El país ha sido criticado repetidamente porque no exhibe una actitud firme contra los actos de corrupción.
Las críticas en este sentido provienen de personalidades y entidades locales y de organismos internacionales.
Los actos de corrupción que llegan a las instancias judiciales, con raras excepciones, se diluyen sin llegar a la condición de cosa definitivamente juzgada.
Esa circunstancia crea dos sensaciones: por un lado, la gente percibe que se apaña la corrupción y quedan las dudas sobre la honestidad de los acusados, y por otro lado, los inculpados no tienen oportunidad de defenderse en juicio oral, público y contradictorio.
Como el proceso se diluye antes de ser consumado, no hay forma de resarcir al Estado por los bienes o intereses distraídos.
– II –
El Departamento de Prevención de la Corrupción (Depreco), una instancia adscrita a la Procuraduría General de la República con propósitos específicos que su nombre indica, parece que termina por frustrar y decepcionar a quienes llegan a dirigirlo.
El primer director de esa dependencia, Justo Pedro Castellanos, terminó por renunciar del cargo, decepcionado por la falta de apoyo al ejercicio que encaminó contra actitudes tildadas de pecaminosas contra el Estado.
Quienes le sucedieron en el cargo llegaron a criticar la falta de respaldo de sus acciones dirigidas a moralizar en cuanto fuera posible el ejercicio de las funciones públicas.
Y ya tenemos que el actual director, Octavio Lister, declaró que ha puesto su cargo a disposición de sus superiores inmediatos, decepcionado por decisiones judiciales sobre la mayoría de los expedientes de corrupción en la administración pública.
Se presume que el Depreco cuenta con medios suficientes para reunir todas las evidencias necesarias para sustanciar un expediente sobre corrupción, de manera que los jueces puedan establecer responsabilidades y fallar en consecuencia.
– III –
La situación en el Depreco que ha llevado a la decepción a sus directores envía una mala señal sobre la lucha contra la corrupción en este país, en el que se reconoce que abunda este mal.
Sin caer en descalificaciones traídas por las greñas, se puede afirmar que la lucha contra la corrupción es en este país una pieza de discurso político que no se atreve a prosperar. Como tal, termina decepcionando a todo el que va al Depreco con deseos moralizantes y ve desplomar sus investigaciones.
Han sido muchos los actos investigados por el Ministerio Público por sospecha de corrupción, pero se pueden contar con los dedos de una mano las sentencias condenatorias y los casos concluidos en los tribunales.
Quizás nuestros compromisos internacionales, sobre todo uno que otro tratado comercial, nos fuerce a asumir en serio la lucha contra la corrupción a todos los niveles, pero, mientras tanto, lo que tenemos en esta materia es una muy mala señal.