Manny Acta
Demuestra sí se puede con los Nacionales

<STRONG>Manny Acta<BR></STRONG>Demuestra sí se puede con los Nacionales

Por Tim Brown
De Yahoo! Sports
LOS ANGELES. –
Manny Acta estaba sentado en su oficina en el RFK Stadium, midiendo el trauma de haber perdido tres juegos seguidos ante los Tigres de Detroit y las 32 carreras que habían permitido en esos reveses.

En su primera temporada como dirigente de las mayors, habiendo recibido las llaves de los apaleados Nacionales, Acta había permitido el potencial de derrotas.

Pero estas eran derrotas rigurosas, del tipo que un equipo con calibre de la Serie Mundial le propina a sus rivales, aquellas que definen la distancia entre competente y apenas pasable.

Con timidez, un asistente del clubhouse del lado de los visitantes entró. Si tiene tiempo, comentó el joven, Jim Leyland quiere hablarle.

Esto era precioso. En la República Dominicana, donde creció Acta, en medio de caña de azúcar, sus amigos más cercanos le llamaban “Jim Leyland” por sus aspiraciones de ser dirigente. Leyland era realeza para Acta en el mundo de los dirigentes, junto con Bobby Cox y Tony La Russa.

Ahora, él iba a pararse frente a este hombre, habiendo perdido dramáticamente contra él en los últimos tres días.

Esta iba a ser tremenda presentación. De acuerdo a Acta, sin conocerlo, Leyland representaba la “parte humana” del juego.

“El es tan real”, dijo Acta. “Por haber hablado con gente que jugó con él, a él le importan sus jugadores”.

Así como Cox maneja el juego, y La Russa se resiste a lo convencional, para Acta, Leyland inspira lealtad.

Esos tres días en junio, Acta, de 38 años y con unos 70 juegos de experiencia como dirigente, no veía manera de acercarse a Leyland.

“Era demasiado tímido”, dijo. Así que Acta siguió al asistente del clubhouse, y pasó por las puertas hacia donde se encontraba Leyland, y le tendió la mano para estrecharla. Leyland le respondió con un abrazo.

“El no tenía por qué hablar conmigo”, dijo Acta. “Pero tomó su tiempo para llamarme y hablar en privado. Me dijo que siguiera batallando. Me dijo que él pasó por lo mismo al principio en Pittsburgh. Me dijo que yo podía lograrlo”.

Y luego de la barrida, Acta se sintió contento.

Criado en San Pedro de Macorís, la cuna de los torpederos, Acta era un infielder medio que no llegó a ser jugador. Firmado por Houston a los 17 años, Acta comenzó a escuchar comentarios de que no sería un mal coach. Con 20 años, los Astros lo despacharon a AA para ser un infielder reemplazo. Luego se convirtió en un tercera base que nunca disparó un jonrón. Con 22 años lo enviaron a la escuela de scouts en Haines City, Florida, con la conclusión de que Acta podía ser un buen evaluador de talento.

“Mi potencial futuro general, decían ellos, era bajo”, dijo Acta, sonriendo. “Ahora, yo diría que no puede jugar”.

En la pequeña oficina de los managers en el Dodger Stadium, Acta se rió. Hacía mucho tiempo que había llorado al recibir esa noticia.

“Eso fue duro para él, muy duro”, dijo José Acta, el hermano menor de Manny. “Fue duro para todos nosotros. No podía creer que alguien le había dicho a Manny que él no iba a llegar. El adoraba el juego. Pero aparentemente no tenía el talento que algunos tienen, el talento que él admira en jugadores como Vladimir Guerrero o Ryan Zimmerman”.

La siguiente temporada –el verano de 1993 y con 24 años – Acta estaba dirigiendo en la liga de New York-Penn. Once años más tarde, también había dirigido en las ligas del Medioeste y del estado de la Florida, además de las ligas invernales de Venezuela y la República Dominicana, y en el 2006 fue el manager de la República Dominicana en el Clásico Mundial de Béisbol.

Fue el coach de tercera base de Frank Robinson en Montreal por tres temporadas y de Willie Randolph en Nueva York por dos. El asistente del gerente general de los Mets, Tony Bernazard llamó a Acta “el mejor coach de tercera base que he visto en mi vida, y eso es en 34 años que tengo en el juego”.

Un nombre reconocido en los círculos de béisbol, pero no más allá, Acta fue un candidato para puestos dirigenciales en Arizona, Los Angeles, Texas, San Francisco y Oakland antes de los Nacionales, rechazados por Joe Girardi, quienes lo contrataron en noviembre.

Es el dirigente más joven del juego, con uno de los trabajos más arduos. Los Nacionales parecen destinados a perder entre 90 y 100 juegos. Anotan las menos carreras y están entre los que menos público mueven.

Y, por eso, Acta es una de las historias de éxito del 2007.

El béisbol generalmente da estos trabajos difíciles a los renegados o a los jóvenes, o, como dijo el hermano de Acta, José, “Donde Lou Piniella no quiere ir”.

“Los trabajos difíciles generalmente nos llegan porque uno necesita probarse”, dijo Manny Acta. “Como manager de primer año, a uno no le dan los Yanquis o los Medias Rojas”.

Pero, Acta motivado por su optimismo y su filosofía, ha luchado contra las predicciones en esta mala temporada.

Así que quizás serán 95 derrotas y no 115. Los Nacionales no son el peor equipo del béisbol, aun cuando perdieron a Alfonso Soriano, José Vidro, Nick Johnson y José Guillén de su ofensiva, y cuatro quintos de la rotación abridora. Hasta ahora, no son ni siquiera el peor equipo de su división.

Además, si se considera el juego de los Mets del 62, ellos se ven muy bien. Con un nuevo estadio y una mayor nómina en el futuro, estos Nacionales podrían competir en el Este de la Liga Nacional en uno ó dos años.

“El cree en nosotros”, dijo el primera base Dmitri Young. “Cuando llegué en el campamento de liga menor, me dijo que me olvidara de lo que la prensa decía, que jugara duro y que hiciera buenas cosas”, dijo.

Con tantos jugadores jóvenes y crudos, Young añadió, “Todo podía haber salido mal, pero no fue así”.

Y hoy por hoy los Nacionales están en una situación mucho mejor de lo que se podría haber pensado. Gracias a Acta.

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