Mágica noche lorquiana en «Las Máscaras»

Mágica noche lorquiana en «Las Máscaras»

Los actores Lidia Ariza y Patricio León / Fotografías de Mika Pasco.

El encanto Lorquiano, poseído de Duende, se mantuvo toda la noche en la Sala de Las Máscaras, ofreciendo al público una experiencia teatral magnífica, entre poesía y actuación

Al penetrar en la pequeña Sala del Teatro Las Máscaras, tuvimos la sensación de haber llegado a la casa de Federico García Lorca, en Fuente Vaqueros. El escenario con pocos elementos recrea aquel entrañable lugar. Inicia “Lorquianos” ensamble de fragmentos de obras del insigne dramaturgo, interpretadas por Lidia Ariza y Patricio León, bajo la eficiente dirección de Germana Quintana.

Una figura se acerca al proscenio, es el actor Patricio León, que convertido en Federico García Lorca, pronuncia su famoso discurso en ocasión de inaugurar la primera biblioteca de su pueblo, en septiembre de 1931. No obstante la lejanía, la esencia del discurso de Lorca y su amor por los libros está vigente hoy. “¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir ¡amor! Que deben pedir los pueblos como piden pan o anhelan la lluvia. Como decía el crítico francés del siglo XIX ,“Dime lo que lees y te diré quién eres”. Patricio León con pasión, da vida a ese momento histórico.

Luego de este introito, Lidia Ariza y Patricio dialogan convertidos en las Figuras de “Cascabel” y “Pámpano”, del drama “El público”, al final se escucha los aplausos del público. Suenan campanadas, cambia la escena, los artistas entablan otro diálogo, del segundo acto de la Obra “Mariana Pineda”, en la que luchan las almas de los dos personajes “Mariana” interpretada por Lidia Ariza y “Pedrosa” por Patricio León, ambos logran una simbiosis actoral estupenda.

Escena de la obra

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La magia lorquiana nos va envolviendo y como en un eco escuchamos la bellísima melodía del concierto de Aranjuez, del maestro Joaquín Rodrigo; Lidia Ariza, poseída del duende ese “Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo ha podido explicar, nos introduce en el Romancero Gitano, con la composición lírica “Romance de la Pena Negra”.

“Las piquetas de los gallos, cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya”.

La interpretación de Lidia es conmovedora, hace del poema un verdadero acto escénico con una gestualidad y corporalidad elocuentes, y es que la poesía hablada necesita un cuerpo vivo que la interprete.

Las campanas no cesan de sonar, son parte del ideario lorquiano, son un hilo conductor que nos lleva a otro momento, el diálogo entre Yerma y Juan, escena del segundo acto de la obra “Yerma”, símbolo de la maternidad frustrada. Hay distancia entre los personajes, Yerma quiere acercarse para crear, él solo piensa en su trabajo.

Escena de la obra

El espacio entre ambos se hace sensible, Lidia y Patricio se complementan en sus contrastes.
Del tercer acto de la obra “Doña Rosita la Soltera”, el monólogo de la protagonista tiene un símbolo: “la flor”, mutable como la vida misma de doña Rosita. El monólogo cobra un nuevo matiz al ser interpretado por Patricio León, que une poesía y actuación.

Unidos por una cuerda, metáfora de aliada o rompimiento, los actores interpretan “Textos sueltos de Federico García Lorca”, convirtiéndolos en un magnífico drama escénico.

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Lidia Ariza, con una carga de dramatismo, asume la pena, el dolor de la madre, en el monólogo de gran belleza lírica, del tercer acto de “Bodas de Sangre”.

“¿Qué me importa tu muerte?
¿Qué me importa a mí nada de nada?
Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos.
Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar”.

Doblan las campanas. Bernarda es una mujer cruel, autoritaria que ejerce su poder de forma irracional, todos la odian. Lidia Ariza encarna a esta mujer, protagonista de la quizás más famosa obra de García Lorca, “La Casa de Bernarda Alba” Drama de mujeres en los pueblos de España. Bernarda entabla diálogos con La Poncia, personaje antagónico, representa el sentido común, ve venir la tragedia, intenta evitarla, aunque la advierte. Patricio León nueva vez se transforma, y con propiedad personifica a La Poncia; el diálogo se torna intenso.

La hija menor de Bernarda Alba ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

Finalmente, el silencio se ve interrumpido por los aplausos calurosos que prodiga el público. La magia lorquiana poseída de duende, se mantuvo toda la noche en la Sala de Las Máscaras, ofreciendo al público una experiencia teatral magnífica, que invitamos a disfrutar el próximo viernes.

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