Mandy Volz, un maestro suizo de la escultura

Mandy Volz, un maestro suizo de la escultura

La preocupación expresada por la situación de la escultura en Santo Domingo está dando sus primeros resultados positivos. Hubo una extraordinaria exposición de cuatro grandes maestros de la modernidad en el Museo Bellapart, la unión de escultores dominicanos tomó cuerpo y celebró una importante colectiva y, como aporte internacional, una muestra de contenido impresionante se está presentando en la Galería Nacional de Bellas Artes. El artista suizo Mandy Volz ofrece la oportunidad de valorar un conjunto de su producción a lo largo de décadas de labor intensa.

Ciertamente, aparte de constituir una individual magnífica, este evento se considera como un logro sorprendente, por los medios y recursos que implica traer, desde Europa, decenas de piezas, grandes, pequeñas y medianas. He aquí un repertorio muy variado de formas y volúmenes, ejecutadas en una técnica inmejorable, e imperan maestría y fervor del creador apasionado. Otro hecho de excepción consiste en la culminación de un proyecto, fruto de más de dos años de planificación, tanto de parte del autor como de las gestiones admirables de la Embajada de Suiza y el respaldo institucional de su país a una verdadera empresa cultural. Por sus dimensiones y su naturaleza insólita, lo es indudablemente.

La exposición. Disfrutamos una exposición extensa, completa y compleja, retrospectiva y antológica, de escultura en materiales nobles –mármol, bronce y madera–. Obviamente, el “arte povera” no concierne a Mandy Volz, tampoco los plásticos y las nuevas tecnologías. Podríamos definir al artista –también pintor y dibujante, hay una muestra– como un gran clásico, virtuoso de la modernidad.

Desde antes de entrar al edificio del Palacio de Bellas Artes, encontramos una obra descomunal que sorprende a todos. Un monumental tablero, en travertino y mármol blanco sobre base de cemento, se yergue al aire libre en la explanada, “Abacus”, hoy única obra escultórica en el jardín, y por algunas semanas… Mandy Volz ha construido una versión escultórica, gigante y real-imaginaria, del ancestral ábaco. ¡El mismo artista ha trabajado aquí, varios días, ensamblando e instalando esta pieza contundente!

Ya en el interior y llegando al vestíbulo, una segunda obra, reluciente, nos introduce al polifacético dominio de Mandy Volz en el labrado marmóreo. Ese tratamiento insuperable lo volvemos a contemplar en el pleno de la exposición que propone la utilización excepcionalmente diversa de los materiales inmemoriales, pues las combinaciones más inesperadas hacen contemporánea y diferente esta escultura.

Obviamente, Mandy Volz escapó siempre a la esclerosis de la reiteración, desconoció la rigidez en el oficio, rechazó las formulaciones estáticas. Fue en época reciente –a la inversa de muchos escultores– cuando aprovechó más la riqueza de posibilidades en la madera que a menudo él dota de una policromía alegre y lúdica, con tonos cálidos. Las “criaturas”, neo-surrealistas, dispuestas en círculo en el piso precioso de La Cúpula, demuestran su envergadura.

La creatividad. Ahora bien, en ningún momento Mandy ha creído en limitaciones ni jerarquías, él combina varios ingredientes matéricos en una misma pieza, esculpe en bronce dando a la pátina colores de la naturaleza, agrega e incorpora el mármol a una estructura de madera…

Impresiona también en Mandy Volz su modo de asimilación y de superación de las tendencias y escuelas que él estudió, investigó, adaptó, tanto en formatos colosales como en casi miniaturas. Observamos que ha ido alternando construcción, abstracción y figuración – en “La destrucción”–, realismo y surrealismo al realizar ensamblajes formales figurativos extraños – medio-humanos o medio-animales– así “El ave con sombrero”, medio-mitológicos aun –“Ícaro”–, al transformar cuerpos y rostros, curiosamente alineados o reinventando la anatomía, en los “Juguetes” y las criaturas de la “Reunión”.

Acabamos de referimos a ejemplos de una inventiva perpetuamente despierta, pero queremos ahora fijar nuestra atención en los “ángeles”, objetos de elaboración y materiales diversos, una serie algo barroca y estrafalaria, alcanzando su clímax creativo cuando coloca alas gigantes de plumas verdaderas, junto a madera y mármol. Más que sujeto de connotación religiosa, es un experimento, surgido de la fantasía y la discrecional inspiración del autor.

Optar por elementos y estilos diversos, incluyendo a una seudo-ingenuidad arcaica, ha trascendido en una síntesis y (re)creación propia. Las piezas exhibidas nos enseñan, una tras otra –hay que mirarlas dos y tres veces…–, que Mandy Volz ha construido su sistema personal de valores y estructuras tridimensionales, conjugando oficio artesanal, inquietudes e inspiración, humor aun, imbricados e incuestionables. Las obras son impactantes desde la concepción hasta la ejecución y el acabado final. ¡Un aura indefinible irradia de las esculturas, las cuales dialogan naturalmente en sus estilos, necesariamente distintos y contrastantes aun, post-modernos al fin!

La carrera profesional de Mandy Volz incluye muchas obras monumentales de “arte público” e intervenciones en la arquitectura, pero esas construcciones no eran transportables… Tenemos sin embargo una pequeñita muestra con “Abacus”, pues, a partir de cinco metros de altura, una escultura se considera como monumental…

En pocas palabras, Mandy Volz, empecinado, exigente y pluralmente experto, es un innovador voluble y prodigioso en sus propuestas estéticas. Su obra fascina, divierte y enseña: la exposición puede ser visitada hasta el 29 de mayo.

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