Malos momentos del escritor

Malos momentos del escritor

Cuando algunas personas me preguntan si podría vivir de las ventas de mis libros, siempre respondo que si lo decidiera, mi esposa Yvelisse me pondría el divorcio por “parasitismo conyugal”.

    En mis años de soltería irresponsable, recuerdo que cuando le mostré en una ocasión a mi padre un cuento que publiqué en el suplemento literario de un periódico, me pidió que le diera satisfacciones monetarias, en lugar de las literarias.

    Esto se debió a que el dinero que producía como locutor radial, o  reportero de diario, no me alcanzaba para comprar libros, asistir a los cines, y mis romances con mujeres, tanto virtuosas como de vida alegre.     Recuerdo la mañana en que, mientras cargaba un paquete con ejemplares del primer volumen de Estampas Dominicanas  para llevarlos a una librería, un conocido se acercó, y me dijo en tono imperativo:

    -Yo nunca he comprado un libro; así que usted tendrá que regalarme uno de los que usted lleva ahí.

   Acto seguido trató de arrebatarme la funda de supermercado donde llevaba la mercancía, por lo que iniciamos un breve forcejeo, que felizmente lo hizo desistir de aquella tentativa cleptómana.

    Un empleado de uno de los canales televisivos donde producía mi programa de entrevistas en la década del ochenta me pidió que le regalara dos o tres de mis obras.

    Me dirigí a mi vehículo, y extraje un ejemplar que le ofrecí al peticionario, el cual ni siquiera extendió los brazos para tomarlo, y dijo con cara de contrariedad.

    -Miren con la miseria que este hombre me sale.

Me disponía a calificarlo de limosnero con escopeta, cuando ví a dos hermosas jóvenes acercarse a él, quien me las presentó como sus hijas.

   Impactado por la belleza de las muchachas, le prometí al hombre conseguirle otro de mis libros, lo que cumplí el próximo día de grabación del programa.

    Una noche de concierto en el conservatorio, al desmontarme de mi pequeño y añejo Daewoo, un joven que se apeó de una lujosa yipeta, me dijo, con fingida expresión enseriada en el semblante:

    -Don Mario, supongo que habrá traído siquiera cincuenta libros suyos para regalarlos a los asistentes, porque me han dicho que usted no es un hombre tacaño.

    Yvelisse me pidió que con la venta de mi más reciente libro: Mujeriegos, chiviricas y pariguayos, la llevara a cenar el día de las madres.

    -Si se sigue vendiendo bien- respondí- veré si el dinero producido alcanza para un sandwich completo y un jugo, de la barra Payán.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas