Mal, pero en la capital

Mal, pero en la capital

Bonaparte Gautreaux Piñeyro
La compra de miembros de la oposición es una prueba de la degradación de la actividad política.

Asimismo el uso de vehículos, combustibles, dietas, personal y todo tipo de recursos del Estado en el candidato del gobierno.

Hay amenaza o miedo ante el aumento desmesurado de la seguridad en torno al candidato del gobierno cuando sale de Santo Domingo y en la propia ciudad.

Aumenta el número de personas que responden a la pregunta ¿Cómo se siente usted? ¿Bien? ¿Muy bien? ¿Mal? ¿Muy mal? De modo tal que cuando se suman los mal y los muy mal el porcentaje es alto, muy alto.

Si la respuesta anterior se contrapone al porcentaje que supuestamente arroja ¿por quién votaría usted si las elecciones fueran hoy? Entonces sí que resultan extraños los resultados de algunas encuestas.

¿Acaso una buena parte del pueblo dominicano prefiere vivir mal y votar porque se quede en el poder el partido culpable de esa situación?

Tal parece que nos convertimos en un país de mayores contradicciones de las que siempre hemos sido capaces de aceptar.

Tiempos atrás, cuando le preguntaban a una persona del común, venida de provincias, ¿cómo estás? Respondía: mal, pero en la capital.

Entonces se entendía la respuesta porque en la Capital había una serie de facilidades de las que no se disfrutaban en los pueblos

Había un suministro confiable de energía eléctrica, el agua del acueducto era apta para el consumo humano, el transporte estaba organizado, el Ayuntamiento recogía la basura y había escuelas para los niños. Muchos de esos servicios no formaban parte de lo que se recibía en provincias.

En estos días la tortilla se le vira al gobierno y pese a los miles de millones que malgasta en propaganda, en comprar chupamedias que dicen ser periodistas, en aumentar la nominilla que tienen desde el 2004, las quejas contra la mala administración son constantes y desde distintos ángulos interesantes. Ahora estamos mal y en la Capital.

Lo más extraño de todo esto es lo del Viernes Santo: curas de parroquias de Santo Domingo pelaron el plátano y denunciaron con un verbo de admonición y de combate, las siete plagas que aumentan en este gobierno: hambre, falta de asistencia en salud, debilidades fundamentales en la educación o inexistencia de aulas, altos impuestos que traban el ejercicio comercial, caos en el transporte, bajos sueldos para médicos, maestros, guardias, policías y empleados públicos.

Cuando un cura habla en ocasión tan solemne lo hace a nombre de la iglesia Católica. ¿Qué quiere decir eso? ¿Acaso los generales enviaron sus tropas primero? ¿O la realidad golpea a los curas de parroquias pobres?

Estamos mal también en la capital ¿nos mudamos? ¡No, mejor los sacamos!

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