Mañas, marañas y patrañas

Mañas, marañas y patrañas

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
“El hombre es un animal mañoso”. Oí a un vendedor de jugo de naranjas dar esa definición lapidaria en el mismo tono formal con que un biólogo afirmaría: “el hombre es un animal mamífero vertebrado”… de aparición reciente. El auditorio del biólogo podría situarse en un anfiteatro lleno de estudiantes y profesores.

Al vendedor de jugo de naranjas de esta historia le rodeaba un grupo heterogéneo: choferes, mensajeros, empleados públicos. Desde el centro del grupo se alzó una voz: ¿Qué es una maña? Al oír esto me dije: qué interesante y útil sería tener un catálogo de las mañas, marañas y patrañas, habituales -”endémicas”- en la sociedad dominicana. En primer lugar tenemos las mañas políticas; después, las marañas financieras; finalmente, las patrañas publicitarias o “de comunicaciones”.

El muy mañoso general Ulises Heureaux, apodado Lilís, decía que “en política, el que duerme de un solo lao amanece pelao”.

Quería decir nuestro Presidente -muerto a tiros en 1899- que la doblez en la actividad política es obligatoria.  Existe  un documento extraordinario que no ha sido suficientemente estudiado por nuestros historiadores, sociólogos, politólogos. Se trata del famoso Código Telegráfico de Lilís. Este texto contiene todas las previsiones políticas con las que podía contar un maquiavelo antillano como Heureaux, avezado en las más diversas trampas, engañifas, artimañas.  Los ardides y “emboscadas” podían ser militares, políticos o de negocios. El Código Telegráfico, un manual organizado por orden alfabético, se entregaba solamente a los más cercanos colaboradores del dictador, a los gobernadores provinciales y comandantes militares. Una sola palabra significaba un conjunto de instrucciones políticas precisas.

Por ejemplo, en la letra A aparecían las palabras: abeja, abejero, abejón, abejaruco. Al lado de cada una de estas palabras se describía puntualmente su significado secreto. En algunos casos eran órdenes de arresto con caracteres específicos: “cojan a Fulano de tal, delante de todo el mundo, trátenlo con la mayor cortesía y cumpliendo con las formalidades legales, llévenlo a la prisión respetando sus derechos y dignidad”. O bien: “atrapen a Mengano violentamente, con gran aparato y despliegue de fuerza, de manera que sea “desconsiderado” y vejado a los ojos del público.  Que quede bien claro que ha perdido el favor del gobierno y que su futuro es incierto”. En otras ocasiones las “palabras mágicas” del Código  Telegráfico indicaban: vigilar a Zutano, sobornar a Perencejo; o proponer una conspiración contra el gobierno a un sujeto sospechoso de simpatizar con la oposición. Ciertas palabras significaban procedimientos detallados de “engatusamiento”  de enemigos políticos o de funcionarios de “lealtad tibia”.  Un gobernador podía recibir el encargo de “molestar” a un funcionario, a fin de disgustarlo hasta el punto de provocar su renuncia del cargo.  De este modo el gobierno no tendría que destituirlo.  O sea, una consigna equivalente a “no lo echen pero oblíguenlo a irse; no lo queremos con nosotros, pues su presencia nos hace daño con los aliados de ocasión”. Estas son mañas y artimañas vigentes en su integridad hasta el día de hoy.

Las marañas bancarias, las de compra de propiedades del Estado, las de inversiones en la producción de energía eléctrica, o en relación con empréstitos internacionales, siguen tejiéndose en la misma forma que en el “año mandibulario” de 1888, según expresión de Vigil Díaz. De igual manera continúan arreglándose las cosas en el Congreso Nacional a base de “píldoras de Zocotó”, esto es, de fajos de billetes de banco.  A la hora de presentar candidaturas para las elecciones legislativas y municipales, es obvio que nuestros políticos nunca “duermen de un solo lao”. Se dejan retratar de frente y de perfil, por arriba y por abajo, como si fueran bocetos para el estudio de un pintor surrealista.

Nuestros políticos, hoy como ayer, son tan voraces como pirañas y tan ponzoñosos como arañas “cacatas”. Sus habilidades más visibles consisten en tender marañas y urdir patrañas.

Hace unos años los fabricantes de computadoras propusieron la supresión de la letra eñe. Después de haber producido máquinas y programas para resolver asuntos complicadísimos,  quisieron “simplificar” con la eliminación de una letra del alfabeto de nuestra lengua. Los españoles, desde luego, pusieron el grito en el cielo por ser la eñe una letra fundamental. Sin ella no se puede escribir España ni mencionar la identidad o la nacionalidad españolas, ni apañarse con los políticos, ni agarrar a nadie por el gañote; ni poner en práctica las malas mañas, ni difundir patrañas, ni entretejer marañas. Además – para colmo – sin esa letra no puede pronunciarse con el énfasis debido la mala palabra más importante del idioma. El pintor Gustave Courbet consideraba que de esa mala palabra – precisamente – pende “el origen de la vida” humana. Su escandaloso cuadro se exhibe desde hace años en el Museo de Orsay, en París.

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