Manipulación política de las cosas

Manipulación política de las cosas

TEÓFILO QUICO TABAR
Hay actividades y acontecimientos a los que comúnmente algunas personas tienen tendencia a exagerarlos para que luzcan más relevantes o para darle mayor énfasis, sin embargo hay otros que se pretenden minimizar a fin de que pasen desapercibidos, no se les dé la importancia que tienen o simplemente para que los demás ignoren de lo que se trata en realidad.

 Esa es una tendencia humana bastante enraizada que se pone de manifiesto no solo como se dice, entre los pescadores, que no le hacen daño a nadie diciendo que el pez más grande se le fue, sino que se utiliza mucho más en otras actividades, especialmente en las políticas, sobre todo cuando se gobierna, que al parecer es donde mayores posibilidades de utilizar recursos y mecanismos existe, y donde hay mayor necesidad de presentar las cosas como en realidad no son.

No deberían existir razones de ninguna índole que imposibiliten a los gobiernos, a los mandatarios y los funcionarios explicarle al país cada cosa que vayan a hacer y cada medida que vayan a tomar, tal como son, sin exagerarlas y sin minimizarlas.

Nunca he entendido porqué en política se utiliza tanto el método del ocultamiento. Esa práctica podría suponerse en actividades que de ninguna forma afecten los ciudadanos de un país. Tal vez podría tener alguna explicación si se tratara de una guerra donde estuviera en juego la patria y la estrategia del ocultamiento fuera el arma principal.

Pero no tiene justificación lógica ni racional, que un presidente o un funcionario, por el hecho de que a alguien se le ocurra un proyecto, venga a vender algo, a propiciar un negocio o a plantear necesidades que pudieran ser ciertas, darle credibilidad inmediata, anunciándolo como una verdad indiscutible y comprometer a todo el país, sin que éste en base a algún mecanismo, le dé su aprobación, o por lo menos tenga noción de lo que se va a hacer, en que beneficia e incluso los posibles perjuicios momentáneos o definitivos de esas medidas.

La realidad es que casi siempre se recurre a la exageración o la minimización de las cosas, cuando se trata de algo que proviene de los estamentos oficiales y cuenta con la bendición del entorno o simplemente se supone que cuentan con beneplácito de la Persona. De inmediato se pone en funcionamiento la maquinaria que determina si se minimiza la acción o si se le da una magnitud o cobertura del tamaño de los beneficios que de cualquier índole se suponen producirán.

Lamentablemente es una realidad. Por eso algunas personas coinciden en que las prácticas trujillistas, que en alguna ocasión fueron repudiadas y combatidas, se han mantenido vigentes y de cierta forma se han acomodado en los entornos palaciegos, con el beneplácito incluso de muchos de los que ayer fueron víctimas del régimen y del sistema que hoy, utilizando métodos parecidos, aunque un tanto retocados, los beneficia.

La minimización o exageración de las cosas cuando provienen del seno del gobierno, o cuando se les atribuyen a la oposición son métodos poco éticos. Al país no se le dicen las cosas como realmente son. Los ciudadanos somos víctimas de las exageraciones o las simulaciones de muchísimas acciones que nos comprometen a todos sin que nos demos cuenta.

Algunas personas hablan mucho de reformas, pero la mayoría solo tienen tendencia a beneficiar determinados sectores. Propuestas que no pasan de ser ungüento cutáneo para malestares internos profundos. Reformas que procuran crear mecanismos de dirección a remoto o controles exclusivos de sectores de poder tradicional o emergente.

Los promotores de las reformas, víctimas del sistema condicionante, no se atreven a proponer mecanismos legales que limiten el accionar de los gobiernos y los gobernantes. Que los obligue a explicar al país, de manera clara, los alcances de cada acción con sus posibles beneficios y perjuicios. Y que el pueblo, que recibirá o sufrirá las consecuencias de éstos, les dé su aprobación, para no continuar dependiendo de mecanismos que desvirtúan sus tamaños y alcances reales.

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