, y al entrar en “Catacumbas” el ambiente se torna sombrío, el lenguaje musical se vuelve fantasmal. “La cabaña con patas de gallina” o la “Cabaña de Baba Yaga”- personaje de antiguas leyendas rusas, aparece en una grandiosa visión sonora. Finalmente llegamos a “La gran puerta de Kiev”, una especie de arco de triunfo; la música evoluciona bajo los repiques de campanas de la vieja ciudad, los instrumentos de viento, metal y percusión, llevan a un climax enervante. Las imágenes de fantasía sonoras son dibujadas por cada una de las familias orquestales, siguiendo el pincel preciso del director Santy Rodríguez. Aplausos.

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