Manifiesto literario a la antigua

Manifiesto literario a la antigua

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Los escritores escriben trozos articulados de prosa o verso, a los que llaman capítulos, estrofas, apartados, parágrafos, secciones, libros. No hay mas remedio que decir las cosas una por una, esto es, una detrás de la otra. Es un asunto de «necesidad» lingüística. Para expresar algo es obligatorio silenciar -–momentáneamente– otro algo que también merecería ser enunciado.

Es menester decir unas cosas primero y otras después. A ello nos fuerzan por igual, la fonación y la sintaxis.

Pero los escritores y artistas –de todos los tiempos– inventan técnicas expresivas para transmitir sus sueños, angustias, opiniones e intelecciones. Al generalizarse el uso de las cintas magnetofónicas algunos escritores creyeron que podrían dividir sus creaciones en pedazos llamados rollos, cintas, archivos, etc. El dramaturgo y novelista irlandés Samuel Beckett es uno de ellos. El poeta Pablo Neruda numeraba sus composiciones: poema 5, poema 18, poema 20. No se trata únicamente de un ordenamiento cronológico o «escriptural»; es una simple cuestión nominativa. Neruda publicó en 1924 los famosos 20 poemas de amor y una canción desesperada. La «numeración» alcanzaba el titulo del libro. Los editores no escribían «veinte», en letras latinas, en la cubierta del poemario; en el titulo aparecía: 20, en números arábigos. En 1959 Neruda hizo circular Cien sonetos de amor, dedicados a su esposa Matilde Urrutia. En la dedicatoria el gran poeta chileno dice: «Los poetas de todo tiempo dispusieron rimas que sonaron como platería, cristal o cañonazo. Yo, con mucha humildad, hice estos sonetos de madera, les di el sonido de esta opaca y pura substancia y así deben llegar a tus oídos». Antes de concluir, Neruda explica a su esposa: «Construí, con hacha, cuchillo, cortaplumas, estas madererías de amor y edifique pequeñas casas de catorce tablas para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto».

Los sonetos deben estar compuestos por catorce versos, distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, según los canones de viejísimas preceptivas. Por mandato de la bella Violante, Lope de Vega construyó un «artefacto» de catorce versos que se usaba en las escuelas como ejemplo de ingenio y de lo que «dicen que es soneto». Neruda, en sus Cien sonetos de amor, se empeña en asonantar 1,400 versos para que no suenen explosivamente y se conviertan en las «catorce tablas» asordinadas, multiplicadas por cien. Sonetos y sonatas son antiguas estructuras artísticas que es posible modificar, torcer, alabear o adaptar. Poetas y músicos lo han hecho siempre, con mayor o menor fortuna. Los versos asonantados que emplea Neruda los manejaba con grandísima destreza Bécquer, el adolorido romántico sevillano. El soneto es, por tanto, «cosa vieja»; y los versos asonantes también. Neruda no puede menos que sufrir, amar y escribir, sobre el «banco de trabajo» de una larga tradición poética. Esa tradición es posible limarla, producir en el lomo de ella pequeñas erosiones. El poeta más innovador que podamos imaginar es, a la vez, un continuador de la historia literaria que su propia obra cuestiona o pone en entredicho.

Los versos de madera, primero son versos y, después, son de madera. ¿Cómo llegan a ser de madera? Mediante el trillado procedimiento de la rima asonante. Lope de Vega y Bécquer sobreviven enquistados en las obras de todos los poetas de la lengua española, jóvenes y viejos, vivos y muertos. Nadie puede hacer el papel de Adán, ser un primer hombre que inaugura las formas, los sentimientos, estilos, saberes y técnicas. Poemas hay con títulos pomposos, extravagantes o bellísimos; los hay sin titulo y con números, romanos o arábigos. Todos son poemas. Los versos que constituyen los poemas de cada época están escritos desde «sentíimentalidades» diferentes y con técnicas disímiles. Estas diferencias abarcan aspectos de la escritura que pueden clasificarse como accidentales o de menor cuantía. Pablo Neruda es un romántico tardío injerto en activista político de izquierda. Su poesía, moderna en la forma, tiene un sustrato sentimental del siglo XIX. Los gustos y preferencias del hombre llamado Neruda están presentes en la decoración de sus casas, en Santiago y en Valparaíso, en las colecciones que amontonó en Isla Negra, donde fue enterrado junto a Matilde. La sobria tumba del autor de Crepusculario y de su ultima esposa no tiene techo o dosel alguno; está abierta a los vientos del océano Pacifico, golpeada por «el cinturón ruidoso del mar» que, según Neruda, «ciñe la costa».

Con mucha frecuencia los escritores recurren a experimentos, formales y técnicos, sin tener claro hacia donde podrían conducirles tales experimentos. La escritura automática, el collage, la enumeración caótica, el flujo del subconsciente, las secuencias cinematográficas, los procedimientos musicales, son vías experimentales de indudable valor artístico. En realidad, estas «experimentaciones» deberían ser estimuladas porque, en la mayoría de los casos, liberan fuerzas ocultas. Sin embargo, los resultados finales apuntan hacia los condimentos de cocina. Es claro que el vinagre, la pimienta, el ajo y la sal, mejoran considerablemente un guiso. Pero no pueden sustituir a las materias primas. Los aderezos solo tienen valor al ser añadidos a las carnes o a las ensaladas. Y, desde luego, se usan en pequeñas cantidades. Los temas básicos de la literatura siguen siendo los mismos desde los tiempos de Homero, pues los grandes problemas que oprimen al hombre de hoy se parecen a los que sufría hace 27 siglos. El escenario y los enseres humanos han cambiado; y también la posición relativa de los actores sociales. Por eso lo único importante para el escritor actual es hallar un lenguaje con el tono adecuado y unas técnicas de transmisión apropiadas para las aglomeraciones urbanas post – industriales.

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