Manipulación de la historia

Manipulación de la historia

HAMLET HERNANN
Cuando leí el periódico HOY del pasado jueves 28 de abril de 2005 no quería dar crédito a lo que allí encontré. Un investigador histórico oriundo de Estados Unidos aseguraba que Juan Bosch había colaborado con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) en los primeros años de la década de los sesenta. Luego de la lectura me las agencié para conseguir la grabación del evento de esa noche en la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE). Y entonces el alma me volvió al cuerpo cuando descubrí que todos en aquel auditorio habían defendido a Bosch de los infundados criterios del desagradable invitado.

Dicho individuo no salió incólume ante el público que allí se encontraba reunido. Ninguno de los presentes secundó lo que, en pleno desparpajo, este señor decía. Fundamentalmente dos personas pusieron a Eric Thomas Chester «en su puesto». Según aprecié por las respectivas voces se trataba de Matías Bosch, el nieto de don Juan, y de Diómedes Núñez Polanco, quien por mucho tiempo se desempeñó como asistente personal del líder peledeísta. Asombrosamente lúcido y ecuánime, el juvenil Matías rechazó «las conclusiones perturbadoras para el país y para América Latina» de las opiniones interesadas de Eric Thomas Chester. Desgranó pieza por pieza las contradicciones y subjetividades del investigador postulando que el conferencista de esa noche tenía una agenda que no era ajena a ciertos fines perturbadores. Al terminar la intervención del joven, el público asistente sonó estruendoso en la grabación que escuché detenidamente, dándome cuenta de que los defensores de la verdad histórica eran absoluta mayoría.

Por su parte, Diómedes Núñez Polanco consideró «vagos los fundamentos de las acusaciones» del conferenciante de esa noche. Hizo notar que las conclusiones de Eric Thomas Chester estaban basadas en una entrevista oral que le hiciera a Sacha Volman, un servidor documentado y declarado de la CIA desde que fuera reclutado por esa organización de espionaje en su natal Rumania. «Esa no es una fuente de calidad», dijo Diómedes con mucha energía al empezar su intervención. «No nos merece respeto esa fuente», concluyó diciendo.

El economista e investigador norteamericano no presentó una sola evidencia sólida de los planteamientos perturbadores que hacía. Ni un documento confiable, ni una grabación creíble. En resumen, nada. Todo estaría basado en la fe que pudiera tenerle el auditorio que asistió esa noche a FUNGLODE. Y nada de eso pudo encontrar ante el comportamiento ejemplar de Juan Bosch Gaviño. De Bosch podrían decirse muchas cosas, estar en desacuerdo con él, no coincidir en puntos de vista políticos. Entre esos me incluyo. Pero de ahí a creerle a un extraño, sin pruebas fehacientes, diciendo que ese líder traicionaba a su patria aliándose con una organización extranjera de espionaje, hay mucho trecho.

Para darle algún crédito a Thomas Chester habría también que aceptar la infamia que repetían los «cívicos» en 1962 de que Bosch traficaba con ciudadanos chinos hacia Estados Unidos cuando estaba exiliado en Cuba. Para creerle a este investigador tendríamos que estar de acuerdo con las mentiras de la jerarquía católica de 1962 que se empecinaba en decir que Bosch era un representante del comunismo internacional. Habría que creerle a muchos que propagaron que Bosch traicionó al presidente Caamaño cuando combatíamos la dictadura balaguerista desde las montañas dominicanas. Nadie puede traicionar a aquel con el que no ha hecho un compromiso formal. Sí traicionaron a Caamaño algunos militares constitucionalistas que se comprometieron con sus planes y luego pasaron a servirle a Balaguer contra quien fuera su líder.

Pero Bosch no era de esos que se venden. Nunca fue santo de la devoción de Estados Unidos porque tenía cabeza propia y dignidad patriótica. Norteamérica dio la luz verde para derrocar su gobierno porque como Presidente no aceptó actuar en contra de los intereses de la patria latinoamericana. Asimismo, Johnson invadió masivamente nuestro país para evitar que Bosch retornara al poder. Quien sí fue apoyado, financiado y protegido por la CIA y por los gobiernos de Estados Unidos fue Joaquín Balaguer. Decenas de documentos así lo aseguran. Pero a Eric Thomas Chester le cogió con que el que era de la CIA era Juan Bosch y no Joaquín Balaguer, el beneficiario principal de la invasión norteamericana.

Me cuento entre los que tuvieron divergencias políticas profundas con Juan Bosch en algunos momentos de nuestras vidas. Pero no puedo ser tan mezquino como para sumarme y poner en duda el sentimiento patriótico que Juan Bosch demostró durante una larga vida. Los hombres son como terminan sus vidas. Y ante hombres así: «chapeau», hay que quitarse el sombrero.

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