Malas noticias

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Muchos pensaban que, en términos fríamente económicos, el desastre de Haití tendría un efecto neto positivo sobre nuestro país, gracias a un aumento de nuestras exportaciones al vecino y grandes obras allí para nuestros constructores.

Pero como vivimos del turismo, esos aspectos “positivos” no serán  suficientes para enfrentar la reducción que ya ha tenido lugar en nuestros flujos turísticos desde el 12 de enero.  Las estadísticas de ese mes reflejaron un aumento sobre enero del 2009 pero tan sólo por el fuerte crecimiento en los doce días previos al terremoto.  Como lo demostrarán los datos de febrero, desde entonces el turismo está bajando, pues gente poco sofisticada no entiende que lo que afectó a una ciudad en una isla, no abarcó a la isla entera. También hemos tenido una fuerte baja en la compra de solares y casas por parte de extranjeros, pues estos consideran riesgoso residir en una isla donde ha tenido lugar el desastre que más vidas ha costado, más que las víctimas de los grandes tsunamis asiáticos.  Prefieren un segundo hogar en un sitio menos sujeto a riesgos sísmicos.

El desastre haitiano también tendrá un segundo efecto negativo pues la fuerte presión migratoria que ya existía antes del terremoto aumentará a medida en que la comida local escasee, como resultado del traslado de una buena proporción de la población de Puerto Príncipe a zonas agrícolas como el Artibonito.  Ya el Presidente Fernández declaró al Wall Street Journal que nuestro país corre el riesgo de devenir en un Estado fallido debido al éxodo de los haitianos.

Algunos podrían pensar que la crisis en Grecia, provocada por sus déficits presupuestales y las dudas sobre si Alemania y Francia irán al rescate de su socio comunitario, no nos afectará.  Pero ante la posibilidad de un “default” de la deuda soberana griega el riesgo de los bonos soberanos de todo el mundo subdesarrollado es percibido ahora como mayor que hace dos meses.  En el presupuesto dominicano del 2010 se colocó, lamentablemente, una emisión de bonos soberanos, la cual hace dos meses hubiese costado menos de un 8% pero hoy día fluctuaría entre 8.6% y 9.5% si es que aparecen compradores con “apetito” para adquirir deuda de un país que comparte una isla con Haití. 

En nuestro presupuesto y en la proyección de balanza de pagos para este año se presumió que el petróleo promediaría 72 dólares el barril.  Esta semana está en 79.65,  una diferencia de un 10%, lo que representa un subsidio al sector eléctrico mayor que el presupuestado y también precios más altos para el consumidor.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a pesar de su positivo reporte de la semana pasada, no se ha cumplido en un aspecto básico: la eliminación para finales del año pasado de los atrasos a los generadores eléctricos, a pesar de que tanto el FMI, el Banco Mundial y el BID entregaron recursos suficientes a Hacienda para lograr eso, pero ésta aparentemente utilizó parte de los mismos para otros propósitos.  Los desembolsos de los préstamos del BID y el Banco Mundial para la CDEEE están condicionados a la eliminación de los atrasos y ahora surge el tranque.  Embarques de carbón y otros insumos se han atrasado  provocando apagones por falta de generación.

Como alternativa para reducir los atrasos, el gobierno ha planteado ir al Congreso para  una segunda emisión de bonos locales, pues ya en el presupuesto aparece una primera.  Si el mercado internacional, por lo de Grecia, no quiere bonos soberanos dominicanos, entonces se plantearía una tercera emisión de bonos locales.  Hay un mercado interno para esos bonos, sobre todo si se pueden utilizar para pagar impuestos, como se hizo el año pasado, pero a Hacienda eso no le gusta pues sus ingresos mermarían.  El acuerdo con el FMI tiene dos etapas:  la “fácil”, hasta las elecciones, con muchos flujos de préstamos internacionales y la subsiguiente de “ajustes” políticamente costosos.  Si la “fácil” la estamos incumpliendo, habría que imaginarse qué pasará a partir de junio.

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