El poeta revolucionario nicaragüense Edwin Castro Rodríguez, durante la tiranía de Somoza, escribió un poema con el título que tomo prestado.
Antes que nada, la seguridad ciudadana. Que las madres no se angustien porque sus hijos o su esposo salieron de noche al cine, a un restaurante, a un bar donde cualquier desaprensivo dispara un arma sin razón y mata, hiere y huye y, en muchos casos parece que los asesinos son tragados por la tierra.
Que vivamos bajo un sistema en el cual la administración de la Constitución y las Leyes sea correcta, despojada de intereses, que actúe sin mirar quién o quiénes sean los culpables.
Exigir que jueces y procuradores fiscales sean profesionales que no solo conozcan la materia legal, sino que también sean ciudadanos capaces de mirarse al espejo, mientras se afeitan, y en la soledad del momento respondan a la imagen reflejada que han actuado como Dios manda.
La educación debe ser un instrumento dedicado al desarrollo de talentos, habilidades, aspiraciones, inventos, experimentos que, además de la enseñanza profunda y cierta del idioma, sepan, como pedía aquel filósofo griego, los conocimientos de las ciencias que les enseñen a pensar.
Que los jóvenes se gradúen con un título de bachiller y, al mismo tiempo, con las destrezas especializadas: torneros, carpinteros, sastres, mecánicos automotrices, electricistas, músicos, en fin, con una profesión que les permita integrarse en el mercado de empleos con los conocimientos adecuados.
Que no ocurra lo que denunciaba el ilustre escritor, pensador y político venezolano, don Arturo Uslar Pietri, quien, como candidato presidencial, en 1964, señalaba que un título de bachiller era un pasaporte a la nada, pues los jóvenes no eran enseñados a pensar ni tampoco obtenían en el bachillerato las destrezas y los conocimientos para obtener y desempeñar con éxito un oficio, una profesión media.
Que termine el engaño de dedicar el 4 por ciento de la Ley de Gastos Públicos a la Educación a la construcción de locales escolares y que la inversión se concentre en profundizar y cambiar el sistema que se limita a mal enseñar a leer y escribir y al conocimiento más o menos de las cuatro reglas de las matemáticas: sumar, restar, multiplicar y dividir.
Que los hospitales públicos tengan los instrumentos y los medicamentos necesarios para atender a sus usuarios de manera profesional, decente y respetuosa.
Que se produzca una verdadera revolución en la agropecuaria y en la conservación y desarrollo forestal
Que el gobierno actúe para procurar que la distribución de las riquezas nacionales no sea una bomba de tiempo entre quienes lo tienen todo y los que no poseen nada.
Esa es la política del Cambio por la que propugnan el Partido Revolucionario Moderno, con su candidato Luis Abinader.