Malezas cubren cementerios de la capital

Malezas cubren cementerios de la capital

POR MARIEN A. CAPITAN
En los cementerios de la capital prolifera la maleza, las calles están en mal estado, la basura se acumula en los rincones en la víspera del Día de los Difuntos. A los camposantos Cristo Redentor, el de Cristo Rey, el de la avenida Máximo Gómez y el de la Independencia acudían ayer decenas de personas con el propósito de acondicionar las tumbas de los suyos.

De los cuatro, el que peor situación presenta es el Cristo Redentor, un lugar que tiene áreas limpias gracias a la constante preocupación de los familiares de los difuntos, quienes deben pagar entre RD$200 y RD$500 para que las desyerben.

Belkis Mejía, que va quincenalmente a ver la tumba de sus padres y asegura que desde hace quince días han limpiado las tumbas y lápidas que están frente a la calle. Las de dentro, sin embargo, continúan igual.

Francisco Abreu, que ha estado yendo para hacer unas obras, sostuvo que hay mucha basura y mucha hierba. «Lo malo son los pasillos, hay gente que tiene su terreno y no lo limpian. Ahora está mejor: hace una semana esto estaba perdido», agregó.

Las hermanas Valenzuela Pérez, que enterraron a su madre hace apenas un mes, también se quejaron de que los familiares de los muertos tienen que pagar para mantener las tumbas limpias. De lo contrario, podrían incluso perderse sin encontrar el lugar en el que enterraron a los suyos.

Y es que perderse aquí no es difícil. Los cúmulos de tierra, vestida de una hierba muy alta, han tapado completamente algunas tumbas, cruces y lápidas. Los caminos, incluso, están tan serpenteantes que no es extraño que uno termine en la pared que da al final del cementerio, donde puede apreciarse que las casuchas colindantes están pegadas del muro.

Una de las vecinas que vive allí es Délida Santana, una señora cuyo patio está detrás de la pared del cementerio. Por ello, al salir de casa, su mirada se tropieza con la hierbas y las cruces del Cristo Redentor. «A mí me da pena cuando me asomo y veo ese cementerio así, está demasiado descuidado, parece una selva del Amazonas», apuntó Santana.

  Algunos visitantes están indignados por los constantes robos. «El gran problema de aquí son los ladrones. Por ejemplo, aquí nosotros teníamos tarros y se lo llevaron. También se llevan los velones», aseveró Camilo Díaz.

El Cementerio de Cristo Rey no tiene la hierba tan alta. Los desperdicios, sin embargo, sí se esconde en los rincones. Al final del camposanto, además, se pueden ver las fundas de basura que depositan los moradores más cercanos.

Pero es el descuido lo que más llama la atención: las tumbas están deterioradas, las cruces rotas se inclinan hacia el suelo y, como si fuera poco, muchos mausoleos están «decorados» con burdos graffiti y lo que un día fue grama hoy no es más que piedras.

CEMENTERIO DE LA MÁXIMO GÓMEZ

En el cementerio de la Máximo Gómez las cosas no son muy distintas. Además de los niños que se suben a los mausoleos para jugar a las cartas, al llegar aquí también se descubre la misma dejadez que en los demás.

La entrada, convertida en comercio de ocasión, es la parte que mejor está. Adentrándose un poco, chequeando los espacios que no circula mucha gente, puede verse que hay bastante maleza y basura regada por las esquinas.

Eso incomodó ayer a José Rafael Mota, un señor de mediana edad que pintaba la tumba de unos familiares de su mujer. «A esto le hace falta limpieza, hay que tener un poco más de consideración con esto del cementerio», acotó.

Félix Santos, sin embargo, sostiene que el cementerio está mucho mejor que antes. Hay que agradecerlo, aseguran, porque la imagen del camposanto ha cambiado.

EL INDEPENDENCIA

Al hablar de cambios hay que referirse al cementerio de la Independencia, donde se puede apreciar que la alta maleza que lo cubría fue podada. ¿El problema? La hierba, colocada en un buen número de fundas negras, habita ahora un gran espacio del fondo del cementerio.

Pero son las lápidas, que alguien se llevó dejando los huecos desnudos, las que más hacen falta. También duele ver que la mayoría de las cruces se han roto, que muchas columnas están agrietadas y, abandonadas a su suerte, la pintura de casi todas las tumbas está deshecha.

Dos o tres tumbas están pintadas. Una de ella es la de los familiares de Yanet Plá, una señora que se preocupa de mantener vivo el recuerdo de los suyos. Al hablar del cementerio, lo hace con nostalgia. «No quería que la tumba estuviera en esas condiciones. El cementerio está un poco más limpio pero la gente ya ha perdido la costumbre de venir y arreglar», adujo.

La desidia que impera en este cementerio es tal que al caminar por él cualquiera puede encontrarse maravillas tales como un montón de arroz que fue tirado en el suelo para alimentar a los cinco perros que habitan el lugar. Ellos, al parecer, son tratados con más consideración.

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